Gacetillas de “Sección Constante”: breves, variadas, oportunas
Por: Mayra Beatriz Martínez

La gacetilla concebida a la manera tradicional, era un texto breve y, supuestamente, de poca importancia, dirigido al “gran público” de la prensa escrita, es decir a las grandes mayorías. No es precisamente la noticia, que tiene la piramidal estructura sabida, aunque también, tuvo desde siempre, fuerte carácter noticioso y notable variedad temática.[i] El llamado gacetillero ha sido considerado, pues, el redactor de gacetillas: un reportero rutinario, que no habría de exhibir, por fuerza, grandes alcances conceptuales ni alto vuelo estilístico; una especie de artesano de la prensa.

Sorprende, entonces, pensar que Martí, dueño de uno de los corpus más trascendentes de nuestra lengua, siendo un intelectual refinado y cultísimo, fue un gacetillero empedernido y gustoso. Muchos de sus contemporáneos modernistas, en cambio, odiaron este tipo de labor: rechazaban, en general, trabajar para la prensa periódica; aunque, de hecho, terminaron ganándose la vida con sus colaboraciones en periódicos y revistas, y, gracias a ello, contamos con sus deliciosas y sensitivas crónicas, cuya prosa, realmente, fue espacio genésico y privilegiado del primer movimiento literario realmente nuestramericano.

Martí, descendiente y continuador de la más ilustre e ilustrada prensa cubana, quien entendió desde siempre que escribir podía ser servir, aprovechó incluso el más modesto ejercicio periodístico. Ello le aseguraba, en compensación, llegar e influir, con mayor facilidad, a aquellas grandes mayorías que se beneficiaban ya por tiradas enormes y a bajos precios. El historiador, político y, además, periodista —como la mayoría de nuestros grandes intelectuales— José Antonio Saco (1797-1879), había hecho notar tempranamente la utilidad de alimentar la voracidad del nuevo tipo de lector moderno a favor de su educación y recomendaba

[…] mejorar las costumbres de la población rústica [publicando] máximas morales y buenos consejos sobre economía doméstica, los descubrimientos importantes, las máquinas y las mejoras sobre la agricultura, los métodos de aclimatar nuevas razas animales y perfeccionar las que ya tenemos.[ii]

Esta inclinación, probablemente trasvasada al joven Pepe por su propio maestro Mendive, quien fuera poeta y también periodista, la comprobamos muy tempranamente a través de sus textos en las secciones “Ecos de todas partes” y “Sueltos”, de la Revista Universal,[iii] tanto como, con posterioridad, en la “Sección Constante” de La Opinión Nacional. Luego vendrían la fugaz “Hechos Notables” de La América y, hacia el final de su vida, su “En Casa”, del periódico Patria. Su labor en este sentido se encargaría de sobrepasar, desde luego, la frivolidad e impremeditación con que otros colegas solían acumular sus informaciones, publicadas en disposición azarosa: en él notamos, muy pronto, su disposición a componer un espacio ordenado de conocimiento estratégicamente estructurado. Sus gacetillas, cada vez más, representaron un repensar su universo en función de una intención precisa.

El 2 de julio de 1875, los lectores de la Revista Universal mexicana debieron quedar asombrados al recibir un singular artículo que, tras analizar problemas políticos internos del país, concluía nada menos que con el documentado examen de un folleto científico del investigador mexicano Mariano Bárcena. Justamente, la concepción de ese raro texto le serviría de pretexto para hacer la siguiente afirmación encargada de revelarnos que, a pesar de la celeridad con que debía realizarse este tipo de tarea, poco espacio habría de dejar a la casualidad en la selección, el ordenamiento y elaboración de los materiales. Desde entonces advertía:

Y aquí termina este raro boletín: no es extraña la confusión que reina en él; de la guerra que destruye desciende a la ciencia que crea. No desmiente con eso la existencia humana, cuya obra es formar y destruir para transformar perpetuamente, sin que nadie en estos cambios de la vida se destruya ni aniquile. Palabras sobre ciencia borran la impresión desagradable que produce emplear la inteligencia creadora en ideas sobre destrucción.[iv]

Se trataba de un joven de apenas veintidós años, entonces recién llegado a México y que, prácticamente, se estrenaba profesionalmente en lides periodísticas. Muy pronto, testimoniaría, además, su conciencia de la naturaleza inherente al lector moderno, ávido, urgido por lograr una imagen más completa y compleja de un mundo que se volvía cada vez más pequeño y accesible precisamente por los novedosos medios de prensa y comunicación: todo le interesaba a ese lector, todo le podría ser pertinente, estaba abierto a todos los mensajes que se le hicieran llegar con suficiente inteligencia. Es ésa la impronta que delata su labor incansable de gacetillero, de manera que aconsejaría a sus colegas de oficio, ya en 1885 y desde el diario La Nación, de Buenos Aires: “El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio. A Omar Khayyam y a Pasteur, la literatura del espíritu y de la materia”.

Pero retrocedamos a 1881, a su etapa venezolana. En julio de ese año y tras la estancia en Caracas, que terminara abruptamente con el cierre de su Revista Venezolana, Martí regresó a Nueva York y, desempeñándose como corresponsal en el extranjero, a fines del mismo año, reanudó sus colaboraciones con el diario venezolano La Opinión Nacional.[v] Esta corresponsalía constituía la continuación de los vínculos anteriores establecidos con el propietario del periódico, Fausto Teodoro de Aldrey, y su hijo Juan Luis,[vi] quienes habían puesto a su disposición su imprenta para publicar los únicos dos números concebidos de la cuestionada Revista Venezolana.

Entre el 4 de noviembre de 1881 y el 15 de junio de 1882, paralelamente al envío de textos de mayor extensión —sus llamadas “escenas”— que, con la firma M. de Z., comenzaran a publicarse un tiempo antes —5 de septiembre de 1881—, comenzó a hacer llegar una nueva serie de gacetillas para la columna no firmada que titularían la “Sección Constante”. Después de su controvertida partida hacia Nueva York, seguramente la dirección del periódico apreció la conveniencia de que las colaboraciones martianas no llevaran su rúbrica —amén de que era bien usual en el caso de las gacetillas.

La primera “Sección Constante” apareció introducida por una nota explicativa de la redacción que daba cuenta de que

[…] hemos resuelto crear hoy una nueva sección con el título que encabeza estas líneas. Será diaria y su extensión no será nunca menos de una columna.

[…] nos importa el hablar a nuestros benévolos lectores incesantemente, de historia, letras, biografías, curiosidades y ciencias; […] nada importa que quitemos a los breves momentos que nuestras tareas dejan al reposo del cuerpo fatigado […] si la Sección Constante llena cumplidamente el objeto que nos proponemos: ser gratos a nuestros leales amigos y favorecedores sin alardes jactanciosos y pedantescos impropios de nuestra moderación, sencillez y humildad.[vii]

Juan Luis le había escrito —al parecer en septiembre de 1881— cuando se gestaba la idea de la columna: “Papá ha quedado muy satisfecho de su trabajo y me encarga decirle que en sus próximas revistas envíe gran acopio de noticias sueltas de todo lo que ocurra en los Estados Unidos y Europa. U. Sabe que por acá gusta mucho esa Sección”.[viii]

Esa mención —“satisfecho con su trabajo”— al referirse a la apertura de una posible sección noticiosa nos hace pensar que, tal vez, aparezcan en La Opinión Nacional notas informativas martianas anteriores incluso a su partida de Caracas.[ix] Asimismo, tal aseveración podría haber considerado las “escenas” que ya venía enviando desde el 5 de septiembre, o los dos textos que solo se han reconocido habitualmente como publicados en su período de estancia, dedicados a “El Centenario de Calderón”.

[i] El origen del término que designa esta modalidad periodística se ha dicho que estuvo en la palabra italiana “gazzetta”, la cual nombraba una moneda veneciana del siglo XVI equivalente al precio justo de las antiguas hojas periódicas. Se sabe que en 1531 una hoja veneciana de estas —que recogía anuncios y noticias locales— llevaba ya el nombre de Gazzeta delle Novitá. De manera que, por extensión gaceta terminó designando el periódico donde se ofrecían noticias —muchas veces un órgano oficial de un gobierno, o de cualquier institución—, mientras que gacetilla ha venido aplicándose lo mismo a la sección de una publicación donde se ubican esas informaciones de menor importancia —entretenidas, variadas y concisas—, que a cada unidad informativa de ese tipo, por separado. La gacetilla como unidad informativa puede llegar a asumir aires de comentario, crónica y hasta de crítica —de arte o literatura—, en dependencia del interés y la habilidad del autor. Por esencia, conservan un estilo vertiginoso.

[ii] José Antonio Saco: La vagancia en Cuba, Cuadernos de Cultura, La Habana, 1946, p. 85. Los destaques en las citas siempre son de la autora.

[iii] Con relación a las gacetillas martianas en la Revista Universal, véase Pedro Pablo Rodríguez: “Martí gacetillero”, Enfoque, La Habana, Unión de Periodistas de Cuba, año 4, no. 14, 2002, pp. 8-9.

[iv] José Martí: “Boletín”, Obras completas. Edición crítica, t. 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2009, p. 100. En lo adelante, se referirá “JM” en lugar de “José Martí” y “EC” en lugar de Obras completas. Edición crítica

[v] La Opinión Nacional: publicación caraqueña fundada en 1868 y dirigida por el periodista y ensayista español establecido en Venezuela Fausto Teodoro de Aldrey. Fue la primera en utilizar una imprenta de vapor en el país. Con el tiempo se convirtió en vocero del gobierno del general Antonio Guzmán Blanco. Textos firmados por Martí habían comenzado a aparecer en sus páginas desde junio de 1881.

[vi] Fausto Teodoro de Aldrey: periodista y ensayista español. Siendo joven se trasladó a América y vivió algún tiempo en Puerto Rico. De allí se estableció a Venezuela. Fundó El Porvenir (1864) y La Opinión Nacional (1868). Aldrey fue autor de Cuestión de derecho público internacional de Venezuela (1865). Juan Luis de Aldrey: periodista venezolano. Junto con su padre dirigió La Opinión Nacional.

[vii] La Opinión Nacional, Caracas, 4 de noviembre de 1881, cit. en “Notas Finales”, EC, t. 12, ed. cit., 2006, p. 278.

[viii] Destinatario José Martí, comp. y notas Luis García Pascual, La Habana, Casa Editora Abril-Centro de Estudios Martianos, 1999, p. 73.

[ix] Como algunas que aparecen en el diario —con fechas 2 y 18 de marzo— al pie de la cual solo se firma “Z.” y estaban dedicadas a estrenos operísticos en el entonces flamante teatro Guzmán Blanco, un tema que no era primera vez que él tocaba porque era su género preferido. Desde luego, es esta aún una suposición prematura, que deberá probarse a partir de un análisis muy detenido: en primer lugar estilístico concreto y, en segundo término, realizar un cotejo con el resto de la publicación, antes y después de su presencia, para determinar si existen otros textos bajo esa firma: “Z.”.

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