Durante la segunda mitad del siglo XIX en las Antillas hispanohablantes una ideología emerge: el antillanismo, sus fundamentos resultan fáciles de representar:
· Independencia absoluta de las Antillas españolas.
· Proyecto de modernidad opuesto a las ideas de colonialismo y anexionismo.
· Integración defensiva, indispensable para el progreso regional.
· Valoración de los deberes de las islas con los pueblos de América.
La década de 1860 pondera ese credo, eclosiona con los levantamientos de Lares y Yara, no alcanzan su colofón. Al efecto en 1895 los cubanos reanudan la contienda; pero las fechas de 1868 y 1895 son solo hitos, y como Homi Bhabha advierte: “Comienzos y finales pueden ser los mitos de sustento de los años intermedios”. Ciertamente ese intervalo resulta crucial para conocer cómo se edificaladoctrina antillanista.
Entonces, como hoy, se subrayaba la importancia estratégica de la región, de ahí que los próceres antillanos de entonces dedicaran escritos y actos a favorecerla interrelación territorial. En la segunda mitad del XIX, sin emplear los contemporáneos términos identidad e integración interpretan dichas categorías como el muro de contención contra los intereses injerencistas foráneos.Al efecto subrayan la correspondencia degeografía, cultura, política e historia entre las islas e Hispanoamérica. Asumen la unidad a partir de la diversidad, conocen que la región se define por su simbiosis.
La importancia insular en lo internacional les lleva a formular “la idea de unión formal, unificación o confederación de nuestras islas caribeñas, como instrumento para el rescate, salvaguarda y defensa de su territorio y su nacionalidad en relación con las viejas potencias coloniales europeas, y en relación -también- con los nuevos peligros que, a partir del despojo mexicano por los Estados Unidos, comienzan a evidenciarse –y materializarse- en la América no sajona.”
Al respecto resultan significativas las equivalencias discursivas de los boricuas Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos con el cubano José Martí, ellos articulan un dialogo donde historia y presente, lo psíquico y lo social desarrolla una íntima intertextualidad. Independencia absoluta, proyecto de modernidad rebelde a la injerencia, deberes de las islas con Hispanoamérica y rescate de nuestra identidad a partirde la integración regional sonsus constantes.
Sobre una comunidad histórica de desdichas forjan un presente de lucha desde el que otean el futuro, hermanado y próspero. Vinculan tiempos diversos para justipreciar la libertad insular, rompen los cánones liberales liberales-imitativos de su época y proyectan vías propias, advierten algo que continúa siendo una lección de correspondencia hispanoamericana: “Las instituciones de los Estados Unidos merecen seguramente la admiración […] Pero ¿estamos seguros que trasplantada en nuestros climas y aplicada a nuestra raza, produciría los mismos envidiables frutos? ¡ay! No sembréis ni el manzano en La Habana, ni la palma en Washington! ¡Ambos perecerían!”
El camino de lo auténtico lo forjan a partir de la diferenciación Norte-Sur, ampliamente dilucidada por Martí en su discurso conocido como “Madre América”. Los boricuas claman la integración a partir de los vínculos de democracia y para la propia conservación de la libertad en las islas, sobre ello erigen la idea de Federación de las Antillas! Martí no tomó ese rumbo, así señala: “No parece que la seguridad de las Antillas […] dependa tanto de la alianza ostentosa […] que provocase reparos y justificaran la agresión como de la unión sutil, y manifiesta en todo[…] [ y añade] las islas que han de sostenerse juntas, o justas han de desaparecer, en el recuento de los pueblos libres.”
Tal estrategia, diferente, denota la geopolítica de fines de los sesenta respecto a la de la última década del XIX. No obstante en ambas, boricuas y cubanos, refrendan que: “Las Antillas tienen condiciones para la vida independiente […] que la anexión sería la absorción […] que no solo consiste en el sucesivo abandono de las islas […] sino en el triunfo de la raza anexionista y por tanto el empobrecimiento de la raza anexionada.” Supuesta “salida” política no era considerada una propuesta popular sino un cálculo económico de determinados sectores insulares, timoratos.
Otro rasgo común del antillanismo del XIX finisecular fue su expresión sobre las islas y sus deberes hemisféricos, de ellos manifiestan: “¿qué son las Antillas? El lazo, el medio de unión entre […] una parte y otra del Continente […]son políticamente el fiel de la balanza, el verdadero lazo […] del porvenir”. Aparece así la idea del equilibrio hemisférico centrado en las islas, brota como necesidad, persigue la independencia de España en un instante de latente expansionismo norteamericano; entonces se remodelaban las fronteras geopolíticas de América y las Antillas, lazo universal, eran llamadas a cumplir un rolprotagónico.
Perenne resulta su énfasis en tal empeño, siempre advirtiendo que para cumplirlo las islas primero tienen que ser libres y dueñas de su destino, solo: “Entonces, el Archipiélago y este pedazo de tierra que une los dos continentes del Nuevo Mundo, adquirirían [la] […] rápida fuerza que da la afluencia de los intereses universales”. Nuestros próceres concuerdan en que la libertad de las islas debe servir al porvenir de América, dado el plan de intermediarias naturales que desempeñan, indican: “En las Antillas la nacionalidad es un principio de organización […] porque […] coadyuva […] al fin histórico de la raza latinoamericana.” Su concepto de nacionalidad no les fija suelo, representa más bien un compromiso.
En la última década del siglo XIX todo indicaba que el ciclo iniciado en 1868 estaba a punto de cerrarse sin mayores logros. Entonces Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, proyecta la aspiración emancipadora insular en su trascendencia hemisférica, con el acuerdo de la emigración antillana funda un partido “para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico.”
Los hombres del partido aprecian que a la causa de la libertad solo se le oponía: “el miedo al sacrificio, y la tradición oligárquica”. Ante las nuevas condiciones geopolíticas la unidad insular no debía ser concebida desde una federación, los cambios ocurridos en las islas y en la correlación de las fuerzas internacionales constreñían a readecuar los criterios de la unidad regional, de ahí queMartí expresarasu unión como sutil y manifiesta en todo, ello representa una comunión de larga data que se readecua ante las nuevas realidades político-sociales, sella: “muchos […] debieran entender […] la estrecha relación de las Antillas con el problema americano.”
Comprendió que las Antillas hispanohablantes “han de sostenerse juntas, o juntas han de desaparecer […] las […] guardianes de la América cordial y verdadera, que sobrepujará al fin a la América ambiciosa, […] las tres hermanas que de siglos atrás se vienen cambiando los hijos y enviándose los libertadores, las tres islas abrazadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.”
En el año 1895 un ciclo de enunciaciones concluye, nuevamente estalla la guerra, solo en Cuba, Martí y el general dominicano Máximo Gómez suscriben un documento, trasciende como Manifiesto De Montecristi, sentencia su compromiso con el legado precedente: “La revolución […] iniciada en Yara […] ha entrado en […] un nuevo período de guerra […] para bien de América y del mundo”. La gesta expone un panorama político-social diferente al de 1868, España es el recuerdo de un imperio mientras que los Estados Unidos se hacían cada día más fuertes.
A tono con su época el alerta martiano: “La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar […] el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de lasnaciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo.” Fijaba el cubano el derrotero de su revolución, cae en combate.
Hostos, al conocer el infortunio redacta un texto a la memoria del que llama Apóstol, resume la empatía de la obra antillanista, despersonaliza la obra del cubano, la engrandece, plantea sobre lo dicho por aquel: “No son ideas de Martí, sino de la Revolución, […] pero esas ideas de comunidad de vida, de porvenir y de civilización para las Antillas están expresadas con taníntima buena fe por el último Apóstol de la Revolución de las Antillas, que toman nuevo realce.”
Nosotros, como ellos, a tono con la realidad que nos toca vivir, debemos insuflar aire nuevo al acercamiento, no desoír sus alertas y a tono con Martí trabajar, porque: “Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto.”