Jamás una historia contada por ese genio que fue José Martí me resultó tan cercana y actual como la de los anamitas. ¡Qué clase de pueblo, tan bravo cómo el mío! A su heroísmo, laboriosidad, inteligencia, perseverancia y milenaria cultura le cantó el Héroe Nacional de Cuba, quien selló su inmortalidad al caer en combate en la lucha por la independencia de la Isla el 19 de mayo de 1895, el mismo día en que cinco años antes naciera el Héroe Nacional de Vietnam, Ho Chi Minh. Mucho han tenido que trabajar, padecer y pelear frente a codiciosos invasores los hijos de la tierra del Anam, para convertir a su país en lo que es hoy, una de las economías florecientes y de más rápido crecimiento a nivel mundial, logro alcanzado bajo la dirección del Partido Comunista. Esas cualidades de los vietnamitas, también enraizadas en lo mejor de mi pueblo, deben ser cultivadas permanentemente, en el empeño por que nuestros hijos y nietos hereden una patria libre y próspera. Proceder de esta forma constituiría, sin dudas, una estocada certera contra el bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos impone a Cuba desde hace más de medio siglo, haciendo caso omiso al sistemático y creciente reclamo de la comunidad internacional de ponerle fin de inmediato. Esa política, considerada un acto de genocidio, en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, es el principal obstáculo al avance económico, social y cultural de la nación caribeña. El obcecado cerco de sanciones unilaterales, el más prolongado que se haya aplicado contra país alguno, ha representado un freno de varios lustros en el desarrollo sostenible de la Isla. A precios corrientes, durante todos estos años, el bloqueo ha provocado perjuicios por más de 116 mil 880 millones de dólares norteamericanos, como consta en el Informe de Cuba sobre la resolución 68/8 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. Ahora bien, haríamos poco favor a nuestra historia si achacáramos al bloqueo aquello que sea fruto de nuestras debilidades y errores, a la falta de exigencia, de control, disciplina, sistematicidad y previsión. Hay que saber discernir entre el cerco yanqui y el derivado de factores subjetivos internos, máxima que cobra mayor vigencia hoy, cuando el país actualiza su modelo económico, tras un proceso de consulta popular, auspiciado por el Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana y fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, como recoge la Constitución de la República. Una forma eficaz de blandir el sable contra la saña imperial es cumplir cada cual en su ámbito. Si se es alumno, tratar de dar el máximo en el estudio; si obrero, ser destacado en el taller, en la fábrica. Similar proceder les corresponde a maestros, médicos, deportistas, artistas, intelectuales, combatientes y demás sectores de la sociedad. Precisamente, ha sido ese uno de los pilares del éxito socioeconómico actual de los que, en la revista La Edad de Oro, Martí llamó los anamitas, los de cuerpo menudo y ojos de almendra, quienes fabricaron el Gran Buda de Hanoi, el dios de bronce, con cara que parece viva, y alto como una torre; los que hicieron “en el camino de Saigón a Cholen, la pagoda donde duermen, bajo una corona de torres caladas, los poetas que cantaron el patriotismo y el amor (…)”. (tomado de Alas de Colibrì)