El joven José Martí con 22 años de edad llegó a México el 8 de febrero de 1875. Esta primera estancia en el país azteca que duró —casi dos años— hasta el 2 de enero de 1877 fue decisiva en su formación humana; allí conoció lo que luego llamaría «Nuestra América», aprendería los problemas del indio, se desarrollaría como periodista y disfrutaría la puesta en escena de su proverbio «Amor con amor se paga». Fue también en México que conoce a la sería su esposa y conquista amistades para toda la vida.

El vapor «City of Mérida», de 1 492 toneladas, fondeó en el puerto de Veracruz a las seis y media de la tarde, Martí continúa el viaje en tren hacia la capital mexicana. En la terminal de Buenavista esperaban al joven, procedente de Europa, su padre y Manuel Antonio Mercado de la Paz, quien era entonces secretario del Gobierno del Distrito Federal y ya había sido secretario del gobierno en el Estado de Michoacán y diputado al Congreso de la Unión. Entre Martí y Mercado surgió una amistad que perduraría para toda la vida, una coincidencia parecía unirlos: ambos habían nacido un 28 de enero, aunque Mercado era quince años mayor que Martí.

En aquella época gobernaba en México Sebastián Lerdo de Tejada sucesor de Benito Juárez, quien dirigía con sus tendencias de liberalismo las contradicciones con el clero, y contaba entre sus partidarios con el apoyo de los intelectuales para el desarrollo de la cultura. Martí abrazó las ideas de Lerdo, incluso contó con su amistad, se conocieron luego de un discurso pronunciado por el presidente en la Escuela de Derecho.
Mercado llevó a Martí a conocer a José Villada Perea, político y militar, diputado al Congreso de la Unión de México, Villada era director de la «Revista Universal» y colocó al joven emigrado en la lista de los redactores del diario. De la franca discusión sobre las colaboraciones del cubano surgió la amistad. Fue en la redacción del periódico donde Martí entabló amistad con Juan de Dios Peza Osorio, poeta y dramaturgo, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, quien en 1874 había conmocionado a la sociedad mexicana con su obra de teatro «La ciencia del hogar». Allí también conoció a José Peón Contreras, médico, poeta, dramaturgo, novelista quien intercambiaba sus versos con el bardo cubano.
Muy conocida en la época la poeta Rosario de la Peña y Llerena realizaba en su casa amenas tertulias frecuentadas por los intelectuales, hasta allí llegó Martí que admiraba las declamaciones de la joven a quien llamaban «la de Acuña», pues se decía que un joven poeta se había suicidado por ella. En el álbum de Rosario, Martí escribió: «En ti pensaba, en tus cabellos que el mundo de la sombra envidiaría/ Y puse un punto de mi vista en ellos/ y quise yo soñar que tú eras mía».

Otro de los dramaturgos que intimó con Martí fue Enrique Guasp de Peris, proveniente de España había sido militar ayudante de Francisco Lersundi y Ormaechea, gobernador de la Isla de Cuba durante dos mandatos: 1866 y 1867-1869. Enrique dirigía una compañía de teatro y le propuso a Martí que le escribiera una obra. Esta petición fue reforzada por la actriz Concepción (Conchita) Padilla. Martí escribió el proverbio «Amor con amor se paga», lo hizo en un día, según sus propias palabras: «Por la mañana encargó,/ Y se pensó en la mañana/ Más frívola que galana/ Por la tarde se acabó».

El domingo 19 de diciembre de 1875 en el Teatro Principal se estrenó la obra, fue un gran éxito, el público entre aplausos pedía que subiera el autor. Martí se presentó y Conchita le obsequió una corona de laureles que el joven cubano, con modestia, acercó a su pecho. A Enrique le escribió Martí un hermoso poema que se publicó en la prensa: «Surcando el mar, pidiendo a las inquietas/ Olas del Golfo espacio y albedrío/ Al par llegamos, tú con tus poetas,/ Yo con el mal de un alma en el vacío/ Los dos trajimos a esta tierra bella/ Un sueño y un amor; algo de canto/ En la voz juvenil, y algo de estrella/ En ti de gloria, para mí de espanto».
Manuel Egidio Ocaranza, pintor costumbrista, enseñaba los primeros trazos del pincel a las hermanas de Martí, llegando a ser el novio de María Salustiana. El artista viajó a Francia a una beca, a su regreso la muchacha había fallecido, conoció entonces a su hermano, el poeta cubano. Ocaranza tenía su estudio en casa de Mercado, hasta allí llegaba Martí, sostenían amplias pláticas a las que se incorporaba doña Dolores García Parra, la esposa de Mercado, quien les servía un gustoso café. El artista plástico pintó un boceto de la novia, obra que luego Martí le solicitaba y de la que no se conoce su destino final.
Además del médico José Peón Contreras hubo otros dos galenos que atendieron la salud del Maestro y se convirtieron en sus amigos, fueron ellos el doctor Francisco Montes de Oca quien le realizó una intervención quirúrgica en mayo de 1876 y el doctor Regino González. Este último galeno asistió a Martí en julio de 1894, en el Hotel Iturbide, por los trastornos respiratorios que presentaba el cubano. Desde la primera entrevista médico paciente surgió la amistad, de Martí diría el doctor Regino que era «un hombre extraordinario».
Claro que estas son algunas de las amistades de Martí, es conocido que el pueblo azteca le abrió las puertas de su corazón y él correspondió con creces. Martí mantuvo un vínculo constante con este pueblo, su última carta, conocida como testamento político fue a su amigo mexicano Manuel Mercado. Múltiples escritos dedicó a México, con profundo sentimiento escribió el Apóstol: «¡Oh México querido! ¡Oh México adorado! Ve los peligros que te cercan ¡Oye el clamor de un hijo tuyo que no nació de ti! […] yo habré muerto, oh México por defenderte y amarte».
Tomado de: https://www.trabajadores.cu