En el cincuentenario de la muerte de Jorge Mañach: sus acercamientos martianos
Por: Dr. Salvador Arias

Salvador_AriasSi existe un período de la cultura cubana que pueda considerarse excepcional, por los cambios que produce, la riqueza y diversidad de sus manifestaciones y el nutrido y brillante grupo de personalidades que interactúan entre sí con polémico dinamismo, sus límites hubiese que ubicarlos entre los años veinte y sesenta del pasado siglo veinte. Y este es el ámbito en el que se desarrolla y destaca Jorge Mañach, que había nacido en la provinciana Sagua la Grande el 14 de febrero de 1898 y fallece, en San Juan de Puerto Rico, el 25 de junio de 1961, hace ahora cincuenta años. Sin llegar a constituirse en guía de su generación —cosa que sin dudas le hubiese gustado— sí es una de esas figuras que pueden considerarse características de la época, por su pensamiento y sus actividades, cuya perdurabilidad está garantizada, sobre todo, por una considerable y valiosa obra literaria.

Escritor atildado, fecundo e inspirado no pocas veces, provisto de una muy sólida cultura, hizo del periodismo una práctica cotidiana durante la mayor parte de su vida, sin desdorar la publicación de libros ni el desempeño de una cátedra universitaria. Pero, hombre de su tiempo al fin y al cabo, se vio atraído por la convulsionada vida política del país, y a ella entregó no pocos esfuerzos, a pesar de primar siempre más en él el hombre de pensamiento que el de acción. Las circunstancias que rodearon su salida del país y su posterior fallecimiento en Puerto Rico en 1961, víctima de una enfermedad contra la cual llevaba años luchando, convirtieron circunstancialmente a Jorge Mañach en una figura problemática dentro de una Cuba convulsionada por una Revolución que transformó, sin lugar a dudas, todos los aspectos de la vida nacional.

Cuando joven, Mañach se había trasladado con su familia a España, y allí residió entre sus diez y quince años. De regreso a Cuba, el adolescente sería enviado a estudiar en los Estados Unidos hasta 1920, cuando obtiene en la Universidad de Harvard el título de Bachelor of Sciences, cum laude. Debe decirse que aunque no siempre su familia podía solventar sus estudios, muchas veces el joven estudiante los pudo mantener a través de becas y ayudas conseguidas con su talento y dedicación, como la que le permitió pasar un tiempo en la Universidad de París. De regreso a Cuba obtiene, en la Universidad de La Habana, los doctorados en Derecho Civil (1924) y en Filosofía y Letras (1928). Las estancias durante su época formativa en España y los Estados Unidos dejaron la impronta en su manejo específico de la lengua en buena parte de sus primeros textos, a veces de un regodeo casticista exagerado, al que suele corregir el conciso y sustantivo espíritu de la lengua de Shakespeare.

El joven Jorge Mañach manifestó muy pronto la que sería quizás más devota actividad durante toda su vida: el periodismo de opinión. Ya desde sus estancias estadounidense o europea había enviado ocasionales colaboraciones a alguna publicación habanera, como el Diario de la Marina y Bohemia, y, a su regreso a Cuba en 1922, consigue una columna regular en la primera de esas publicaciones bajo la denominación de “Glosas”, título que le da a una recopilación de ellas editada como libro en 1924. Pero ese mismo año, a partir del 9 de junio, las “Glosas” comienzan a aparecer en el periódico El País, lugar en donde permanecerán durante toda la década siguiente, pues no será hasta el 11 de febrero de 1945 cuando reaparecerán de nuevo, y por largo tiempo, en el Diario de la Marina. Pero ya en el período inicial de las “Glosas” en ese periódico, entre 1922 y el primer semestre de 1924, el tema martiano se fue abriendo paso entre sus preferencias, de manera algo lenta al comienzo, pero sí significativa.

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