Martí en la iconografía de la cerámica contemporánea
Por: Miguel Alejandro Jerez Oliva

El Centro de Estudios Martianos (CEM) posee un valioso patrimonio en torno a la iconografía martiana, uno de los temas más transitados en el mundo de la representación del arte cubano y latinoamericano. Integrados a la estética y funcionalidad de la institución, la colección incluye creaciones de artistas cubanos de todos los tiempos: Armando García Menocal, Juan José Sicre, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, Raúl Martínez, Esteban Valderrama, Roberto Diago Querol, Nelson Domínguez, Flora Fong, Alberto Lescay, entre otros, quienes desde sus respectivas poéticas conectan con la figura y/o la obra de José Martí.

El 19 julio de 2005, durante la celebración por el aniversario 28 de la creación del Centro, se presentó una exposición titulada Con los pobres de la tierra, como parte del proyecto Martí en julio como en enero, dirigido por la promotora Teresita Segarra junto al artista Raciel Feria. Tratándose de una las personalidades más retratadas en la historia de Cuba, la imagen conceptual de esta colección conformada por 37 obras de cerámica –algunas con más de una pieza– constituyó un reto para los artistas participantes.

La curaduría concibió diferentes categorías. En primera instancia, las que complementan imagen-título, en las cuales se utilizan frases de la producción literaria martiana y engloban un universo de mímesis entre plástica y literatura, como por ejemplo: “Yo soy un hombre sincero” (Vicente Rodríguez Bonachea), “Todo es música y razón” (Diana Balboa Hernández), y “Que busca en el monte amparo” (Zaida del Río Castro).

En segundo lugar, las que guardan relación directa con el soporte de la cerámica. En este caso, menciono aquellas que, en mi opinión, marcan un elemento diferenciador en la colección: “Mi verso es de un verde claro y de un carmín encendido” (Oscar Patterson Chapman), “Te quiero porque te quiero” (Grisel Ofelia Rivera), “Todo es movimiento” (Alejandro Montesinos) y “Miradas” (Águedo Alonso), en las que se puede identificar la relación intertextual con las clásicas obras de Raúl Martínez (años 60 del pasado siglo), cuya mayor riqueza cromática e imagen multiplicada de Martí crea el necesario efecto de dinamizar la composición. En el mismo sentido, estas obras también afirman el valor del pensamiento martiano y su proyección iluminadora en la sociedad.

Por último, obras que recorren discursos de la pintura mediante varios arquetipos sociales que forman parte del ente cubano, aunque prevalezcan elementos visuales de la personalidad de Martí. De ese conjunto, destacan: “Vengo del sol y al solo voy” (Ever Fonseca Muñoz), “Soy del monte” (Rolando Vázquez Hernández), “El vigía” (Harold López Muñoz) y “Ángel de la guarda” (Eddy Abela Torrás), vinculadas al entramado religioso afrocubano. Esta última pieza, anclada en la evocación de la figura martiana en la Mayor de las Antillas, se relaciona analógicamente con la fe en la Regla de Ocha. Resulta posible percibir similitudes relacionadas con la construcción iconográfica de la que se conoce como la Patrona de Cuba, la virgen de la Caridad (Ochún): ambos levitan marcados por una aureola, declarando así el valor de la deidad. Lógicamente, cada una representando un espacio en la sociedad cubana. Ochún, desde la religiosidad salva a sus fieles en el bote, y la figura de Martí salvaguarda una pequeña representación arquitectónica donde se connota el fundamento de sus ideales independentistas hacia la Isla.

Y, en particular, la pieza de pigmentos sobre cubierta “Paisaje del Maestro” (Adrián Cuba), funciona como una paronímica testimonial de las categorías de la exposición. Presentada como collage, sintetiza los 42 años vividos por el Apóstol José Martí: un universo con imágenes de sus disímiles textos, ilustraciones de La Edad de Oro, su casa familiar en la Calle Paula y la arquitectura colonial de La Habana Vieja.

Aunque me he referido solo a una parte del conjunto, cada una de estas obras –que continúan expuestas en los espacios del vestíbulo de la Dirección y el Salón Betances del CEM–, dialoga con la colección de artes visuales patrimonio del inmueble, tanto en la concepción misma de las piezas como en la acertada y novedosa elección de las diferentes técnicas de cerámica para su materialización. Con los pobres de la tierra constituye una mirada contemporánea a la iconografía martiana que subraya, en sus variados lenguajes de representación, la necesidad de mantener latente el legado de José Martí.