La historia patria atesora momentos sublimes. Conmemoramos 130 años de un acontecimiento medular. Se trata de un texto cuya redacción y posterior firma ocurren en Montecristi, República Dominicana, lugar en que se inscriben, con letras honorables, los nombres de José Martí y Máximo Gómez. Veía la luz el documento nombrado El Partido Revolucionario Cubano a Cuba, conocido como el Manifiesto de Montecristi.
Ya había comenzado la gesta por la independencia, el 24 de febrero de 1895; era la Guerra Necesaria, organizada por Martí, la que daba continuidad al proceso revolucionario iniciado el 10 de octubre de 1868. La Revolución Cubana entraba en una nueva etapa de lucha.
¿Y por qué el Partido? ¿por qué a Cuba? Era la fuerza política dirigente, era el sostén de la Revolución. Era imprescindible para salvar a Cuba, era el único que podía solucionar el problema de Cuba: conseguir la independencia. Y posteriormente la construcción de una república culta y democrática.
Los errores y desvaríos cometidos en gestas anteriores debían ser superados para alcanzar el anhelado triunfo. La unidad entre los cubanos era presupuesto esencial para la victoria. La guerra devino, bajo la égida de las bases del Partido, un instrumento necesario para lograr la independencia; pero se trataba de una Revolución, de un proceso profundo de cambios y transformaciones en la sociedad cubana, de una idea cardinal que superaría los vicios, intereses y hábitos de la Cuba colonial, y enfrentaría resueltamente los peligros que nos acechaban: internos y externos.
Hay un componente ético indiscutible: hablamos de continuidad histórica sobre la base de la ética revolucionaria plasmada en las bases del Partido y en otros textos fundamentales, para entender cómo se llegó al Manifiesto de Montecristi, y cuál es su trascendencia. No podíamos continuar la Revolución sin el equilibrio político que representaban las fuerzas que se unirían para dar curso definitivo y viable al proceso revolucionario. Así, el nuevo periodo de guerra iniciado respondía, coherentemente, a «… la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo».
El Manifiesto de Montecristi es el programa de la Revolución. En él están contenidas las claves éticas del proceso, los presupuestos sobre los cuales se erigiría la nueva sociedad, la república como forma de gobierno.
Y la guerra no podía ser más generosa. Una guerra superior por su contenido humanista, cosmovisión política, altura ética. Una guerra necesaria porque la dignidad de nuestro pueblo precisaba de ella. Superar las bases coloniales era un objetivo primordial.
Era una Revolución magnánima en la que la capacidad de los cubanos para salvar la patria de desacomodos y tanteos erróneos se hacía evidente; en ella se desechó el desorden ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba. Era la Revolución del decoro, el sacrificio y la cultura; y sería, por el Partido, garantizada la unidad de los cubanos, las formas cultas de la guerra, la ética en la confrontación y la convicción de abrir a la humanidad una república trabajadora. Había que constituir la patria, desde sus raíces, con formas viables y nacidas de sí. Era la Revolución, que mediante la Guerra Necesaria, prestaría un oportuno servicio, desde las Antillas a las naciones de América, y al todavía vacilante equilibrio del mundo.
El legado político del Manifiesto de Montecristi alcanza nuestros días. La hora actual precisa volver al documento y, como aquel 25 de marzo, concebir continuamente la revolución decorosa. Ese día, allí mismo en Montecristi, el Delegado del PRC escribía a Henríquez y Carvajal:
«Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria no será nunca triunfo, sino agonía y deber».
Estamos ante un hombre que sabe muy bien las razones que lo instaron a evocar la guerra, lo que esta significa y lo que puede costar. Comprender a Martí es examinar su contexto, determinadas circunstancias, las doctrinas de un hombre fraguadas en el dolor infinito.
Tomado de: https://www.granma.cu