Para una caracterización de los Cuadernos de apuntes de José Martí
Por: Caridad Atencio

Entre las condicionantes del Credo y técnica para la prosa moderna Jack Kerouac incluye esta que bien se aviene al objeto de estudio que pretendemos circundar: “Cuadernos secretos de anotaciones rápidas, y delirantes páginas mecanografiadas para tu propio deleite […] Escribe para ti mismo con serenidad y asombro”. Semejante afirmación nos impulsa a entrar en los Cuadernos de apuntes con un afán de fundamentación y desde ya con la preexistencia de una certeza.

Los Cuadernos recogen, con un orden más o menos cronológico, la “abundante papelería que Martí no pudo organizar en vida, ya por estar empeñado en tareas que no permitían dilación” [1], y constituyen el “proyecto de ideas apresadas al vuelo, muchas de las cuales, maduras y vigorosas, pasaron a formar parte de su obra consolidada”. [2]

Para el escritor, es tentador tratar de llevar el diario de la obra que está escribiendo. ¿Es esto posible? […] Interrogarse acerca de sus proyectos, sopesarlos, verificarlos a medida que se desarrollan, comentarlos para sí mismo, he aquí algo que no parece difícil. El crítico que, según se dice, acompaña siempre al creador, ¿acaso no podría consignar su opinión? ¿Y esta misma opinión tomar la forma de un libro de bitácora en el cual se inscribirían, día tras día, los aciertos y desaciertos de la navegación? Sin embargo, tal libro no existe. Parece que debieran permanecer incomunicables la experiencia propia de la obra, la visión por lo que ella comienza, “la especie de extravío” que suscita y las relaciones insólitas que establece entre el hombre que podemos encontrar todos los días, y que precisamente escribe un diario de sí mismo, y aquel ser que vemos alzándose detrás de cada gran obra, saliendo de la obra misma para escribirla. [3]

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