En estos días de verano la lectura tiene un espacio reservado en el hogar de muchos lugareños. Yo por supuesto no escapo de ella, por eso desempolvo viejo tomos y me adentro poco a poco en su mundo. Fue así como me reencontré con José Martí, inigualable patriota cubano y excelente escritor.
Después de profundizar en algunos de sus innumerables textos llegué a la conclusión de que el Apóstol de la independencia de Cuba escribió sobre todo o casi todo. Cuando un tema parece inaccesible o poco probable de que lo aludiera nos sorprende con una clase magistral sobre la cuestión, y es que él fue así, universal como su pensamiento.
La obra martiana es tan abundante y rica en contenido, forma, profundidad, que tal vez no haya escritor que se le compare. No quiero menospreciar a nadie, pero debo admitirlo, no he encontrado a nadie como él. Cuentos para niños, poesía, ensayos, epístolas, relatos, novela, testimonio, teatro, periodismo. ¡Uf! ¿Sigo?
No importa el género, en cada una de sus palabras José Martí perseguía un único objetivo: el mejoramiento humano. En su prosa y en sus versos nos enseña a ser solidarios, antirracistas, amigos, a amar a la Patria.
Este último valor es constante en toda su obra, el profundo sentir por la Mayor de las Antillas, a la que dedicó todos sus esfuerzos. Sí, porque el Maestro no perdió la oportunidad de referirse a su país amado, no se cansó de denunciar los desmanes del colonialismo en su tierra. Podría decirse que hablar de Martí y Cuba es hablar de una historia de amor, tan pintoresca como las más representativas del género.
Desde temprana edad sintió en carne propia el dolor de su Isla y las penas impuestas por el yugo español, por ello -al estallar la guerra en 1868- festejó el arrojo de los cubanos, alegría expresada en el soneto Diez de octubre. Cada palabra estaba llena de sentimientos, de pasión profunda por una causa justa, por la que estaba dispuesto a dar la vida.
Esta vocación patriótica desenfrenada del Apóstol se materializó en cada verso, en cada discurso o artículo; aunque realmente su visión como político alcanzó madurez en obras como el ensayo Nuestra América o el Manifiesto de Montecristi.
La oratoria martiana fue también una fuente de prolijas reflexiones. Con sus discursos el Maestro educó a los cubanos, los unió y encaminó hacia un único fin: redimir a la Patria.
Ese amor perpetuo guio su producción literaria. En cada escrito desbordaba pasión por esta isla bella que lo inspiró para afirmar que “El amor, madre, a la patria / No es el amor ridículo a la tierra, / Ni a la yerba que pisan nuestras plantas; / Es el odio invencible a quien la oprime, / Es el rencor eterno a quien la ataca”. Martí fue así, gigante, luchó para liberar a su tierra y a ella le entregó pensamiento y vida.
En estas tardes de calor no hay nada mejor que recordarlo, leerlo y vivir junto con él ese inagotable sentimiento, su eterno enamoramiento por Cuba; una historia de amor de esas que nos atrapan entre sus redes y nos llena de felicidad.
Tomado de: http://www.radionuevitas.icrt.cu