Versos sencillos: lugar, circunstancia y poesía en Cuadernos de apuntes
Por: Dra. Carmen Suárez León

130 años de su publicación (1891-2021)

El repaso de los seis últimos Cuadernos de apuntes, o más bien de lo que se publicó con ese nombre, en el tomo 21 de las Obras completas de José Martí, nos coloca ante un valioso manojo de anotaciones que permiten al estudioso reconstruir el escenario en que el poeta escribe sus Versos sencillos, así como aproximarse a la circunstancia en que se produce su escritura y a la poética que la informa. Contamos, como es sabido también, con la declaración expresa del poeta en el prólogo a su poemario: “Me echó el médico al monte: corrían arroyos, y se cerraban las nubes”[1] y con la crónica dedicada a sus vacaciones en Catskill.[2] Por su prólogo sabemos que escribe estos versos en el monte, adonde lo manda el médico, después de la clausura de la Conferencia Internacional Americana, que lo dejó seriamente enfermo luego de la tensión y la angustia de aquellas sesiones en que tanto los países de América del Sur como Cuba corrieron graves riesgos frente a la codicia imperial de Estados Unidos. En el mes de agosto de 1990 visitó las montañas de Catskill, donde frecuentó a varios miembros del Twiligth Club, personalidades norteamericanas de diversas esferas que tenían allí una especie de centro vacacional, y del cual Martí escribe una crónica para La Nación.

Sin embargo, lo que es novedoso y único en estas notas es seguir el proceso de conformación del poemario, la dinámica de una escritura enlazada a un paisaje, a una experiencia precisa de la biografía martiana, mientras lee otros libros que también matizan de manera decisiva el tono emocional del texto.

Una de las impresiones más profundas que deja la lectura de estos apuntes es la emocionada comprobación de que si los Versos libres de Martí, son, ante todo, el fruto de la experiencia febril de la ciudad moderna, la colisión terrible entre un alma de finísima sensibilidad y el parto desgarrador y monstruoso que trae al mundo la urbe industrial insignia del capitalismo de la segunda mitad del siglo xix, los Versos sencillos son una especie de superación espiritual del desequilibrio en la que el vapuleado poeta vuelve a entrar en sí mismo, inmerso en la naturaleza, en un diálogo con el monte que lo sosiega y le permite dominar de nuevo la forma —tan encabritada y rebelde en sus endecasílabos— y encontrar en el octosílabo la cifra secreta de la armonía.

Estos fragmentos escritos al azar de los días y sus accidentes nos revelan que en este poemario también se cumple el postulado poético en que Martí insiste más de una vez y según el cual solo podía escribir la obra cuando ya estaba concebida en su mente.

Los Cuadernos cubren los años finales de los 80 y llegan presumiblemente hasta 1894. Sin dudas, pertenecen al último período de su vida, más allá de que no consideramos que guarden un orden correcto y que, al parecer, a veces el poeta escribe arbitrariamente en ellos y no cronológicamente. Debe tenerse en cuenta que los Cuadernos fueron desarmados y las hojas sueltas a veces dan la impresión de estar trastrocadas. Pero el hecho es que la lectura arroja el interés martiano por la poesía popular, la observación y el atento estudio de metros cortos y aptos para ser cantados, así como fórmulas de iteración tradicionales en la poesía de diversos pueblos del mundo. En una de esas notas escribe: “Todos esos versos que empiezan ‘Quisiera ser &’, ‘Si yo fuera &’ —son más que de Anacreonte (Oda 22) imitaciones de Dyonisio. // Y en la poesía quechúa hay también su ‘Quisiera ser &’; pero de cosas del país, y parece autóctono. // Y en la p. persa; Hafiz: ¡Ah, could I hide me in my song! // To kiss thy lips from which it flows”.[3]

Incluso, cuando cita unos textos que hablan de la más reciente poesía francesa, y reproduce versos de Verlaine, deja constancia del empleo iterativo de “Voici” por el poeta francés en una de sus composiciones;[4] como si buscara recursos para musicalizar el verso. Por este mismo Cuaderno 18 sabemos también que lee detenidamente y copia citas del libro General History of Music, de Burney,[5] y se detiene en pasajes que subrayan el valor que otorgan diversas religiones al empleo de la música en el templo, el uso que de ella hicieron los sacerdotes cristianos desde los primeros tiempos y conecta ciertas nociones musicales con la poesía. Escribe esta cita de Burney:

 

In rhetoric, true beauty and real sublimity of style, and genuine pathos depend more upon entire simplicity and perfect unity than upon any other qualities.—And to an equal degree in music, neglect of unity and departure from simplicity tend to destroy or hinder the most important effects of any flow of sweet sounds, whether expressed in mere melody or in full harmony. // The word melody signifies a strain of music which consists of a succession of single notes: and the term harmony is applied to combinations of different notes, something together in concord.[6]

 

Estas lecciones de música estarán en la base de la poética de Versos sencillos, así como el estudio atento de un libro sobre Catulo del profesor francés Desiré Nisard, donde Martí estudia detalladamente sus dísticos y el carácter de sus imágenes. Por ejemplo, cita Martí a Nisard:

 

Tíbulo, Ovidio, Propercio, y casi todos sus sucesores encierran escrupulosamente un sentido completo o casi completo en cada dístico; pero Catulo, a ejemplo de sus modelos, osa a menudo franquear este límite para no descansar sino al fin del primer hemistiquio del tercer verso; procedimiento que, dando más espacio a la armonía, le da también más variedad.[7]

 

En Versos sencillos, Martí trabajará sus dísticos haciendo un contrapunto entre ellos por medio de saltos entre un orden y otro, y provocar así un salto de la lógica que carga el verso de connotaciones virtuales.

Y más adelante menciona el octosílabo utilizado en Arabia, en la poesía hindú y en los yaravíes quechuas, y anota que la redondilla “según algunos, está hecha de medios hexámetros”[8] y que la usó el poeta latino Prudencio. Se siente la búsqueda de una forma y de una poética. En unas oraciones sueltas formulará: “La poesía de acentos es superior en energía, música y variedad a la poesía de consonantes”.[9]

A lo largo de estas páginas de anotaciones aparecen versos populares que Martí simplemente anota o comenta, es el caso, por ejemplo:

 

El que bebe agua en tapara

Y se casa en tierra ajena

No sabe si el agua es clara

Ni si la mujer es buena.[10]

 

Y en el Cuaderno 19, que es una lista de direcciones, en la que el pensamiento martiano intercala de vez en vez reflexiones y otras notas para la memoria, aparece una cuarteta de una vidalita —“Que cuando las mece el viento /Yo no sé qué tienen, madre, / Las flores del camposanto, / Parecen que están llorando” —de la cual se escribe más adelante: “Las vidalitas—canto de la gente paisana en prov.[vincias] del Norte.—// De vidita, canciones amorosas”.[11]

Esta línea de estudios sobre la poesía, de búsqueda de una forma poética donde se reúnan unidad y sencillez, tratando de conseguir una música interior suprema y verdaderamente bella, es un trabajo que se gesta en la mente martiana en estos años finales de los 80 y principios de los 90, mientras tensa su cuerpo y su espíritu hasta extremos verdaderamente dañinos para su salud sobre todo en el segundo semestre de 1889 y el primero de 1890, cuando enfrenta la Conferencia Panamericana y la Conferencia Monetaria Internacional. El trabajo descomunal que despliega en estos días lo postra finalmente e irá a las montañas de Catskill en busca de reposo, y aunque, al parecer,[12] también albergaba propósitos políticos en aquel lugar, son sin la menor duda días en que su espíritu entra en una comunión particularísima con la naturaleza circundante y que es allí donde aquellos versos musicales y autóctonos tan soñados y buscados se harán concretos en su mayor parte sobre la hoja de papel.

Estos apuntes nos proporcionan datos sobre el ir y venir martiano por las montañas, sobre cómo se conjugan la lectura atenta y la observación minuciosa y placentera del paisaje y las gentes. Martí cita textos, pero anota también lo datos de su contemplación detenida de los ambientes, escribe los diálogos escuchados al paso, o hace constar algunas experiencias vividas junto a otros vacacionistas. Escribe, por ejemplo, ante el paisaje de las montañas de Catskill:

 

Una montaña es azul; otra verde, la otra verde en el tope, y en las faldas manchones azulados. Cae la lluvia a torrentes, y la niebla envuelve la casa del club: la niebla llega a los mismos portales. Un momento después, brillaban al sol los balcones rústicos de la piazza.[13]

—–

Nunca entendí como hoy la frase “la tierra sonríe”. En la mañana lluviosa, (en Maplewood), la aparición súbita del sol. Tiende las capas de oro, como los heraldos de un califa de antes, a quienes manda el califa que le tengan cubierto el camino de brocados y de flores. Como una novia que llora, y se seca los ojos con el delantal, al ver el novio que viene, llorando y riendo.[14]

—–

 

O narra anécdotas:

 

El abogado, en Twilight Park:

—¿Cómo se deletrea Mountain?

——-

—En el juego del Deletreo, “Progressive Spelling”, un cubano fue el único que no perdió su puesto.—Maestros, reverendos, médicos, un general, tres estudiantes.[15]

——

Al leer estas páginas del Cuaderno 18 uno reconstruye los recorridos de José Martí, sus excursiones con los otros vacacionistas por las montañas de Catskill, sus lecturas y observaciones, los juegos de salón con los que entretenían sus veladas o se consigue anotar el nombre de algún compañero casual de diversión como Anthony Comstock.[16]

Este Cuaderno está fundamentalmente conformado por un apretado haz de lecturas en tres idiomas, donde no faltan esbozos de sus versos libres, que escribió prácticamente durante toda su vida a partir de 1878. Pero hay un punto en que uno comienza a leer notas en las que se reconocen las meditaciones propias de un paseante y entonces los apuntes penetran en una especie de círculo mágico en el que Martí —sin abandonar sus lecturas— se relaja y entra en una particular comunicación con la naturaleza y con el entorno humano, y en esa atmósfera escribirá los versos sencillos de los cuales podemos ver algunos esbozos.

En una de sus crónicas periodísticas escritas en el verano de 1890 se describe a sí mismo como “un pobre montañés de pega, que fue a poner la mente donde volviera a echar flor, y a tender los brazos donde tocan con el cielo”.[17] En esta misma crónica cita una revista veraniega que recomienda llevar al campo los libros de Sir John Lübbock para estudiar la vida de los insectos.[18]

Y esta recomendación nos conecta enseguida con el diario de apuntes donde Martí comienza a citar textos del libro Flowers, Fruits and Leaves, del científico Lübbock, y a escribir comentarios acerca de su lectura. Anota una serie de impresiones y reflexiones utilizando el inglés o el español que lo colocan en plena naturaleza:

 

Yo soy como las abejas, que trabajan mucho más en el verano.

———

It is a pleasure to live under de same roof with self-forgetting people.—

———

De lejos, muy de lejos se oye hablar a la gente: el aire es como cristal, y luce y vibra.

———

I have by my window a bed of primroses.

———

El pensamiento convaleciente empieza a retoñar, por hojas sueltas, como después del invierno van apareciendo poco a poco las hojas de la primavera en los árboles.

Inmediatamente después de estos apuntes de fuerte carga subjetiva y de acercamiento a la naturaleza, escribe el esbozo de los que serán unos versos sencillos:

 

Yo quiero salir del mundo

Por la puerta natural:

En mi (ataúd) de hojas verdes

A morir me han de llevar.

 

No me pongan en lo oscuro

A morir como un traidor:

Yo soy bueno, y como bueno

Moriré de cara al sol.

—–

Bajo los maples frondosos

Entre los finos helechos.

—–

O una planta amorosa

Doblada al viento inclinase a mi seno.

 

Luego de estos dos dísticos finales quedaron en el Cuaderno como esbozo y nunca pasaron a su poemario. Escribe Martí: “No la he de arrancar. Yo que muero de vivir sin raíces, no le quitaré las suyas. Quédese aquí para que consuele a otros, como me ha consolado a mí”.[19]

Con lo que se cumple aquí también esa manera suya de enlazar reflexión y poesía, desprendiendo su observación en prosa de la experiencia que ha concretado en versos. Esos helechos y maples que se deslizan entre sus versos, como marcas del paisaje y en el segundo caso como marca lingüística también del entorno concreto en que se escriben los Versos sencillos, serán censurados por el autor en su búsqueda de las esencias cubanas y americanas que conforman el tuétano de este poemario.

También encontraremos, un poco más adelante, el borrador de los versos sencillos número xx “Mi amor del aire se azora” entre una tirada reflexiva sobre el trabajo de los críticos literarios y el apunte en inglés de un diálogo escuchado al pasar presumiblemente entre una madre y un hijo. Así, en el Cuaderno 18 continúan los testimonios de sus experiencias campestres y de sus lecturas, sus observaciones de los insectos y los hombres entre las montañas de Catskill. Los testimonios escritos en prosa se cargan de una subjetividad intensa que luego se hace verso, condensación de sus vivencias. Lo que se ve en dicho Cuaderno es esa fusión natural entre lo vivido y lo escrito que rige la escritura martiana, a la que se incorpora continuamente, como afluentes a un río, un flujo incesante de experiencias, acciones y lecturas sentidas, pensadas y finalmente expresadas, concretadas en un objeto verbal.

Vemos desplegarse minuciosamente esa poética de los apuntes en que se tejen los saberes y las vivencias de José Martí, ilustrando claramente esa manera suya que se alimenta continuamente en muchas fuentes a la vez, persiguiendo siempre una totalidad integradora. El poeta mismo ha descrito su método cuando le confiesa a Bartolomé Mitre y Vedia que “es mal mío no poder concebir nada en retazos, y querer cargar de esencia los pequeños moldes”.[20] Martí es un abarcador cuya escritura se esfuerza tenazmente en sintetizar, en fabricar haces de relaciones que le permitan describir el mundo, crear con palabras un homólogo del universo.

 

 

[1] JM: Prólogo a Versos sencillos, OC, t. 16, p. 61. OCEC, t. 14, p. 297.Extraído de: Carmen Suárez León. Indagación de universos. Los Cuadernos de apuntes de José Martí.Centro deEStudios Martianos, La Habana, 2015, p. 105 -118.

[2] JM: “En los Estados Unidos. Cartas de verano”, OC, t. 12, pp. 439-445.

[3] JM: Cuadernos de apuntes, OC, t. 21, p. 396.

[4] Ibídem, p. 414.

[5] Doctor Charles Burney (1726-1814). Organista inglés e historiador de la música. Escribió el libro General History of Music, (1776-1789, 4 vol.). (Véase OC, t. 21, pp. 393 y ss.)

[6] JM: Cuadernos de apuntes, OC, t. 21, p. 395. [En retórica, la verdadera belleza y la sublimidad real del estilo, así como el pathos genuino dependen más de la completa simplicidad y de la unidad perfecta que de cualquier otra cualidad.—Y para un igual grado en música, el descuido de la unidad y el desvío de la simplicidad tienden a destruir o impedir los efectos más importantes de cualquier corriente de dulces sonidos, ya sea expresada en simple melodía o en completa armonía. // La palabra melodía significa una corriente de música que consiste en una sucesión de notas simples: la palabra armonía se aplica a la combinación de diferentes notas, algo junto en concordia. (Traducido para esta edición por CSL)]

[7] Ibídem, p. 406.

[8] Ibídem, p. 430.

[9] Ibídem, p. 404.

[10] Ibídem, p. 392.

[11] Ibídem, p. 455.

[12] Véase Rodolfo Sarracino: José Martí en el Club Crepúsculo de Nueva York. En busca de nuevos equilibrios, Guadalajara, Editorial Universitaria, Universidad de Guadalajara, Centro de Estudios Martianos, 2010.

[13] Ibídem, p. 422.

[14] Ibídem, p. 424.

[15] Ibídem, p. 423.

[16] Anthony Comstock (1844-1915). Reformador estadounidense. Rígido defensor de la tradición moralista de las comunidades de Nueva Inglaterra. Como líder de la Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio, atacó casi todas las formas de cultura de su tiempo. Miembro del Club Crepúsculo.

[17] JM: “Cartas de verano. La universidad de los pobres”, OC, t. 12, p. 433.

[18] Ibídem, pp. 433-434.

[19] JM: Cuadernos de apuntes, OC, t. 21, p. 417.

[20] JM: Carta a Bartolomé Mitre y Vedia, Nueva York, 19 de diciembre de [1882], E, p. 257.