José Martí, Yucatán en su poesía
Por: Indalecio Cardeña Vázquez

La obra poética de José Martí (1853–1895), es una de las páginas más deslumbrantes de la literatura latinoamericana. Dueño de un trabajo depurado, de una cuidadosa selección de las palabras, de una emoción controlada –como los antiguos griegos de la época clásica recomendaban–, Martí construye sus poemas como un diamante, exacto en sus aristas, diáfano en las ideas, puro en el sentimiento.

Mucha es la poesía que Martí publicó y mucha es también la que no publicó. Sus poemas aparecieron editados en libros como: Ismaelillo (1882) y Versos Sencillos (1891), acaso sus dos obras más conocidas y famosas, pero también sus poemas fueron publicados en varias revistas y periódicos de su época.

Hablar de la poesía de Martí, es hablar de su vida también, porque su literatura como la de otros grandes poetas, surge de los días que atraviesa, de la fuerza con que enfrenta las horas, de la alegría que le da la palabra. El poeta señaló este vínculo ineludible, inevitable, de poesía y vida, de poemas y existencia, en unos apuntes al margen de sus Versos Libres: “…se ha de escribir viviendo, con la expresión sincera del pensamiento libre, para renovar la forma poética.”

La vida de Martí, está ligada muy breve, pero vigorosa y luminosamente, con Yucatán, que visitó en tres ocasiones, 1875, 1876 y 1877, la última fecha es la más significativa –su estancia ocurrió entre febrero y marzo de ese año–, cuando entre otros hechos importantes, Martí observa en Mérida la escultura del chacmool, decomisada a Auguste Le Plongeon, y visita Uxmal.

La admiración que Yucatán y la cultura maya despiertan en el poeta cubano, se traducen en cuando menos dos trabajos artísticos que realiza al respecto. Uno es el dibujo que del chacmool efectúa, poniendo su propio rostro en lugar de la cara maya de la escultura.

La otra muestra de esa admiración se encuentra en el poema “Yo sacaré lo que en el pecho tengo”, contenido en sus Versos Libres, publicados póstumamente, en 1913. Martí escribió esos poemas entre 1878 y 1882. En ellos se siente el vigor de las palabras del joven poeta, los redactó cuando tenía entre 25 y 29 años de edad.

Esa fuerza, esa integridad literaria y de la persona, que para Martí son una misma situación, la indica el propio escritor en unas líneas previas a los textos poéticos.

“Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. … Amo las sonoridades difíciles… El verso ha de ser como una espada reluciente… Amo… la sinceridad, aunque pueda parecer brutal. … He querido ser leal, y si pequé, no me avergüenzo de haber pecado.”

El poema en el que hace referencia a Yucatán, Martí escribe acerca de la indignación, del coraje que le producen la maldad del hombre, del ser humano, y la contrapone fugazmente a la terneza que la infancia tiene, el poeta se refiere también al alto valor del sacrificio, de la trágica inmolación de las personas, “¡Así, para nutrir el fuego eterno / perecen en la hoguera los mejores!

Y en este orden de ideas del sacrificio de unos por el bien de otros, evoca los sacrificios humanos que en la época precolombina se realizaban en el cenote de Chichén Itzá. Esta referencia hasta cierto punto detallada de esos rituales, su objetivo y la descripción del sitio específico donde se llevaban al cabo, hace sugerir que Martí visitó Chichén Itzá también, aun cuando no haya alguna cita o documento que lo consigne, e ilustra extraordinariamente la impresión que la civilización maya causó en Martí.

Por otra parte, alguien podría decir que las líneas del aedo cubano poco tienen que ver con la evidencia histórica y arqueológica que ahora se tiene, e incluso con la geografía mexicana, pero eso no importa en absoluto, y esa eventual censura resulta carente de todo valor por varias razones, la más importante consiste en que no es un texto arqueológico, antropológico, ni geográfico, sino un escrito literario, un trabajo donde las emociones, las ideas y la transmisión de ellas son lo principal.

Las deslumbrantes líneas del poema “Yo sacaré lo que en el pecho tengo”, donde Martí hace referencia a la civilización maya son las siguientes:

Los sabios de Chichén, la tierra clara
donde el aroma y el maguey se crían,
con altos ritos y canciones bellas
al hondo de cisternas olorosas
a sus vírgenes lindas despeñaban
a su virgen mejor precipitaban:
a perfumar el Yucatán florido se alzaba luego
como en tallo negruzco rosa suave
un humo de magníficos colores.

José Martí es uno de los viajeros del siglo XIX, que visita Yucatán, y aun cuando su objetivo no era la civilización maya o la cultura yucateca, su genio artístico no podía dejar de sucumbir y capturar la magia y la evocación que la civilización maya ha tenido y tiene en todas las épocas, convirtiéndose así en el primer viajero literario en arribar a Yucatán.

Tomado de: https://informefracto.com