Al conmemorarse el ciento quince aniversario de la publicación de El Partido Revolucionario Cubano a Cuba se impone la relectura de sus páginas, donde hallamos, en apretada síntesis, una muestra del pensamiento político-social de José Martí. No pretendo realizar un estudio comparado de este con otras páginas del Maestro, a fin de precisar los lazos genéticos entre ellas y valorar el desarrollo de los conceptos martianos que aquí se hallan en plena madurez, sino ofrecer algunas valoraciones fundamentales de su contenido, y unas pocas precisiones en torno al documento.
Acerca del Manifiesto
En este texto es posible reconstruir el proceso de creación martiano, pues se conserva gran parte de los borradores que antecedieron al que conocemos con el nombre de Manifiesto de Montecristi, por haber sido firmado en esta localidad dominicana por Martí y el general Máximo Gómez. Fue este quien recogió y guardó en su archivo los papeles de su amigo, los cuales publicó años después Emilio Roig de Leuchsenring. Reordenados con vistas a una nueva edición facsimilar, pude comprobar que se trataba de dos borradores, cada uno de los cuales posee, en el reverso de algunas cuartillas, los que parecen apuntes primarios usados por Martí a modo de guía para la redacción. La versión final, enviada a la imprenta para la confección de las hojas sueltas que divulgarían el documento, se mantuvo en el archivo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui.
La primera minuta tiene las características de un bosquejo general de las ideas fundamentales que luego el autor plasmó en el texto, y contiene secciones de párrafos que aparecerán en las redacciones siguientes. Considero que faltan algunas cuartillas, probablemente extraviadas, o destruidas por Martí en el proceso de elaboración del segundo borrador, que presenta un desarrollo más acabado y constituye el paso inmediatamente anterior a la redacción definitiva, y aunque al parecer falta una página, puede leerse casi la totalidad del texto que hallaremos en El Partido Revolucionario Cubano a Cuba. Por último, en hojas de escritura cuidadosa, aunque no exentas de tachaduras e interpolaciones, se halla la versión final que, reproducida en Nueva York, circuló en la Isla y fuera de ella.
Todo indica que el Maestro no requirió de varios días para redactarlo, sino de unas cuantas horas, pues, además de su gran dominio del idioma, los temas abordados en el documento ya habían sido meditados y expuestos previamente en múltiples ocasiones, y también, porque como hombre habituado a escribir para la prensa en las más difíciles condiciones, con sus plazos fijos de entrega, la elaboración de un texto de sólo quince cuartillas no requería de un esfuerzo particularmente prolongado, que sobrepasara una jornada ?jornada martiana, claro está: recordemos que sólo dormía unas pocas horas diarias, cuando podía hacerlo.