El poeta cubano Guillermo Rodríguez Rivera, en un lúcido ensayo que indaga cómo somos las cubanas y los cubanos, escribió con mucho acierto:
Hay dos grandes madres en la historia nacional, porque son las de dos grandes cubanos impulsores de nuestra independencia: Mariana Grajales, la madre de Antonio y de todos los Maceos, y Leonor Pérez, la madre de José Martí.
Mariana, al morir uno de sus hijos, le pidió al menor que se “empinara” para acudir también a luchar por la independencia de la patria. Leonor vivió siempre tratando de preservar la vida de su único hijo varón.
En las nuevas circunstancias épicas que la Cuba revolucionaria ha vivido, la figura de Mariana ha sido lógicamente exaltada por encima de la de Leonor, pero yo creo que ambas actitudes representan el código de la mujer cubana.
Tal apreciación nos remite a la evidencia de que una mujer como Mariana también cuidó y se preocupó por la seguridad y el bienestar de sus hijos, tanto como doña Leonor fue fuente de inspiración del espíritu de rebeldía del Apóstol de la independencia cubana, y luchadora ella misma en la medida en que lo podía ser una madre española en momentos en que Cuba aún luchaba por su independencia.
Nacida el 17 de diciembre de 1828 en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera, procedía de una familia que contaba con algunos recursos económicos, los que llegan a acrecentarse cuando, a poco de llegar a la isla, el padre gana un primer premio de la lotería que les permite vivir en una casa bastante espaciosa y cómoda en la calle Neptuno.
Es muy probable que al asistir a uno de los frecuentes bailes donde la juventud capitalina de la época hallaba modos de esparcimiento, Leonor conociera a Mariano Martí Navarro, sargento de artillería natural de Valencia, quien debió sentirse atraído por esta isleña veinteañera. No habiendo oposición en casa de la joven y siendo el pretendiente del mismo cuerpo de artillería al cual había pertenecido el padre de la futura novia, el valenciano y la tenerifeña se comprometen y casan el 7 de febrero de 1852. Un año más tarde, les nace su primogénito, al que bautizan con el nombre de José Julián. A este se le suman en pocos años siete hijas: Leonor (la Chata), Mariana Matilde (Ana), María del Carmen (la valenciana), María del Pilar Eduarda, Rita Amelia (Amelia), Antonia Bruna y Dolores Eustaquia (Lolita).