Homenajes a Hart y a Retamar

Con la conferencia «Leer a Martí desde la contemporaneidad», a cargo de la Dra. en Ciencias Marlene Vázquez Pérez, impartida el viernes 30 de mayo en la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), se rindieron homenajes al doctor Armando Hart Dávalos, a propósito del aniversario 95 de su natalicio, y a otro insigne martiano, el doctor Roberto Fernández Retamar, director- fundador del Centro de Estudios Martianos.

En este encuentro, que dio continuidad a la Jornada «Yo soy un hombre sincero. Miradas al legado del Héroe Nacional José Martí» (en ocasión del aniversario 130 de su caída en combate), el tenor Bernardo Lichilín interpretó textos del más trascendente revolucionario e intelectual del siglo XIX cubano. La jornada tiene el propósito de analizar el legado de José Martí, mediante el estudio de momentos de su vida y obra, así como de sus lecciones y enseñanzas de incuestionable vigencia en el mundo contemporáneo.

Iniciada en enero último, la jornada se desarrollará durante todo el 2025, organizada por la SEAP y sus Secciones de Cultura y de Ciencias Sociales, y con el co-auspicio del Centro de Estudios Martianos y la Cátedra Martiana de la Universidad de La Habana. Fue una útil y emotiva oportunidad de reflexión, enriquecida con las intervenciones del público asistente.

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Amplia y querida la huella de José Martí en Estados Unidos

Hay huellas de Martí en 48 estados, en todos se pueden encontrar sus Obras Completas en bibliotecas y además en 22 de ellos existen bustos, plazas con su nombre, calles, objetos materiales de productos con su efigie, explicó Cueto a Prensa Latina, minutos después de un interesante conversatorio sobre la vida del Apóstol en la Embajada de Cuba.

Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York hay una placa dedicada a Martí en la calle que va hacia la biblioteca pública y es muy conocida la estatua ecuestre del Maestro, ubicada en el popular Parque Central, dijo.

Comentó Cueto (La Habana, 1944) que se han hecho representaciones teatrales de sus obras, tenemos charlas de todo tipo en muchas ciudades y en instituciones de gran prestigio que convocan todos los años a eventos para contar la historia de Martí en los Estados Unidos.

Destacó igualmente la importancia de los viajes de Martí a Tampa, a Cayo Hueso, tratando de convocar todos los cubanos para que formaran parte del Partido Revolucionario Cubano y leyeran Patria y entendieran la importancia de llevar la Guerra Necesaria a la patria.

“Es enorme además su impronta sobre todo el mundo académico, porque no solo fue un gran patriota, sino también un gran escritor, tanto como poeta como narrador”, añadió.

Expresó el estudioso que “Martí es el hombre que nos convocó a unirnos y por eso usamos tanto su frase ‘Con todos y para el bien de todos’; creo que si algo lo define fue su deseo de una Cuba unida donde las divisiones se limaran para poder hacer una gran nación”.

Fue un pensador profundo de la estrategia de América Latina, de la importancia que tenía el contexto geopolítico; fue un hombre que no dejó ninguna arista por pensar, porque su gran preocupación era la independencia de Cuba, concluyó el también abogado jubilado.

Residente en Estados Unidos desde 1961, Cueto es un promotor de los lazos culturales entre su país de nacimiento y el que lo adoptó hace tantos años, ese sentimiento lo transmitió a un auditorio compuesto por profesores y alumnos universitarios que asistieron al encuentro en la representación diplomática.

El conversatorio en la Embajada de Cuba se insertó en el contexto del aniversario 130 de la caída en combate de José Martí (19 de mayo de 1895).

Emilio Cueto posee una de las colecciones privadas de recuerdos cubanos más grandes del mundo. Ha dedicado décadas a recopilar e indexar material relacionado con Cuba como periódicos, libros, publicaciones periódicas, discos de vinilo, vídeos y carteles.

lam/dfm

Tomado de: https://www.prensa-latina.cu

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Encuentro en el CEM con intelectuales noruegos

En el Centro de Estudios Martianos (CEM)  se sostuvo un ameno encuentro entre los profesores Gisle Selnes, especialista de literatura comparada de la Universidad de Bergen, Hans Jacob Ohldieck, docente del Departamento de Lenguas y Estudios Literarios del Campus de Bø de la Universidad del Sudeste de Noruega, Kjetil Klette Bøhler, catedrático de Música de la Universidad del Sureste de Noruega, la directora del CEM, Marlene Vázquez Pérez, el investigador literario David Leyva González y el jefe del departamento de Literatura y coordinador del Anuario del Centro de Estudios Martianos, Mauricio Núñez Rodríguez.

La reunión, desarrollada en la oficina de la dirección del CEM, duró poco más de una hora y constituye un paso inicial para futuras colaboraciones entre profesores, investigadores y estudiantes de la Universidad del Sudeste de Noruega y el Centro de Estudios Martianos.

Especial interés hubo en rescatar unas traducciones al noruego de textos martianos realizadas por Jon Olaf Lorentzen y que se podrían volver a publicar en edición bilingüe, a partir de una coedición con la editorial del CEM.

Se dialogó de literatura, filosofía, música y pensamiento político de José Martí. Se mostraron a los visitantes la colección de las Obras completas. Edición crítica y se les obsequió la reciente edición aumentada con códigos QR de La Edad de Oro.

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Periodismo de José Martí en Nueva York, Estados Unidos (1880-1895): Un análisis de su influencia en la lucha por la independencia cubana y su compromiso con la justicia social a través de sus publicaciones.»

El presente documento, titulado «Periodismo de José Martí en Nueva York, ESTADOS UNIDOS (1880-1895)«, ofrece una mirada profunda y analítica a la labor periodística de uno de los más grandes pensadores y patriotas de América Latina. José Martí, figura central del modernismo literario y ferviente defensor de la independencia de Cuba, encontró en Nueva York un espacio propicio para desarrollar su pensamiento y su activismo político a través de la palabra escrita.
Durante su estancia en esta vibrante metrópoli, Martí se convirtió en un observador agudo de la realidad social, política y cultural de su tiempo. Sus artículos, ensayos y crónicas no solo reflejan la situación de su país natal, sino que también abordan temas universales como la libertad, la justicia y la dignidad humana. A través de diversas publicaciones y periódicos, Martí logró articular una voz poderosa que resonó tanto en el contexto cubano como en el panorama internacional.
Este documento compila una serie de artículos y publicaciones relevantes de la época, acompañados de un mapa que sitúa geográficamente los espacios clave relacionados con la actividad periodística de Martí en Nueva York.
Invitamos al lector a sumergirse en este recorrido por el legado periodístico de José Martí, un legado que trasciende su tiempo y continúa inspirando a generaciones en la búsqueda de una sociedad más justa y libre.

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Santiago Ramón y Cajal, médico español en la guerra grande

Entre los años 1868 y 1878 ocurrió en Cuba la Guerra de los Diez Años también conocida como la Guerra Grande. En esta contienda bélica participó, como parte del Ejército Español, el doctor Santiago Felipe Ramón y Cajal. Nacido el 1o de mayo de 1852, en Petilla de Aragón, pequeña aldea de la parroquia del mismo nombre, diócesis de Jaca, localidad navarra dentro de tierra aragonesa; Cajal, se graduó de Licenciado en Medicina, en junio de 1873, en la Universidad Literaria de Zaragoza.

Por coincidencias históricas, un año después, en esa propia institución docente, José Martí se graduó de Licenciado en Derecho Civil y Canónico, y de Licenciado en Filosofía y Letras. Cajal, el 8 de septiembre de 1873, ya con grado de teniente médico, se incorporó a su primer destino, el Regimiento de Burgos. Siete meses después, en abril de 1874, recibe la orden de traslado a Cuba. Por aquella época la Sanidad Militar de la Península realizaba sorteos de personal para cubrir bajas de ultramar y Cajal fue uno de los designados por la suerte.

El traslado a la isla caribeña implicaba el ascenso al grado de capitán. Antes de partir el joven galeno hizo una visita turística a Barcelona para admirar el mar, que no conocía, donde luego iba a navegar dieciocho días seguidos. El miércoles 17 de junio de 1874 llegó el doctor Cajal a La Habana, tenía solo 22 años. Nunca mostró las cartas de recomendación entregadas por su padre, quien también era médico, para que fuera colocado en un buen lugar. Lo ubicaron en Vista Hermosa, sitio intrincado en la manigua de Puerto Príncipe, actual Camagüey.

En barco se trasladó el capitán médico a Nuevitas y en tren blindado a Puerto Príncipe, luego al Hospital de campaña de Vista Hermosa, según sus palabras: «un enorme barracón de madera, con techos de palma y capaz para unas 200 camas». Los pacientes que atendía eran en su mayoría enfermos de paludismo, heridos en la contienda bélica eran menos. Inicialmente el  joven médico atendía a sus enfermos y en sus ratos de ocio se entretenía con la lectura, el dibujo, la fotografía y el estudio del idioma inglés; luego se enfermó de paludismo.

Así lo escribió en su libro Recuerdos de mi vida: «había perdido el apetito y las fuerzas; el bazo se hipertrofiaba; la color tornose amarillenta; andaba premiosamente, y la anemia, ¡la terrible anemia palúdica!, se iniciaba con todo su cortejo de síntomas alarmantes. Al fin quedé postrado, siéndome imposible atender a los enfermos (…) al paludismo se agregó la disentería». Debido a las precarias condiciones se agravó la enfermedad, el doctor Cajal solicitó licencia y se marchó a la ciudad a reponer su quebrantada salud.

En Puerto Príncipe, el doctor Manuel Grau Espalter, jefe de sanidad, lo nombró provisionalmente miembro del cuerpo médico de guardia del Hospital de Puerto Príncipe. En ese período cumplía sus labores asistenciales y compartía con colegas que habían sido formados en la península; tenía amplia vida social, participaba en peñas de café, casinos y tertulias caseras. Como hombre de bien se alejaba del tabaco, el ron, el juego y las sacerdotisas de Venus, los cuatro vicios que él señalaba como depauperadores del espíritu, entereza, salud y bolsillo de la oficialidad hispana, la cual tenía un elevado índice de corrupción.

La situación provisional del galeno en la ciudad terminó al fallecer el médico ubicado en San Isidro, en la trocha del Este. El doctor Grau sin tener en cuenta que existían otros médicos disponibles y que Cajal no estaba recuperado de salud, lo designa para sustituir al fallecido quien había reemplazado también a otro médico caído en el cumplimiento del deber. Cajal aceptó a pesar de que no estaba contento con la designación, una vez más demostró su disciplina militar.

En San Isidro el médico español tuvo que asistir hasta 300 enfermos por día afectados de paludismo, viruela, úlceras crónicas y disentería. Su enfermedad continuó en progreso y le fueron denegadas en varias ocasiones las licencias que solicitaba. Decide entonces solicitar licencia absoluta del ejército la cual se le concede el 15 de mayo de 1875, con el diagnóstico de caquexia palúdica grave, incompatible con todo servicio. Retornó a Europa en el vapor España, compartió esos días de navegación con algunos repatriados, era tal el hacinamiento que se arrojaban al mar los cuerpos de los fallecidos en la travesía.

A su llegada a España, el galeno desarrolló una ascendente carrera científica que lo llevó a obtener, en 1906 junto con el médico italiano Camilo Golgi, el Premio Nobel de Medicina. Cajal, considerado el más ilustre de los científicos españoles de todos los tiempos, siempre recordaría de su labor en la isla caribeña, su paso por la ciudad de Puerto Príncipe, según él «la época más agradable de mi estancia en Cuba».

Tomado de: https://www.trabajadores.cu

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El Apóstol de Mañach en la Colección Biblioteca del Pueblo

El Centro de Estudios Martianos celebra la presentación en el reciente Sábado del Libro de Martí, el Apóstol, así como la justa inclusión de esa biografía en la Colección Biblioteca del Pueblo, Editorial de Ciencias Sociales, del Instituto Cubano del Libro (ICL).

El polémico texto –pleno de admiración al genio y a la humanidad de Martí–, publicado en 1933 por Jorge Mañach, uno de los más importantes intelectuales cubanos de la República, constituye hasta hoy referencia indispensable para el estudio de la vida del héroe.

Compartido dos días antes del aniversario 130 de la caída en combate de José Martí, fue una bella manera de homenajearlo, poniendo a disposición de los lectores páginas que exaltan la relación del Apóstol con su pueblo, como expresara la doctora en Ciencias, Francisca López Civeira, durante la presentación junto al director de la Editorial Milenio, Michel Torres Corona.

© PJM

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Médicos en el peregrinar del cadáver de José Martí

José Martí Pérez, el Apóstol cubano, cayó en el combate de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895. Su cadáver tuvo un largo peregrinar por cinco entierros; en el propio campo de batalla, el doctor Juan Gómez Valdés, médico con grado de mayor perteneciente a la columna española que comandaba el coronel Ximénez de Sandoval, diagnosticó la muerte. Después el cadáver es colocado atravesado en el caballo del prisionero Carlos Chacón hasta la finca Demajagual, donde se deposita al pie de un jobo.

Al amanecer del 20 de mayo las tropas españolas reinician la marcha hasta el poblado de Remanganaguas, en cuyo cementerio local se cava una fosa y a las tres de la tarde se produce el primer entierro, directo en tierra, debajo del sargento español Joaquín Ortiz Galisteo.

Mientras el cadáver —ya en plena tierra— iniciaba su proceso de descomposición; en Santiago de Cuba, su comandante general, el general de división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, enviaba al doctor Pablo Aureliano de Valencia y Forns, al lugar de los hechos, poniendo por condición que lo acompañara solamente José Ortega Navarro. El médico iba con dos propósitos fundamentales: comprobar la identidad de los restos y embalsamarlos para su posterior traslado a Santiago de Cuba.

 

Doctor Pablo Aureliano Valencia y Forns, médico que participó en la primera exhumación de José Martí.

 

Al atardecer del 23 de mayo, aproximadamente a las cinco y treinta de la tarde, después que el cadáver ha permanecido más de setenta y dos horas en contacto directo con la tierra, se procedió a la primera exhumación. Diez soldados con cubos de agua fenicada lavaron el cuerpo, el agua fenicada o agua fénica es una solución acuosa de fenol al 5 % utilizada como desinfectante debido a sus propiedades antisépticas y bactericidas. Inmediatamente el galeno le realizó una incisión lineal en tórax y abdomen y le extrajo las vísceras, las cuales fueron enterradas en el propio cementerio. Luego lo rellenaron con algodón y desinfectando sus despojos lo trasladaron en una camilla al fuerte.

 

Instrumental utilizado por el doctor Pablo Aureliano Valencia y Forns, puede apreciarse en el Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba.

 

La conservación temporal del cadáver para detener en lo posible el avance de la putrefacción, la realizó el propio doctor Valencia. En consecuencia, le puso 302 inyecciones de solución de bicloruro al 1 por 600. El bicloruro o cloruro de mercurio es un compuesto de mercurio y cloro que sirve como desinfectante, fungicida e insecticida, y se usa para conservar. Después con una solución de alumbre y ácido salicílico hecha en agua hirviendo, se le dio por todo el cuerpo una especie de barniz. El alumbre tiene propiedades antisépticas y antimicrobianas las cuales contribuyen a eliminar las infecciones y favorecen la conservación del cadáver. Con este proceder el médico dio por terminada su labor.

El 26 de mayo, de regreso en Santiago de Cuba, el doctor Valencia redactó un documento conocido en la historiografía como «Certificado de Defunción» donde describió las lesiones encontradas. En la tarde de ese mismo día, en un vagón de carga que venía añadido al tren de pasajeros, procedente de San Luis, llegaba a Santiago de Cuba el ataúd que contenía los restos del Maestro.

Al amanecer del 27 de mayo en el cementerio de Santa Ifigenia, el doctor Joaquín Castillo Duany, fue el galeno que identificó al prócer cubano. El olor desagradable por el estado de putrefacción le hizo colocarse un pañuelo que le cubría la nariz, y ahí expresó: «No hay dudas alguna, es Martí». El ayuntamiento de la ciudad concedió, para el segundo entierro, un permiso por cinco años para colocar el tosco ataúd en el nicho 134 de la galería Sur de la necrópolis santiaguera, lugar donde reposó hasta casi 12 años después.

 

Doctor Joaquín Castillo Duany, médico que participó en el segundo entierro de José Martí.

 

El 24 de febrero de 1907 se realiza la segunda exhumación y el tercer entierro. En el proceder médico legal fue realizado por tres médicos, los doctores Pedro Hechavarría Sánchez, Guillermo Fernández Mascaró, ambos coroneles del Ejército Libertador, y Antonio Illás Portuondo, jefe local de sanidad. Abierto el nicho 134 los tres galenos extrajeron los restos de Martí, el peso del cráneo lo obtuvo el doctor Pedro Hechavarría y ascendió a 773 gramos. Todos los huesos componentes del cráneo se encontraban en perfecto estado exceptuándose la cara anteroexterna del maxilar superior, así como el cuerpo de la escápula izquierda que se encontraba en parte destruido por la putrefacción cadavérica. El acta notarial, número 293, del distrito de Santiago de Cuba, quedó como constancia del examen de los restos.

 

 

Doctor Guillermo Fernández Mascaró, médico que participó en el segundo entierro de José Martí.

 

Durante esta segunda exhumación también estuvo presente el doctor Juan Moreno Zambrano, odontólogo —como se llamaba en la época al estomatólogo—, el cual describió públicamente las características del aparato dental de Martí. Luego hubo un intercambio epistolar entre el doctor Guillermo Fernández Mascaró y el doctor en cirugía dental Virgilio Zayas Bazán, quien había tratado a Martí en Nueva York.

 

Doctor en Cirugía Dental Virgilio Zayas Bazán, quien contribuyó a identificar las características del aparato dental de José Martí.

 

Zayas Bazán aseguró: «los dos laterales superiores eran dientes muertos y fueron tratados por mí en aquella fecha y el central superior izquierdo lo había perdido anteriormente».

Otro médico estuvo entre los asistentes a la segunda exhumación, aunque no participó directamente en el proceder, el doctor Ambrosio Grillo quien asistió en su condición de presidente del Consejo Provincial. Entre los presentes también se encontraban el hijo de Martí, capitán de artillería José Francisco Martí Zayas Bazán y el general Saturnino Lora Torres.

Terminado el reconocimiento se procedió al tercer entierro, los restos se colocaron en una caja de plomo en la que también se depositó una copia del acta, escrita en pergamino, colocada en un tubo de cristal al cual se le grabó la palabra «Martí».

Herméticamente soldada la urna de plomo y colocada dentro de otra de caoba, con una sola inscripción: «Martí», se depositó en el mismo nicho número 134. La jornada patriótica concluyó en horas de la noche con una velada fúnebre en el club Maceo. Allí, Emilio Bacardí, Ambrosio Grillo y Antonio Bravo Correoso, pronunciaron emotivas palabras alusivas al Héroe de Dos Ríos.

Cuarenta años después, en septiembre de 1947, sucedió la tercera exhumación y el cuarto entierro al trasladare provisionalmente los restos del Apóstol al Retablo de los héroes, mientras se construía el monumento. En el retablo permanecieron hasta el 29 de junio de 1951, cuarta exhumación, en que fueron llevados a la sede del Gobierno provincial para iniciar los honores del quinto entierro, ceremonia luctuosa a la que fueron convocados, junto al pueblo santiaguero, todas las fuerzas políticas, el cuerpo diplomático, masones y personalidades de la cultura. En los dos últimos entierros los médicos no tuvieron una participación directa.

El 30 de junio de 1951 se efectuó el entierro cubano de José Martí. Desde el gobierno el cortejo fúnebre partió en un armón de artillería que, con solemnidad emotiva, recorrió las calles céntricas de Santiago de Cuba hasta el monumento actual en el cementerio de Santa Ifigenia donde se efectuó el quinto entierro. A su paso por las calles de la ciudad el pueblo conmovido, entre los que se encontraban numerosos médicos, lanzaba al féretro rosas blancas.

Tomado de: https://www.trabajadores.cu

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El legado antiimperialista de José Martí, a 130 años de su caída en combate

Estamos conmemorando el aniversario 130 de la caída en combate de Martí y por encima de efemérides y cronologías, siempre la fecha señalada nos convoca a una mirada retrospectiva, a una contrastación del entonces y el ahora. Pocos autores resisten la prueba de un siglo sin que sus textos envejezcan, total o parcialmente. En el caso martiano la actualidad es absoluta, especialmente en lo que concierne a su visión de los Estados Unidos, pues sin duda fue el latinoamericano que mejor conoció a ese país en su época.

De ese conocimiento profundo, diverso, que le permitió ahondar en los orígenes de aquella nación, brota su antiimperialismo. Es este un aspecto de su pensamiento que sobresale por su complejidad, y que no debe ser visto solo desde la arista política. Está basado en un entramado muy rico de experiencias vitales, estudio detenido, reflexiones y escritura, que alcanzan un punto cenital en la producción de madurez del prócer cubano, pero cuyos orígenes se remontan a muchos años atrás.

Desde muy temprana edad había advertido José Martí las enormes diferencias culturales existentes entre anglosajones e hispanoamericanos. Vale recordar aquí algo que ya había percibido desde 1879, durante  la época de su primera deportación a España, y de lo que dejó testimonio en su Cuaderno de apuntes no. 1:

Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento—Nosotros posponemos al sentimiento la  utilidad.// Y si hay esta diferencia de organización, de vida, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra  cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?// Imitemos. ¡No!—Copiemos ¡no!—Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos—Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?//Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa! [1]

El fragmento citado in extenso apunta hacia una de las constantes del pensamiento de Martí, presente siempre en sus textos dedicados al análisis de las problemáticas de la que llamara Nuestra América: nunca copiar ni imitar, siempre crear,  a partir del conocimiento de las esencias propias. También señala el camino de otra de sus prioridades: alertar,  por todos los medios posibles,  del peligro de dominación cultural, económica y política encarnado en los Estados Unidos, que amenaza a las repúblicas latinoamericanas. Durante su largo exilio neoyorquino concretó esa labor de prevención en sus crónicas para la prensa sudamericana, lo cual consiguió de manera muy especial con las armas del discurso literario, nunca con la censura abierta, que podía ser mal recibida entre lectores que admiraban el desarrollo económico y la democracia representativa estadounidense.    

Tal vez una de las muestras más tempranas de ese discurso de la alerta[2] la encontremos en su crónica “Coney Island”, publicada en La Pluma, de Bogotá, en diciembre de 1881.[3] Sobresale desde la primera línea la alta estima que le merecen los Estados Unidos, situados ya, de manera indiscutible, a la cabeza del desarrollo económico y social de la época. Sin embargo, la conciencia de esa supuesta “superioridad” da origen a una soberbia, a una autocomplacencia en el propio valer, que entraña, para el resto de las naciones, un riesgo, si no explícito aún, ya latente, advertido por el  observador sagaz que escribe el texto. Lo que será en los años finales de esta propia década declarado antiimperialismo, tiene un antecedente significativo en la nota de duda, de desconfianza, de prevención, que aflora en el siguiente párrafo:

En los fastos humanos nada iguala a la prosperidad maravillosa de los Estados Unidos del Norte. Si hay o no en ellos falta de raíces profundas, si son más duraderos en los pueblos los lazos que ata el sacrificio y el dolor común que los que ata el común interés, si esa nación colosal, lleva o no en sus entrañas elementos feroces y tremendos; si la ausencia del espíritu femenil, origen del sentido artístico y complemento del ser nacional, endurece y corrompe el  corazón de ese pueblo pasmoso, eso lo dirán los tiempos. [4]

La década de los 80, sobre todo hacia los finales, fue especialmente ardua para el cubano, si cabe hacer esa distinción en la vida del proscrito, anhelante de la libertad de su Isla, y en sobresalto continuo por el bien de la Patria mayor. Fueron años de bregar continuo en pos de sus objetivos supremos, en tierra extraña y con una lengua y una cultura que le hacían sentir a cada paso su condición de extranjero. Recién llegado a Nueva York escribió con un dejo de ironía:  

[…] Es curioso observar que siempre puedo entender a un inglés cuando me habla; pero entre los norteamericanos una palabra es un susurro; una frase, una conmoción eléctrica. Y si alguien me pregunta cómo puedo saber si un idioma que escribo tan mal, se habla mal, le diré francamente que es muy frecuente que los críticos hablen de lo que desconocen por completo.[5]

La aparente ligereza del tono  mal oculta el drama del emigrado,  forzado  a fijar su residencia en aquellos lares, y que tendrá, en lo sucesivo, que dominar la lengua a toda costa, pues es un imperativo de supervivencia y una garantía para  la realización de sus proyectos de emancipación. Es por eso que sorprende a quienes estudian su vida y obra, que haya sido capaz de concebir y redactar en inglés su respuesta a la campaña difamatoria contra los cubanos iniciada por el periódico The Manufacturer, de Filadelfia, de la que se hiciera eco el rotativo neoyorquino The Evening Post. En este propio periódico publicó Martí su respuesta, en carta a Edwin L. Godkin, su director. Este  documento, dado a la luz pública el 25 de marzo de 1889,  ha pasado a la historia como “Vindicación de Cuba.”

De ese propio año, ante la creciente actividad anexionista dentro de los Estados Unidos, data su proyecto de redactar un periódico en inglés, para difundir, en la lengua del  contrario, las ideas americanistas. Ello evidencia que ha pasado de la defensa a la contraofensiva, si bien no pudo materializar este anhelo por falta de recursos.

Todas estas experiencias fueron cimentando, paulatinamente, su posición ideológica antimperialista. Es casi obvio aclarar aquí que un texto como “La verdad sobre los Estados Unidos”[6]aparecido en el periódico Patria el 23 de marzo de 1894, tiene una importante zona genésica en la labor de Martí como cronista y en su experiencia vital como exiliado en ese territorio.

Pudiera parecer, luego de más de una década de estancia en la gran urbe, y de haberse insertado plenamente como figura mayor dentro de la cultura y la política estadounidense ─no debe olvidarse que también fue cónsul de Argentina, Paraguay y Uruguay y que como delegado de ese último país participó activamente en la Conferencia Monetaria de 1891, y que tenía acceso por su condición de diplomático a muchos espacios exclusivos─, que ya Martí había logrado adaptarse plenamente a la nueva realidad. Nada más lejos de la verdad: nunca quiso ni buscó asimilarse. Un apunte de 1894 se convierte en una dolorosa evidencia al respecto:

La frase del criado del “Murray Hill Hotel”.

—“¿Conoce V. a un caballero sudamericano, muy alto, que come aquí desde hace un mes?”

—“No sé. Entran y salen. Él no se ha hecho conocer de mí. (“He has not made himself known to me”.) ¡Y la mirada de desprecio y el gesto de ¡deje en paz al Emperador con que acompañaba la respuesta! Vive uno en los Estados Unidos como boxeado. Habla esta gente y parece que le está metiendo a uno el puño debajo de los ojos”.[7]

Constatar lo anterior lleva a suponer cuánto esfuerzo  desplegaba Martí  día a día para sobreponerse a la barrera lingüística y la idiosincrasia anglosajona. Da fe también de la entereza moral de un hombre que se mantuvo fiel a sus principios;  desarrolló un pensamiento propio de poderosa originalidad;  renovó su propia lengua como vehículo de expresión poética y acendró su antiimperialismo y su vocación de servicio a Nuestra América.

Su caída en combate el 19 de mayo de 1895 no fue un acto de heroísmo aislado a favor de la independencia de Cuba, fue, sobre todo, la expresión más acabada de su coherencia entre prédica y acción. Moría también en pos de su ideal nuestramericano y antillanista, en una guerra que no solo se proponía liberar dos islas, sino equilibrar un mundo. Tengamos presente ese legado y pongámoslo en práctica por todas las vías posibles en las complejas circunstancias de nuestra época. Nos ayudará a entender muchos problemas contemporáneos, a la vez que permanece intacto en su calidad ética, patriótica y de vocación universal.

Notas: 

[1] José Martí. “Cuaderno de apuntes no. 1.” En Obras completas, editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 21, p. 15-16. (En lo adelante, OC).

[2] Designamos con ello la puesta en escena de un conjunto de recursos expresivos, que abarca desde el empleo de determinados signos de puntuación; el uso consciente de vocablos cuidadosamente elegidos para explotar al máximo todas sus posibilidades sémicas; la construcción gramatical de las oraciones, insistiendo, según el caso, en determinado tipo de ellas y no en otros, también factibles, pero no adecuados a la intencionalidad ideológica subyacente; hasta la introducción de imágenes poéticas y formas narrativas y descriptivas que se concretan en el suspenso y la sorpresa para ofrecer, finalmente, la verdad iluminadora. La consecución práctica de este  discurso de la alerta no se debe a la casualidad ni es mero fruto de la intuiciónConsideramos que es el resultado de una estrategia comunicativa consciente, muy bien pensada, destinada a prevenir a nuestros países respecto al peligro imperialista.  Véase Marlene Vázquez Pérez: “Las Escenas norteamericanas de José Martí: su calidad polifónica”, en Cuadernos Americanos, México, no. 125 (2008), pp. 117-130.

[3] Hebert Pérez Concepción ha señalado la existencia de ejemplos anteriores, como es el caso de un Cuaderno de Apuntes de la etapa española, otras ideas contenidas en trabajos aparecidos en la Revista Universal, de México, y las “Impresiones de América”, aparecidas en inglés, en The Hour, entre julio y octubre de 1880. Sin embargo, insiste el estudioso, pues es ese el interés de su análisis, en cuestiones puramente ideotemáticas, no en aspectos expresivos. Atendiendo a sus peculiaridades en ese sentido es que elegimos “Coney Island.” Ver: Hebert Pérez Concepción: “José Martí, historiador de los Estados Unidos, previsor de su desborde imperialista. El alerta a nuestra América. ”   En: José Martí. En los Estados Unidos. Periodismo de 1881- 1892. p. 2099- 2101.

Por su parte, Ángel Rama ha declarado: “ De 1880 a 1895 Martí  vivirá en la permanente “agonía” de la inminencia del zarpazo imperialista, voceándolo en todas las formas que le era posible, multiplicándose para alertar a los países del sur del Río Bravo.” Véase de  Ángel Rama. “La dialéctica de la modernidad en José Martí”, en Estudios martianos, San Juan, Puerto Rico, 1974; pp. 142- 144.

José Martí. “Coney Island.” OC, t. 9, pp. 123- 128, OC, Edición crítica, t. 9, p.  133-138

[4] José Martí. O.C., t- 9, p. 123.

[5] José Martí.”Impresiones de América por un español recién llegado.” OC, t. 19; p. 125 y OC. Edición crítica, t. 7, p. 150

[6] Véase OC, t. 28; p. 290- 294.

[7] José Martí. Cuaderno de apuntes no. 18. OC, t. 21, p. 399

Tomado de: http://www.cubadebate.cu

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Las preguntas del tiempo

La muerte de José Martí abrió numerosas interrogantes ante la historia de Cuba. Convocados por JR, varios estudiosos de la obra martiana se acercan a esas preguntas

Era 1898, y los hechos parecían superarlo. Quizá una angustia tremenda le oprimía el pecho, ocultada a pedazos por los largos años de penalidades; pero solo lo podía hacer hasta cierto punto, porque, en algunos momentos, ella afloraba en palabras apretadas, recias a veces.
«Esta es la hora de Martí», le escuchaban decir los oficiales y soldados más cercanos. «Esta era su hora». Es posible que, en ese momento, Máximo Gómez Báez, el General en Jefe del Ejército Libertador cubano, el hombre de cientos de batallas, recordara aquella tarde terrible del 19 de mayo de 1895, cuando conoció que José Martí había caído en Dos Ríos.Era una tragedia, él sabía. Trató de impedirla. Sin embargo, la magnitud del acontecimiento se revelaba en esos días de la guerra, cuando Estados Unidos se preparaba para intervenir. Entre emisarios y consultas, en preguntas de cómo apoyar a los cubanos en su independencia, el aire se sentía pesado y los hechos ocurrían con rapidez.

¿De verdad qué deseaban liberar a Cuba?, pensaba el viejo general. Y enseguida recordaba las conversaciones con ese hombre delgado, bajito, de frente amplia y bigote poblado, capaz de ganarse la voluntad de los veteranos más recios. A la memoria regresaban las preocupaciones y criterios, que ese viajero de traje oscuro y raído le hacía en su casa de República Dominicana. De verdades firmes, que él deshojaba en medio de las conversaciones, mientras Gómez escuchaba maravillado por la agudeza con la que ese hombrecito veía lo que otros no percibían.

Y entre las hogueras de los campamentos, en el frío de la noche, viendo el fuego entre los grupos de soldados que descansaban de las marchas constantes, Gómez volvía a preguntarse: «En esta hora, ¿qué habría hecho Martí?»

Si José Martí no hubiera muerto en Dos Ríos, ¿ante qué complejidades se tendría que haber enfrentado? ¿Las podría haber superado? Esas y otras interrogantes han puesto a meditar a miles de cubanos desde 1895. De entrada, los historiadores son muy cautos: lo que no sucedió, no es historia. Decir que Cuba hubiera sido distinta con un Martí vivo es penetrar en un terreno escabroso, lleno de especulaciones y que los especialistas prefieren rehuir. Sin embargo, sí coinciden en un punto: si el Apóstol hubiera salido ileso del combate de Dos Ríos o de otros peligros de la guerra, de seguro que en su camino se encontraría con complejidades tremendas.

«Yo tengo el convencimiento de que la vida no le habría alcanzado para lograr su sueño —expresa la doctora Marlene Vázquez Pérez, directora del Centro de Estudios Martianos (CEM)—. Debe recordarse que Martí era un hombre enfermo. Por lógica, le quedaban 20 o 30 años de vida y su sueño político era muy grande. No puede olvidarse que el proyecto de Martí implicaba construir un país nuevo, desde abajo, y contra ese empeño existían factores muy fuertes: el analfabetismo, el racismo, las desigualdades sociales, una economía monoproductora y latifundista. Súmele a eso que, si él lograba ver la independencia, se encontraría ante una nación debilitada económicamente por el impacto de la guerra y eso la hacía muy vulnerable a los intereses extranjeros».

Doctora Marlene Vázquez Pérez, directora del Centro de Estudios Martianos. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz

¿Cómo sortear esas dificultades? La máster Laura Rodríguez de la Cruz, vicedirectora de investigaciones del CEM, expresa que Martí estaba consciente de esas y otras grandes complejidades desde los mismos preparativos de la guerra. Sabía, además, que los intereses económicos creados podían generar colisiones en un momento determinado si triunfaba el independentismo.

«Pero en Martí —dice— hay una preocupación fundamental y es la de formar ciudadanos. Él es un maestro no solo en el pensamiento, sino también en la acción. De ahí las formas que utiliza para llegar a los sectores más diversos. Él quería que los cubanos se vieran como un país capaz de autogobernarse con todas sus capacidades y toda esa visión de que los latinoamericanos eran inferiores constituía una falsa premisa, creada para acentuar los procesos colonizadores. Por eso, para él, descolonizar la mente y la cultura sobre la  base de una ética, era el sostén de todo».

Máster Laura Rodríguez de la Cruz, vicedirectora de investigaciones del CEM. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz

Los investigadores coinciden en que una complejidad tremenda sería enfrentar la expansión de Estados Unidos. «Eso era muy preocupante para Martí», insiste Laura, junto con Marlene Vázquez Pérez. «No solo por el poder económico, sino por el dominio de los medios de comunicación y el control político que los norteamericanos empezaban a ejercer sobre la región».

El doctor Pedro Pablo Rodríguez López, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009, expresa que ese era un desafío tremendo, del cual nuestro Héroe Nacional estaba muy consciente. De ahí, dice, una de las urgencias de la guerra del 95: la necesidad de ganar tiempo ante pasos que ya daba Estados Unidos.

«No puede olvidarse —explica— que Martí presencia un cambio de época, en muchos sentidos muy similar al que vivimos hoy. En esa fecha, las potencias se repartían el mundo. Algunas ya estaban asentadas, como Inglaterra y Francia. Otras buscaban su espacio, es el caso de Alemania. Otras emergían con fuerza, y el ejemplo estaba en Japón. Debe recordarse que esas naciones buscaban zonas para obtener materias primas. Entonces, para llegar a ellas había que buscar rutas comerciales y ahí aparecía el Caribe como vía para alcanzar el Pacífico, sobre todo para alcanzar a China.

 

Doctor Pedro Pablo Rodríguez López, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz

«En ese escenario, llegaba Estados Unidos. Ya era fuerte, tenía apetencias sobre Hispanoamérica; pero todavía no contaba con el poderío suficiente para enfrentar a Inglaterra y Francia por separado o a ambas unidas. Hay anotaciones de Martí, en las que él se pregunta a qué país aliarse. Por eso su intención de apresurar la guerra en Cuba, para ganar tiempo y buscar alianzas que pudieran detener a Estados Unidos».

¿Tendría Martí la capacidad de maniobra para detener ese empuje? Para el doctor Mijaíl Mondol López, profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica, ese es un problema muy complejo porque Estados Unidos venía con una fuerza avasalladora.

«¿Tenía Martí esa capacidad? —se pregunta el profesor Mondol—. Sin duda, poseía talento y una capacidad política tremenda, pero ante él había aparecido una coyuntura muy compleja. ¿Podría tener todas las herramientas a su alcance? Bueno, no sé. Hay un factor que hacía muy dura la tarea de la unión continental, propuesta por Martí para detener el empuje colonial de Estados Unidos, y era la fragmentación política de los pueblos latinoamericanos, especialmente en Centroamérica.

«Había un enfrentamiento muy fuerte entre conservadores y liberales. Eso podía ser un factor en contra. Pero lo que sucede con Martí es, en cierta medida, una paradoja. Hay muertes muy dolorosas, pero que adquieren una alta significación política cuando ocurren, y la de él es una de ellas. El significado mayor de su figura aparece después de su muerte, no antes. Es ahí cuando su pensamiento se convierte en la principal herramienta contra la dominación extranjera de América Latina».

 

Doctor Mijaíl Mondol López, profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz

Pero ante él había otra complejidad inmensa: llevar la Guerra Necesaria adelante y lograr la unidad dentro de las fuerzas independentistas. «Una de las tareas más urgentes y delicadas que tenía por delante era esa: unir al mambisado y evitar las divisiones de la Guerra del 68», insiste la doctora Marlene Vázquez Pérez.

El profesor Pedro Pablo Rodríguez coincide con ese criterio y añade: «En los días de su muerte, la preocupación de Martí era formar el Gobierno, organizar a todos esos hombres y mujeres de carácter muy fuerte. Yo no creo que él aspirara a ser el presidente de la República en Armas, al menos no lo reflejó en sus papeles más personales. Lo cual no quiere decir que rechazaría el cargo si era elegido».

Pero, ¿podría lograrse esa unidad? De inicio, allí estaba el conflicto con Antonio Maceo en La Mejorana, cuando el Titán de Bronce reclamó a Martí por haber suplantado su mando a favor del general Flor Crombet en la expedición que desembarcó por Guantánamo el 1ro. de abril de 1895. Sin embargo, aquí sí son enfáticos: la unidad de los principales jefes se hubiera logrado.

«Eran personas de temperamento muy duro, pero con un sentido del honor muy enraizado —asegura la profesora Laura Rodríguez—. Ante la independencia de Cuba y la causa colectiva, ellos cedían y los desacuerdos personales quedaban para después».

Los profesores Marlene Vázquez y Pedro Pablo Rodríguez recuerdan que los veteranos eran individuos marcados por las divisiones del 68, y no querían revivirlas. «Se habla de la discusión de La Mejorana —apunta Pedro Pablo—, pero a veces se olvida de lo que sucedió al día siguiente, cuando Maceo formó la tropa y rindió honores a Gómez y Martí. Ahí estaba dando una señal. Era su manera de pedir disculpas, sin pronunciar palabras».

No obstante, en algún momento de la guerra esa unidad iba a estar en peligro. «A Estados Unidos le favorecía la desunión de los cubanos —apunta Laura Rodríguez—, e iban a entrar y para hacerlo tenían que dividir. Con un Martí vivo en 1898 la historia de Cuba hubiera sido más compleja, porque iba a desplegar toda su inteligencia y aquello iba a ser muy vibrante. No ocurrió por su muerte y eso favoreció a los norteamericanos, porque ellos sí sabían quién era José Martí y buscarían la manera de neutralizarlo. Lo que pasaba es que si Estados Unidos venía por todos, en el otro lado Martí estaba dispuesto a dar la pelea hasta el final».

La tarde del dolor

Dos Ríos fue un combate sostenido a la altura del mediodía del 19 de mayo de 1895, en las riberas de los ríos Cauto y Contramaestre, en la antigua provincia de Oriente. Duró apenas dos horas. Por la parte española se dispararon más 10 000 proyectiles. Ese día solo hubo un muerto: José Martí.

Tomado de: https://www.juventudrebelde.cu

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Patria, unidad y humanidad

“José Martí: Patria, unidad y humanidad” será el tema del próximo Coloquio Internacional del Centro de Estudios Martianos (mayo de 2026), notificó la MSc. Laura Rodríguez de la Cruz, subdirectora de esa institución, al cierre del evento “De amor y pensamiento: la guerra necesaria”, que sesionó exitosamente en los últimos tres días (14-16), en salones de la Casa de Calzada no. 807, esquina a 4, en El Vedado.

Fueron tres jornadas intensas, pensadas y estructuradas a partir de la experiencia que acumula este prestigioso evento que cada año logra enfoques, puntos de vista y contenidos científicos novedosos en relación con la vida, la obra y el pensamiento de José Martí. Así lo reconoció la doctora Marlene Vázquez Pérez, directora del CEM al clausurar el coloquio y referirse, en particular, al estudio del periódico costarricense (El Pabellón Cubano), presentado por el doctor en Ciencias Mijaíl Mondol López (Universidad Nacional de Costa Rica).

Si bien la calidad y profundidad de los enfoques en cada estudio fue norma general, los paneles especiales acapararon mucha atención, por ejemplo, “Aproximaciones lingüísticas a los diarios martianos” (Dra.C. Marlen A. Domínguez y el MSc. Alexander Puente Hernández, Universidad de La Habana) generaron valiosos intercambios acerca de las decisiones a tomar en relación con los textos martianos en el trabajo de la edición crítica.

Lúcidas miradas a temas de nuestra historia tanto literaria como visual aportaron al panel “La Guerra de Independencia a través de la plástica y los relatos”, los doctores en Ciencias Elina Miranda Cancela (“Ecos de la guerra en los relatos de Laura Mestre”); Mauricio Núñez Rodríguez (“El teniente Crespo: un cuento de la guerra escrito por José Martí”); Jorge Bermúdez (“Esteban Valderrama: una reconstrucción histórica”) y David Leyva González (“Menocal, el pintor de antes y después de la guerra”), con apoyatura de mecanuscritos, dibujos, pinturas y fotos.

Esta tercera y última sesión del Coloquio inició con la inauguración de una exposición de 16 carteles martianos titulada De Cara al Sol, del proyecto En todas partes soy, del Instituto Superior de Diseño (ISDI), y concluyó con la presentación del trovador cubano Nelson Valdés.

La convocatoria del Coloquio Internacional “José Martí: Patria, unidad y humanidad”, dirigida a académicos, activistas y líderes sociales, estará disponible pronto en nuestro Portal.

 

© PJM

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