Desde su inauguración el 19 de julio de 1977, el Centro de Estudios Martianos comenzó a hacer efectivas las funciones descritas en su nombre: reunir, catalogar, reproducir, conservar, investigar y difundir la papelería de José Martí mediante ediciones críticas de sus Obras completas, libros, publicaciones periódicas y creación de otros espacios de estudio y diálogo en el ámbito nacional e internacional. El noble proyecto ha seguido creciendo marcado con la impronta de maestros como Cintio Vitier, Fina García Marruz, Roberto Fernández Retamar, Armando Hart Dávalos, entre otros muchos fieles estudiosos.
Por las muy difíciles circunstancias que nos impone hoy la pandemia, hemos decidido celebrar este aniversario 44 preguntando a distancia: ¿Qué significa para usted trabajar en el Centro de Estudios Martianos? Compartimos en las redes las declaraciones de orgullo y responsabilidad recibidas a vuelta de correo por nuestros colegas.
Dra. Marlene Vázquez Pérez, Directora e Investigadora
Un sueño cumplido, porque desde que era estudiante universitaria deseaba trabajar aquí. Un honor, una gran responsabilidad ciudadana, un compromiso con Cuba y con Martí.
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Lic. Amalia Taquechel Barreto, Subdirectora de Relaciones Internacionales, Promoción y Docencia
En el Centro de Estudios Martianos he podido desarrollarme como profesional. Es mi etapa de trabajo más activa y fecunda. Mi fuente de conocimiento, altruismo y entusiasmo. Mi segunda casa. Es un honor pertenecer a esta institución y poder compartir con un colectivo de compañeros verdaderamente martianos.
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Dra. María Caridad Pacheco González. Subdirectora de Investigación.
El 2 de mayo de 2000 comencé a trabajar en el Centro de Estudios Martianos, de modo que en el primer año de la centuria al fin logré lo que había anhelado durante largo tiempo. Si algo aprendí de Martí es el valor de la constancia y la perseverancia para alcanzar los sueños y los objetivos que la vida nos pone delante, y estos 21 años han sido decisivos en muchos aspectos de mi existencia. Ha constituido una motivación para el progreso y crecimiento personal, pero sobre todo, la posibilidad de trabajar junto a estudiosos de la obra martiana, algunos lamentablemente ya desaparecidos, que acrecentaron mi deslumbramiento por un José Martí tierno, humano y emancipador. Mi eterno agradecimiento al Centro de Estudios Martianos en su aniversario 44, punto de partida de relevantes realizaciones en su esencial misión de investigar y divulgar la vida y obra del más universal de los cubanos.
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Dr. Pedro Pablo Rodríguez López. Investigador Titular, Jefe de Equipo de Edición Crítica.
Significa muchas cosas a la vez.
Significa responsabilidad dada la importante misión que este Centro debe cumplir: auspiciar el estudio de la vida y obra de Martí; recoger y conservar toda la documentación relativa a su persona y a su labor; promover publicaciones de sus escritos y en torno a su tarea; continuar publicando el Anuario Martiano fundado en la Sala Martí de la Biblioteca Nacional y auspiciar todo tipo de actividades académicas relacionadas con Martí.
Significa para todo trabajador de este lugar dedicación, entrega, laboreo incansable, rigor en el estudio para cumplir esas múltiples y complejas misiones asignadas a la institución.
Significa creer en Martí, en la hondura y vigencia de sus ideas y de sus empeños, en la importancia de su ejemplo y de su obra para alcanzar en Cuba toda la justicia, en lo actual de mantener unidos a los cubanos frente a los enemigos de la patria, en el valor de su comprensión de que desde esta Isla tiene que impulsar a las personas a ser más plenas para avanzar por el bien mayor del hombre a escala universal.
Significa ser dignos herederos de su espíritu y cumplidores de ello en el orden personal y colectivo.
Por todo ello puedo decir que los treintiún años que llevo en este Centro han sido de plena satisfacción y de un constante acicate para estar a la altura de los requerimientos que exigen las funciones de esta institución y, particularmente, las que se me han asignado al frente del equipo que tiene a su cargo la edición crítica de las Obras Completas del Maestro.
Este tiempo en el Centro me ha entregado muchas cosas, como conocer más y mejor la vida y las ideas de Martí; contribuir a divulgar, enseñar y entregar a Martí dentro y fuera de Cuba y también a asumirlo con mayor conciencia y amor.
Mi estancia laboral en esta casona de Calzada y 4, en la barriada habanera del Vedado me ha enseñado mucho mientras he enseñado a otros, a otros que han trabajado a mi lado; a otros con quienes he compartido en aulas, conferencias, eventos científicos, en debates; a otros a los que accedo gracias a los medios de difusión.
El Centro de Estudios Martianos ha sido y es mi segunda casa ¿o la primera? Aquí está gran parte de mis amigos, de la gente que quiero y necesito. Aquí se me ha abierto conocer y amigarme con personas maravillosas de otros países también tocados en sus almas por la entrega, el humanismo y el ideario martiano. Aquí se me ha integrado todavía más el amor que engendra maravillas, como este amor de que disfruto gracias a José Martí que me acompaña o, mejor, a quien acompaño y acompañaré hasta el final.
Él, el Maestro escribió acerca de sí aquel verso íntimo, estremecedor e inolvidable que dice “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche, ¿O son una las dos?””. Yo también tengo dos patrias: Cuba y Martí, que son una las dos. Por eso soy un hombre feliz.
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Dr. Ibrahim Hidalgo Paz Investigador Titular Equipo de Investigaciones Históricas
Tras cuarenta y un años de trabajo en el Centro de Estudios Martianos, siento la satisfacción de haber compartido aspiraciones y logros con un colectivo entregado a su labor, capaz de enfrentar y superar grandes dificultades, lo que significa una amplia base para confiar en que nuestra institución restaurará, contra las adversidades internas y externas, su lugar en el quehacer intelectual, científico, político e ideológico en el país y fuera de este, obtenido luego de más de cuatro décadas de esfuerzos ininterrumpidos.
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LIC. DAVID LEYVA GONZÁLEZ, INVESTIGADOR AUXILIAR. EQUIPO DE INVESTIGACIONES LITERARIAS.
Laborar en el Centro de Estudios Martianos es la oportunidad de leer con detenimiento al más original, bueno y talentoso de todos los cubanos. Su obra es un baño del mejor español. En medio de este desierto de caída de valores y manipulación de palabras e imágenes es un oasis arribar a los textos de Martí y a la historia de su ejemplar vida: todo sacrificio y desinterés. Al llegar a esta casona dedicada al autor de “Con todos y para el bien de todos” conté con la ayuda de Mauricio Núñez, mi tutor de adiestramiento laboral y de mis compañeros de departamento, quienes con sus consejos, contribuyeron a mi formación de investigador literario. Por ello siempre estaré agradecido a Caridad Atencio, al ya desaparecido Salvador Arias y a Mayra Beatriz Martínez. El amor a esta institución se lo debo en gran medida a Ana Sánchez Collazo y a María Elena Segura, directora y subdirectora por catorce años de la misma. Fue también un lujo el trabajo con Ela López Ugarte en la conformación de seis Anuarios. En el presente, trato de revertir ese apoyo recibido en dos jóvenes recién graduados, Senén Alonso Alum y Miguel Alejandro Jerez Oliva, que constituyen el futuro de nuestro grupo de trabajo. A veces siento que lo que hacemos: escribir e investigar es de una escasísima significación, casi menos que una gota de mar, pero, me reconforto en Madre Teresa de Calcuta y su sabiduría del esfuerzo diario: “el mar sería menos si le faltara esa gota”.
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Dr. Mauricio Núñez Rodríguez Investigador Titular
El Centro de Estudios Martianos ha sido el espacio académico para mi formación y desarrollo profesional. Las experiencias acumuladas aquí me han servido para acercarme a la obra martiana y, también, para entender las complejidades del mundo al que asistimos cada día.
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Lic. Mayra Beatriz Martínez. Investigadora Auxiliar. Equipo de Investigaciones Literarias.
Reconozco que mi entrada al Centro de Estudios Martianos no representó el logro de un propósito que hubiera acariciado ―como, seguro, debió de suceder a otros. Por el contrario, se me abrieron hospitalariamente sus puertas en varias oportunidades ―tantas como las ocasiones en que dudé y me resistí― hasta admitir, al cabo, que aquello parecía una especie de predestinación. Mis aprensiones respondían al carácter académico de la institución, donde me imaginaba sujeta a un programa rígido, restringido a parcelas y disciplinas incompatibles respecto al modo con que, hasta entonces, accedía a los textos martianos: especialmente jubiloso. Un placer del que no deseaba privarme. Cuando, al fin, cedí a la tentación de probar, me sorprendió encontrar justo lo que necesitaba: un ámbito amable y una comunidad de investigadores que, desde el inicio, aceptaron como buena mi heterodoxia esencial, parte de los cuales ―los más enamorados de sus propósitos, los más generosos, los más sabios; los útiles, justos y buenos― se me volvieron entrañables. Más de veinte años después ―y pese a los trayectos a contracorriente que, inevitablemente, también he tenido que remontar aquí o que me puedan esperar en el camino―, puedo asegurar que anclé en el lugar correcto, que hallé mi espacio feliz.
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Lic. Ela López Ugarte. Equipo editorial
El Centro de Estudios Martianos me resulta particularmente apreciado; su aniversario 44 estimula mis recuerdos, todos de gran significación en mi vida personal y profesional. Me acogió recién graduada al inicio de su fundación y tuve la buena ventura de integrar su exigua plantilla.
En el transcurso de estos muchos años de labor ininterrumpida propició mi acercamiento a la vida y la obra de Martí, y proporcionó las herramientas necesarias para formarme y desarrollarme como editora. Numerosos colegas contribuyeron a mi adiestramiento, personas generosas que siempre recordaré con gratitud.
Estas líneas exteriorizan el amor, comprometimiento y el mucho orgullo por formar parte durante más de cuatro décadas de la institución, a la cual dedico una palabra entrañable para Martí: gracias!!!!
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Dra. Carmen Suárez León. Investigadora Titular. Equipo de Edición Crítica.
Seguramente la vida es sorpresiva para todo el mundo, pero yo percibo la mía como una serie de súbitas sacudidas. La primera de ella dinamitó repentinamente mis pueblerinos proyectos de ser una feliz maestra de Vereda Nueva, con una tranquila vida conyugal muy cerca de Noni, mi hermana melliza y de mis amigos de la primaria, donde todos envejeceríamos en compañía, y donde mi sueño profesional más cumplido y soñado era dar clases de francés en la Escuela de Idiomas de San Antonio de los Baños, la vecina ciudad a la que en mi infancia dependía mi pueblo como “término municipal”.
Y saltando por encima de inesperados avatares, me encontré traduciendo en 1973 para el Instituto del Libro, luego editando la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí y en enero de 1992, traspasando el umbral del Centro de Estudios Martianos, para el que esperaba ser una editora, aunque la conspiración de Ana Cairo e Ismael González me colocaron en la delicada situación de investigadora, mientras experimentaba un pánico tremendo de no poder dar la talla en semejantes menesteres.
Como yo lo veía hasta ese momento, era un centro “élite” y hasta un tanto “elitista”, en el que nadie se habría dignado ni a considerarme. Pero en el año de 1989, Pablo Pacheco, el director del Instituto del Libro para el que trabajaba entonces como especialista en literatura –ya llevaba unos veinte años en el ICL y había sido traductora de francés, correctora, editora y luego especialista de promoción–, atendiendo a que yo había publicado textos míos sobre José Martí, y que se celebraba el centenario de La Edad de Oro, me dio la misión de ser secretaria de una enorme comisión que él presidiría para celebrar el centenario de La Edad de Oro, y donde estaban representados todos los organismos culturales de la nación. Después de intervenir un par de veces en mis funciones digamos que de orden y administración, se me acercó Manelo para decirme sin vacilación alguna: “¡Deja a Pacheco y ven conmigo al Centro de Estudios Martianos!” En ese momento ni se me ocurría, sentía mucho apego a aquella institución que me había acogido dos veces con los brazos abiertos.
En 1991 comenzó a soplar con vientos de tormenta el nombrado período especial, con un eufemismo impresionante, realmente lo que entraba en nuestras vidas era más bien un período “crítico”. A Pablo Pacheco lo mandaron a cumplir otras tareas, y las labores de promoción de la cultura se deprimían bastante por falta de recursos, y como tampoco esas funciones eran parte de mi vocación –lo que me realizaba era editar revistas y libros, escribir, investigar, traducir…–, decidí, con ayuda de Ana Cairo, ir a ver a Manelo y trasladarme para el Centro de Estudios Martianos.
En enero de 1992, Ismael González (Manelo), me recibió con alegría y me presentó a los subdirectores Pedro Pablo Rodríguez y Adalberto Ronda Varona. Y Ana Cairo, profesora de la Escuela de Artes y Letras de la Universidad de La Habana y asesora del CEM, que conocía mi condición de traductora de francés, ya me tenía preparada una tarea que me tendría ocupada los próximos años y que consistía en una trabajo de literatura comparada sobre la relación de José Martí con la obra de Victor Hugo, que me serviría como tesis doctoral. Desde entonces, fue una tutora no oficial que me acompañó hasta su muerte.
Así entré al CEM, y allí tengo una plantilla de colegas amigos con los que ya he caminado un buen trecho de mi vida. Unos están allí aún, otros se han ido a otros lugares, algunos ya no son de este mundo, pero todos me acompañan y yo los acompaño. Díganme siempre en qué los puedo servir.
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Lic. Caridad Atencio Mendoza. Investigadora Auxiliar. Equipo de Investigaciones Literarias
Creo que si me hubiera propuesto, como decisión preconcebida, llegar a ser una investigadora de la obra de Martí, quizás no lo hubiera logrado. Te diré que luego de haber estudiado la carrera de Letras en la Universidad de la Habana y de replegar a los instantes más íntimos mi inclinación de escribir, que viene desde la adolescencia, me ubicaron en la Dirección de Cuadros del Ministerio de Cultura, en una plantilla especial, en una especie de adiestramiento. Siempre manifesté mi profundo deseo de trabajar en algo que tuviera que ver con mi especialidad, así fui reubicada un año después en el Centro de Investigación Juan Marinello, donde aprendí nociones del trabajo de promoción cultural y del área específica de canje. Cuando transcurrió otro año, allá por 1989, fui enviada, aún como adiestrada, al Centro de Estudios Martianos. Recuerdo que, aunque trabajaba en el área de investigación, mi puesto de trabajo se hallaba en la Biblioteca de dicho lugar. Se me dio una tarea en la que tenía que leer sin apuro una parte voluminosa de la obra de nuestro mayor escritor. Yo la aproveché con creces. Puedo decirte que mi formación como poeta y como investigadora marcharon paralelas. Me encontré con Martí, con su obra inconmensurable, y dije, ya sin temores de juventud, esto es lo que yo quiero ser: escritora, y ya al menos tuve algo claro. Estudiar a Martí, como escritora, significó el comienzo, la decisión, la proyección, no para hablar maravillas del poeta, de la figura, y caer subyugada por esa especie de estrella enigmática y cegadora que Martí posee, que convierte a muchos de sus estudiosos en segundones que esclarecen su poética, su cosmovisión. Fue un punto decisivo para proyectar mi camino y tener los ojos abiertos para reaccionar siempre contra lo envolvente de su estilo. Como ser humano creo que ha significado lo mismo. No tiendo a separar la cuestión escritural del fundamento ideotemático que emana de su obra. No me canso tampoco de decir en las conferencias que he ofrecido sobre Martí a los más diversos sectores que los valores éticos pueden encontrarse en la obra de cualquier gran escritor. La gran difusión de la figura política de Martí hace pensar a muchos que los valores éticos son algo privativo de su obra, de su legado. Su obra es un ejemplo no sólo para aprehender valores patrios, sino también para conocer cuál es el sentido de la vida para un ser humano, qué es lo esencial en la vida, qué debemos buscar, por qué hemos de luchar y no perdernos, como dice él, y pasar por la vida y no saber de sí.
Lic. Sahily Alonso, editora del Dpto. Edición crítica
Trabajar en el Centro de Estudios Martianos significa la posibilidad de conocer la obra martiana, y a lo largo de 23 años mi realización como profesional.
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Lic. Niurka Alfonso Baños, editora del Dpto. Edición crítica
Es un gran privilegio trabajar en el Centro de Estudios Martianos, lugar donde han estado y están personas tan valiosas de nuestra cultura, al lado de cada una se aprende mucho y, sobre todo, logran que la imagen del Maestro se vuelva parte de nuestras vidas. Nos enamora y reconforta lo profundo de un pensamiento y llegamos a sentir orgullo al caminar por los salones de la casona. El CEM es una institución insigne de Cuba y del mundo.
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Lic. Miguel Alejandro Jerez Oliva. Aspirante a Investigador. Equipo de Investigaciones Literarias.
Mi experiencia como adiestrado en el Centro de Estudios Martianos y en el departamento de Literatura, es positiva. Aunque soy licenciado en Historia del Arte y no estoy directamente vinculado a la carrera de filología, hay ciertas investigaciones que tienen perfil artístico, desde el punto de vista de la iconografía martiana o Martí como crítico de arte. Así se amplía el diapasón de conocer a José Martí como gran amante del arte. Estoy muy agradecido a todas las personas del CEM por incentivar a jóvenes como yo a seguir descubriendo zonas de indagación del más universal de los cubanos. Formar parte de esta familia martiana me hace sentir muy orgulloso de donde estoy.
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Lic. Senén Alonso Alum. Aspirante a Investigador. Equipo de Investigaciones Literarias
Para mí, trabajar en el CEM es una posibilidad única de laborar, ganarme la vida, haciendo algo que me divierte: develando nuevos matices de un ídolo, faro propio desde la infancia. Trabajar «con» el Apóstol es una experiencia enriquecedora en muchos sentidos. Agradezco por formar parte de este colectivo, por imbricarme como otro fragmento de este engranaje martiano que ensalza nuestra Isla, Patria.