Lo que afirma este título pudiera parecernos un lugar común, dadas las veces que se ha repetido en los más variados momentos y circunstancias. Voy más lejos aún: en muchas ocasiones se repite la frase como un lugar común, es decir, sin la pretensión de explicar y convencer al lector o al oyente, con el deseo de que sea aceptada de inmediato sin reflexión alguna, hasta convertirla en un clisé vacío, pero que siempre cae bien a los ojos u oídos de algunos que asienten, satisfechos de la “sabiduría” o de la “orientación ideológica adecuada” de quien la ha usado.
No empleo ese título para repetir así una verdad de Perogrullo, absolutamente sin sentido por ello mismo. Tampoco me interesa entregarles ahora un supuesto análisis académico que nos cuente las veces que Fidel ha mencionado a Martí o que ha repetido sus ideas. Ni siquiera me impulsa sostener cuán justa, positiva y exitosa ha sido la Revolución Cubana en virtud de la declarada adscripción fidelista al ideario martiano en La historia me absolverá. Solo me empuja ahora compartir brevemente con ustedes por qué creo que Fidel Castro ha sido un consecuente martiano.
No bastan para considerarlo tal sus acciones contra la desvergüenza en que hundieron a la sociedad cubana los gobiernos auténticos, ni su impetuoso llamado tras del 10 de marzo de 1952 contra el golpe militar. No es razón absoluta de su adscripción a Martí el que aglutinara a un amplio grupo de jóvenes para afrontar a la tiranía asesina, ladrona y vendepatria para afrontarla en una contienda armada, tan necesaria como la Guerra del ’95, porque no había otra salida.