New York, 30 Agto. 1883
Mi hermano muy querido:
¡Que le escriba me dice, cuando no hay cosa más triste que escribirle!: pues me recuerda que no le tengo, cuando más bien me haría tenerlo!-
Desde ayer, que me trajo su carta el Sr. Flores, hasta esta mañana del 30, en que viene a buscar mi respuesta,-apenas he tenido tiempo para acostarme fatigado; y levantarme azorado con el cajista a la puerta; y los cincos y sietes ya dispuestos, esperando mi pluma. Entre ellos le escribo, como entre carceleros; el cinco, regañón; silencioso el siete y huraño. –Ni lea lo que le mando,-un prólogo y unos números de La América -que son raquíticos y deformes los hijos de cárcel.-
Si V. me preguntara qué deseo, le diría, con el fuego de un deseo vivamente acariciado, siempre mal contenido: ir a verlo; respirar-como solía-en aquella atmósfera discreta; reposada y generosa; sentarme a sus manteles siempre blancos. Toda su casa de V. es almohada y yo vivo sin sueño ni descanso. El cielo de su tierra, y el de sus almas, me hace falta. Vea V. en esos mismos rasgos sueltos, y párrafos incompletos y precipitados de La América, con qué frecuencia se me sale, envuelto siempre en caricias, el nombre de México de los labios.-Pero no puedo ir,-a menos que no urda yo un plan tamaño, que acaso no fuera descabellado. Pero me parece que cometo un pecado o que echo una mancha, cuando intento hablarle de negocios en mis cartas. Ya sabe que por tener un negocio de que hablarle, que murió de no dicho, estuve sin escribirle un año.-Yo muero en sayón pardo:-pero ¡cómo quisiera, como quien abre las alas, sacarlas de esta bruma, y posarme en su casa!-
Sí estuvo aquí Peón, y ya se fue: en Las Novedades que le envío verá como lo tuve a mi lado, y le hice escribir versos, en un banquete. Él venía a quedarse, de lo que yo me espanté, y contra lo que abrí campaña, en que sus deseos, negocios privados, y celo de sus amigos de Yucatán me ayudaron.-Dejó detrás de sí un lindo libro que le imprimen, y sobre el cual me he obligado a escribir:-Ecos, un buen libro de versos.-Peón es como las olas: por donde pasa, con él pasan rumores y espumas.-Conmigo, un hombre negro: con que no me digo yo que sea feliz, que no puede ser. Mi única ventura, y lo preví desde niño, está en que unas cuantas almas nobles me conozcan y quieran,-y en dar a la tierra lo que le traje, y no he podido darle todavía,-por lo que me miro con encono y disgusto, como si fuera yo un grandísimo malvado.-
Carmen no está ahora enteramente bien, aunque no enferma de cosa mayor. Papá alegra mi vida, de verlo sano de alma, y puro, y al fin en reposo. Mi hijo, turbulento y brillante, es una criatura principal.-Ya le enseño a que lo quiera, y ayer me dijo: “¿Esa es carta de tu Mercado?”-Mida V. por eso lo que oye, y entre firma y firma de altos negocios, deje correr la pluma para mí, que bálsamos mejores, no los tiene mi alma.
En un libro de versos torvos, que no sé si sacaré a luz, anda este:
Muero de soledad, de amor me muero.
Escríbame siempre, que cuando leo sus cartas, me parece que me quejo sin razón, y que todavía puedo vivir, y me fortifico.
No me ha querido mandar ningún esbozo de Ocaranza para mi cuartel de invierno:-¡Bien pudiera, con estos que van y que vienen, y lo quieren a V. tanto: ni olvide aquel retrato de Ana!-
Ya acabo, porque no lo regañe el Ministro. Sí recibí, muy pocos días hace, con júbilo, y como tardía respuesta a más de una mía, su carta a Brooklyn.-Un modo hay de que las cartas no se demoren ni se pierdan: diríjamelas a la oficina:
c/o Carranza & Co.
P.O.B. 1717
N. York.
Acabo, de miedo de que no acabaría.-Bese la mano a Lola, y a su mayor, de quien quisiera ver retrato; y a sus niñas, que parecían ya cuando dejé de verlas, damas de honor de reina honrada.
Dé las gracias a La República, que se acuerda de mí. Ese “Peter Cooper” fue una mísera correspondencia mía, escrita de pie, para La Nación de Buenos Aires, donde empiezan a quererme.-
Dígame, dígame muy a menudo que no me olvida, y estrécheme contra su corazón. El mío le mando.
Su hermano
J. Martí