El 31 de agosto de 1878, después de efectuado el Pacto del Zanjón, José Martí regresa a Cuba, en los inicios de aquella época entre guerras, calificada por él mismo como “años del reposo turbulento”. Los propósitos en este regreso estaban dirigidos a incrementar, desde dentro, el proceso independentista, aparentemente detenido en su desarrollo. Pero sus actividades fueron muy variadas, y el estudioso Alberto Rocasolano llega a preguntarse,“¿qué papel jugó la intensa actividad literar ia desarrollada por él casi desde el momento de su llegada?”
En esto Martí cumplía su amplio proyecto, que no se limitaba a conseguir la independencia política de España, sino a crear las bases para una futura nación digna, en lo cual los aspectos culturales y, en especial, los literarios, tenían una importancia cardinal. De ahí su actitud, extendida a muchos otros escritores cubanos, quienes durante aquella “tregua fecunda” utilizaron los medios literarios como armas de combate.
Martí, apenas llegado a Cuba, participa en diversas actividades cultuales, entre las que sobresale su vinculación, sobre todo, al Liceo Cultural de Guanabacoa, pero también al Liceo Artístico y Literario de Regla y otros círculos más esporádicos. Allí intervino activamente en debates acerca de “el idealismo y el realismo en el arte”, “el origen del hombre” y otras temáticas aparentemente no políticas. Lo anterior era una tónica habanera de la época, cuando proliferaban las Tertulias Literarias y Sociedades de Recreo. Además de las ya mencionadas pueden citarse La Caridad del Cerro, el Ateneo de La Habana y el Nuevo Liceo. En ellas brillaba la oratoria, detrás de la cual casi siempre había una proposición política. Como es sabido, en esto se destacaron los autonomistas, con Montoro a la cabeza.