La música no precisa de los oficios de un traductor, los signos de su notación poseen un valor universal. Componer o interpretar la música es un acto sublime; pero escribir sobre ella resulta escabroso, porque supone de una sensibilidad inusual y un conocimiento profundo del tema.
A José Martí se le reconoce como un célebre crítico de las artes plásticas y de la literatura. En ocasiones se ignora su destello en los escritos sobre la música, que sin ser un musicólogo, fue capaz de desentrañar el misterio e historia de los diversos géneros musicales como el instrumental, de cámara, de sacra, dramática, sinfónica, hasta notar el destemple de un instrumento.
La extensa obra literaria de Martí es un capítulo irrepetible en el arte de todos los tiempos. Fue y seguirá siendo para todos los que estudian su obra un artista en toda la extensión de la palabra. Del mismo modo que escribió y trabajó por la libertad definitiva de la patria, así lo hizo en otros campos.
Del asunto que menos imaginamos, escribió con gran maestría y pureza, ofreciendo lo mejor de la naturaleza expresiva que lo caracterizaba, y con una facilidad de palabras y perfección en su vocabulario mucho más rico que lo que imaginamos un solo hombre haya podido escribir. Muchos se han acercado a Martí en descubrimiento de sus diversas facetas. En esta oportunidad me acercaré a sus ideas sobre la más abstracta de todas las artes: la música.
Del tema escogido se ha hablado poco, pues Martí no escribió ningún libro de música ni fue músico pero si tenía una gran capacidad de apreciación musical que demostró en sus artículos periodísticos y en su obra literaria en sentido general.
Además sus lecturas sistemáticas y su preocupación constante por el conocimiento de la vida le llevaron a conocer personalidades musicales de su época, y de épocas anteriores, de los cuales escribió comentarios.