La colección original del periódico Patria que conserva en su biblioteca el Centro de Estudios Martianos –más allá del rigor del tiempo y las adversidades que entraña su uso– constituye una prueba física de la calidad de esas tiradas que acumulan ya de 133 a 126 años.
Desde el propio 14 de marzo de 1892, en que salió de las prensas en Nueva York, ha sido inteligentemente valorada tanto por coetáneos, como por lectores y estudiosos sucesivos, hasta hoy. Incluso no solo por la primerísima condición humana e intelectual de su artífice y principal fundador José Martí, sino por el itinerario vital del buen periodismo que, como norma, suele pasar de reporte de actualidad a testimonio y, a veces –es el caso–, llega a convertirse en letra de la historia.
La tinta firme sobre el papel amarillo y delicado de estos ejemplares físicos de Patria solicita revisiones a fondo de sus contenidos, e incluso contextos e interioridades de su creación. Cuántas claves pudieran hallarse en sus más de 500 números.
Hace apenas días, durante las sesiones de la Feria Internacional del Libro en la subsede del Centro de Estudios Martianos, el prestigioso doctor en Ciencias Históricas e investigador Pedro Pablo Rodríguez, jefe del equipo de un quehacer imprescindible, la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, exhortaba al estudio de Patria. Pedía a los investigadores dedicar tiempo al grupo de escritores que confluyeron en esa publicación, una bella y útil propuesta que posibilitaría conocerlos más e, incluso, detectar según estudio de estilos la autoría de aquellos textos no firmados, obviando los espacios del excelente Editorialista, quien (como es deber) trazó con un alto nivel de compromiso las líneas de la publicación, en artículos de fondo “apócrifos”.
En vida de Martí, Patria no se reconoció como órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano, aunque era explícita esa función del periódico como vehículo de difusión directa. En una delicada nota de agradecimiento a El Porvenir (“Patria, no órgano”, segundo número fechado el 19 de marzo de 1892), se explica la acción de esta prensa forjando conciencia a futuro (inmediato): “El partido, una vez creado, hallará medio de que cundan las ideas beneficiosas al país. Órgano suyo será naturalmente todo patriota puro”.
En cambio sí fue, estratégicamente, su órgano oficioso, tal como lo definiera Roberto Fernández Retamar[1] e, incluso, como ya lo había expresado una cubana en carta a la redacción, a quien el periódico dio acuse de recibo. Hay muchas señales en esos intercambios, diferentes estrategias de auspicio, modos cultivados de “hacer Patria” que, indican (creo) la posibilidad de otras claves subsumidas en la publicación.
No dudo que Martí, tan atento a los cambios que experimentaba la prensa de su época y gran conocedor de las tradiciones de las artes gráficas y de lo que puede trasmitirse mediante dicha simbología, deslizara –tratándose de etapa tan complicada como la de la preparación de la guerra– mensajes cifrados en las planas, de esos que debían “andar ocultos”, buscando una comunicación más segura con sus corresponsales.
No solo no me extrañaría; en lo personal me hace ilusión que se busquen y lleguen a hallarse tales evidencias. Muchos hombres de letras de esa época se formaron en la imprenta. El desarrollo tecnológico, con los innumerables beneficios que ha traído consigo al reducir lentitud y complejidad de los tipos emplomados, cajas altas y bajas, galeradas, etc., –labor entonces casi manual–, ha logrado simplificar los procesos y normalizar la exposición de la riqueza de los viejos y siempre vigentes recursos como corondeles, cintillos, capitulares finas o gruesas, epígrafes, bajantes, viñetas, orejas, frontispicios, márgenes, bendeyes, bigotes lisos u ornamentales, cuadratines, entrefiletes y todo lo indispensable en la composición, que embellece y facilita la legibilidad de las planas y que, en la arquitectura de Patria, también define sus pautas de modernidad.
Habría que estudiar en Patria la ritualidad de esos artificios clásicos, que no han dejado de usarse en prensa y libros (de diferentes soportes) porque tributan a la pureza del oficio y el lector sensible los percibe hoy, casi de manera subliminal, como si hubieran llegado a la página sin mucho esfuerzo. Un estudio enfocado en esas direcciones, implicaría comparaciones con rutinas en órganos similares de la época en cuanto a formato, contenidos habituales, secciones, espacios fijos, anuncios, distribución de temas por páginas.
Me pregunto, dada su emisión (semanal) y el modo sosegado en que se enfocan los temas, si es justa la clasificación más reservada comúnmente a las publicaciones de tiraje diario, que a ese ritmo notician y trasmiten el acontecimiento “en caliente” y, muchas veces, disponen de ediciones dobles o triples: matutinas, vespertinas y extraordinarias. Sin que la denominación periódico reste mérito alguno, es inevitable que remita al diarismo.
Las lecturas de los contenidos de Patria, incluyendo los Suplementos, llevan más bien a pensar en meditaciones generadas por ideales y sucesos de los lejanos hogares (Cuba y Puerto Rico), a sabiendas de la pluralidad del público receptor. Ante la casi imposible cobertura noticiosa desde dichas zonas de interés –y a excepción de los Alcances a Patria (que reportan noticias del estallido de la guerra el 24 de febrero de 1895), Patria no persigue la inmediatez.
Sus textos se recibían como reflexiones exclusivas, como si, dado el peso de una creación tan cercana a la utopía, los lectores no estuvieran siendo (al momento de leer) solo destinatarios de la prensa, sino de cartas personalizadas. Patria es fuente de conocimiento, de ahí que siga atrayendo sobre sí tantas miradas.
[1] En el artículo “Cuál es la literatura que inicia José Martí”, publicado en Anuario del Centro de Estudios Martianos (vol. 4, 1981, p. 30) dice Retamar: “Incluso en el periódico Patria, que fundó en Nueva York en 1892 como vocero oficioso del Partido Revolucionario Cubano…”. Esa definición de Retamar me llevó a solicitar argumentos al estudioso Ibrahim Hidalgo Paz, en una entrevista que le hiciera en 2022, publicada en el Portal “José Martí”: