La selva poética martiana

En el segundo encuentro del posgrado “Martí, escritor” –22 de octubre último–, la Lic. Caridad Atencio, investigadora, poeta y ensayista, miembro del Departamento de Literatura del Centro de Estudios Martianos, impartió una conferencia introductoria al universo Martí poeta.

Atencio, durante décadas, ha estudiado la poesía martiana, incluso desde los primeros cuadernos de notas; decidió no enfocarse solamente en los poemarios más (re)conocidos del célebre escritor. Esta vez, dio inicio a su clase con dos cuestiones fundamentales: qué es y para qué sirve la poesía. Las interrogantes podrían parecer de difícil respuesta; no obstante, la investigadora aportó un conjunto de definiciones, propias y ajenas, para llevarnos a cierto consenso. Varios autores señalan que poesía es instinto e inconsciente, también mezcla de razón y pasión, de inteligencia y sentimiento. Evoca un mundo subjetivo, simbólico y misterioso. Fina García Marruz aclaraba que la poesía de Martí puede ser llamada misteriosa, pero no enigmática: el misterio “es siempre una revelación, una Aparición […] es el comienzo mismo de toda historia” (1951).

El Héroe Nacional de Cuba, aun habiendo tenido una existencia relativamente breve, dejó decenas de obras literarias, cuanto menos, admirables. Atencio recordó que su creación poética no se limita solo a la que fue publicada, sino además a la que no vio la luz; en el primer grupo, tenemos Ismaelillo (1882) y los Versos Sencillos (1891), mientras que en el segundo figuran sus primeros versos –escritos en Cuba y España, siendo adolescente y joven adulto–, los poemas de México y Guatemala, los Versos Libres, los poemas de La Edad de Oro, Polvo de Alas de Mariposa, y hasta los Diarios de Campaña podrían ser considerados un extenso y hermoso poema. No nos extraña encontrar influencias de renacentistas, místicos y románticos en el hombre que inauguró la poesía moderna en su Isla; más que precursor, debe considerársele iniciador del Modernismo latinoamericano. Caridad Atencio expresó que Martí es “un león hecho de leones digeridos, no de corderos”.

Como “escritor clásico de la lengua” –entiéndase por “clásico” aquel creador capaz de engendrar una obra a la que se puede y se debe volver, esa en la que siempre se hallan nuevos mensajes–, nuestro Martí crea una tensión que oscila entre “la oscuridad y la magia, la inteligibilidad y el hechizo”. Atencio narró que, cuando ella estudiaba en la universidad, la poesía de Martí le “parecía una selva”. Sin embargo, tiempo después de haberse adentrado en dicho ecosistema, está segura de que el Apóstol “tiene un pensamiento muy armónico”, pues apenas se contradice, todo fluye en su universo. Por tanto, destaca la vigencia real de su quehacer literario; parece que nos habla a los lectores y creadores actuales, como en su día les susurró al oído a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, José Lezama Lima, la propia Fina García Marruz, Cintio Vitier y tantos otros.

Si bien José Julián afirmaba que el dolor y el sacrificio eran necesarios para conocer la vida, la poesía martiana se nos ha hecho necesaria para comprender el mundo. En sus poemas denunció –con la mayor maestría y sencillez posibles– “el poder corruptor del colonialismo y la riqueza”, añoró “la patria ausente”, reivindicó “la utilidad de la virtud”, transitando la vida “como lucha y ascensión”. No hay mejor manera de honrar el enorme legado martiano que acercarnos a sus textos de forma honesta, sensible e inteligente; adentrarnos, hechizados, en esa selva.

© Olivia Busto Legrá