El año 1895 fue decisivo para el inicio de la Guerra Necesaria concebida por José Martí. Enero deparó el fracaso del plan de La Fernandina, denominado así por el nombre del puerto del mismo nombre del sur de la Florida, donde se organizaría la salida de tres expediciones perfectamente armadas que debían arribar simultáneamente en la zona central y oriental de Cuba con cientos de patriotas.
Martí se impuso al fracaso, y mantuvo la decisión de iniciar la insurrección, aunque para ello sus máximos dirigentes arribaran al archipiélago en lo que fuera posible, muy lejos de los planes iniciales .
El 25 de marzo de 1895, José Martí y Máximo Gómez se encontraban antes de embarcar hacia Cuba, casi al final de sus aventurados periplos en el pueblo de Montecristi, en República Dominicana, donde firmaron un documento elaborado principalmente por el Maestro, que reflejaba a su vez el sentir de Gómez y Maceo y otros dirigentes, y anunciaba al mundo las razones del comienzo de la guerra del pueblo cubano por su independencia.
Bajo el nombre de Manifiesto de Montecristi quedó rubricado el legajo, que destacaba: “Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor celoso de su derecho y del ajeno; o de cultura mucho mayor, en lo más humilde de él, que las masas llaneras o indias con que, a la voz de los héroes primados de la emancipación, se mudaron de hatos en naciones las silenciosas colonias de América.”
Además de analizar críticamente el pasado reciente de los procesos independentistas latinoamericanos del siglo XIX, muchas veces frustrados por el caudillismo y guerras civiles fratricidas, el Manifiesto se adelantó a su tiempo y alertó sobre las sanguinarias dictaduras que luego proliferaron en la arrancada del siglo XX en el continente con el surgimiento de las clases explotadoras nacionales nacidas de las viejas estructuras colonialistas.
Igualmente denunció y rechazó el racismo, el miedo al negro, factor que contribuyó al Pacto del Zanjón y a la conclusión de la contienda de los Diez Años y alertó: “La Revolución, con su carga de mártires desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la Revolución”.
En Montecristi se proclamaron principios éticos y progresistas para iniciar una guerra, aunque solo “terminable por la victoria o el sepulcro” y conducida por dirigentes limpios de odio y garantía por el respeto al español que no se oponga , ni se humille “siquiera de un grupo equivocado de cubanos”.
Esbozó que el nuevo proyecto libertario no pretendía ninguna intervención militar extranjera para concluir la guerra que en aquel contexto solo podría ser la de Estados Unidos, lo que se evidencia en su afirmación de que: ”Los cubanos empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero”.
Pocas semanas después, Martí, ya en la manigua redentora, le escribió a su amigo Manuel Mercado, horas antes de caer en combate el
19 de mayo de 1895, afirmaciones que revelan el calado de esas palabras del Manifiesto de Montecristi, al explicar que la independencia cubana se hace para impedir la extensión imperialista de Norteamérica a la región y su conocida declaración de que todo lo realizado y lo que hará se debe a ese fin superior.
El Manifiesto de Montecristi no solo fue el programa estratégico para la Guerra Necesaria, también conformó el concepto de Patria que soñó Martí, independiente también del imperialismo yanqui, legado que tiene plena vigencia para los tiempos actuales y futuros de la nación cubana en su lucha, ya centenaria, por perdurar frente a la voracidad imperial del “norte revuelto y brutal que nos desprecia” (…), como expresó el Apóstol.
Tomado de: http://www.acn.cu