[Nueva York, 3 de diciembre de 1886]
Mi hermano cariñoso.
Unas líneas pa acompañar la carta.
La suya me llegó, y la leí más de una vez. Le estimo muchísimo los dos libros de Guillermo Prieto, que leeré con gozo, y como manjar de regalo,-y ayudaré a hacerlos conocidos en las otras tierras de América. Yo mismo, impaciente, fui a buscarlos a casa de Alvarado.
Déjeme decirle que me ha extrañado no ver publicadas dos de las cartas que envié últimamente, antes de la estatua, que ha tenido la fortuna de gustarle, sobre enseñanza industrial en las escuelas primarias,-y otra, que siguió a la de la estatua, con una descripción de la incompleta Exposición Mexicana que aquí llaman Feria Azteca. ¿No las recibió,-o iban con pecado? La de la feria la sentiría, porque puse en ella cariño. Estos pobres mexicanos no van bien tratados por la compañía. Los he visto dormir en camarines de cuatro literas de pino blanco, sobre un colchón de paja, muy expuestos al frío. De comer les dan una verdadera bazofia. Es inicuo que les paguen sus sueldos a razón de México, cuando ellos tienen que gastar aquí a razón de cómo aquí se vive. Yo no decía esto en la carta; pero ¿no habría modo de influir de allá para que se aliviase su suerte en la larga peregrinación que van a emprender por comarcas inclementes? A las tortilleras las invitó un día a almorzar una señora de mi amistad; y las pobrecillas vinieron al almuerzo con un regalo de obra de plumas. Y no se ría de mí si le digo que se me saltaron las lágrimas al oír tocar el jarabe.
Adiós, que ya no veo. Le envío a Lola, mañana, una fotografía del cuadro de Munkacsy-de que habla mi carta.
Su hermano
JOSÉ MARTÍ