Los sucesos del cayo
Patria no es más que el conjunto de condiciones en que pueden vivir satisfechos el decoro y bienestar de los hijos de un país. No es patria el amor irracional a un rincón de la tierra -porque nacimos en él: ni el odio ciego a otro país, acaso tan infortunado como culpable. El gozo es mayor, o la pena, cuando los que padecen, si honran a la humanidad, son de la tierra misma en que nacimos.- La labor que nos hemos impuesto los cubanos emancipados por lo menos de lo más temible de la tiranía, si no de todos sus influjos, sigue, creciente, su marcha vencedora. Con el desinterés se vence al interés. Con la abnegación se vence al egoísmo. Con la cautela se vence a la intriga. Con la unión de los servidores generosos de la patria, se vence y compele a los que en la hora propicia y madura, esquiven el mandato y la oportunidad del honor. O se hacen las cosas a tiempo, o se queda con el descrédito y la culpa de no haberlas querido hacer.- A paso firme, y por debajo de la tierra, adelanta segura nuestra obra. Pero es imposible, en la red cada día irás apretada de esto, deberes, olvidar al Cayo admirable cuya unidad y tesón fueron, en los días nublados de nuestro patriotismo, como aquellas fortalezas, talladas en el monte vivo, donde se refugiaron los últimos persas que defendían su tierra adorada, y la religión del sol, de los caballos hambrientos de Mahoma.
Con tanta más razón se cede al deber de hablar de las an¬gustias de los cubanos de Key West cuanto que los sucesos de que vienen siendo víctimas, y comprueban la vergonzosa alianza de un puñado de norteamericanos visibles del Cayo con el gobierno español, interesado en perturbarlo hasta deshacerlo, han servido para demostrar la liga íntima de todos los elementos de la sociedad cubana en la defensa de nuestro decoro nacional, -la dignidad y moderación que, por sobre todas las deficiencias de nuestro desarrollo, parecen crecernos con nuestras desdichas y anunciamos una patria feliz,- y un concepto tan vivo del decoro cubano en los hombres menos preparados por la fortuna a mantenerlo que, con aquel mismo espíritu que movió a nuestros padres a incendiar a Bayamo, se ofrecen hoy a abandonar sus hogares, y reducirse el pan, antes que permanecer donde no pueden vivir con sus derechos y con su honra.
Es preciso, en verdad, que los cubanos, en su mayoría ignorantes del mérito de su tierra, levanten el corazón. Es preciso que se sepa que por apagado que esté en las profesiones secundarias y acomodaticias el decoro del país, consérvase íntegro, y renovado a cada injuria, entre aquéllos que no necesitan de la autoridad y merced de los opresores para vivir. Es preciso que se sepa, como dichosa compensación a tantas causas de duda y desaliento, que la masa cubana trabajadora, acrecida en el destierro con lo más independiente y viril de nuestra sociedad principal de ayer, no es sólo encendido riñón de fe patriótica, y tesoro inexhausto de nuestra libertad, sino factor social prudente y culto, a la vez que enérgico y fundador, que, anteponiendo el deber total de la patria al beneficio material de las personas, salvará al país de la discordia y ruina que visiblemente aumentan en él por la alianza sorda e inmunda de los elementos desdeñosos y soberbios de nuestra sociedad, venidos en gran parte de las heces de ella, con la dominación que los utiliza y ultraja. Es preciso que se sepa que, mientras en murmuración pueril pierden el respeto entre los ajenos y la eficacia entre los suyos aquellos elementos de la sociedad de Cuba que pudieron mantener unidas sus fuerzas de resistencia y ligar amistad honrosa y útil con la masa justiciera que a cambio de la equidad dará el sosiego o lo turbará a falta de ella, -los elementos realmente sensatos y prácticos del país, sus únicos hombres prácticos verdaderos, lían vivido en tan estrecha comunión, por la faena del trabajo y la semejanza de la virtud, que ala hora de verse al cuello una garra nueva,- la garra del yankee interesado, no menos fiera que la del español, no sólo han resentido con igual pasión la inmerecida ofensa, sino que largos meses de provocación continua, juntos abogados y médicos y comerciantes y tabaqueros, han sabido unir, en la guía de su conducta,- a diferencia de los que se les tienen por superiores- toda la dignidad del valor a toda la prudencia del hombre de Estado. -Eso es nuestro pueblo: un pueblo preparado para la libertad. Esas son nuestras masas, ligadas por la cultura y el trabajo común a los orgullosos de ayer: masas que mantendrán con brío, y administrarán sin excesos, la libertad.