El análisis de cualquier artículo, ensayo u obra que incluya en su temática el principio del equilibrio internacional requiere, en rigor, un estudio cuidadoso previo, histórico y técnico, inevitablemente extenso, referido a los métodos que Martí aplicó en su defensa del derecho del pueblo cubano a la independencia. Pero falta el tiempo para hacerlo en esta ocasión. Me limito a señalar la influencia del positivismo del fin del Siglo XIX en las añosas páginas de los textos tradicionales del Derecho Internacional Público, sin precisar si hubo influencia de éste en Martí, abogado y profesor de Derecho, cuyo trabajo de graduación en la Universidad de Zaragoza fue precisamente sobre el Ius Gentium o Derecho de Gentes romano, equivalente al Derecho Internacional de nuestro tiempo.
Se debatía entonces la necesidad de una sociedad de estados, como condición necesaria para la existencia del Derecho Internacional, último refugio de los países pequeños y débiles que apenas sobrevivían, y sobreviven, ante la voracidad de las grandes potencias, en tanto que el equilibrio de poder entre los estados se estimaba condición imprescindible para el buen funcionamiento de un Derecho Internacional aplicable y en esa medida perdurable. Se discutía entre los más connotados internacionalistas de aquellos días el papel de la voz del pueblo, la política y la ética en el desarrollo del Derecho Internacional. Nada más coincidente con los intereses docentes, pero sobre todo revolucionarios, de José Martí.
Los ideólogos del imperio, que nunca creyeron en familias de estados y mucho menos en la incorporación de la ética al Derecho Internacional o el equilibrio en las relaciones del mundo, impusieron, hasta el día de hoy, los criterios de la fuerza como factor decisivo en las relaciones internacionales. No se registran ejemplos de dirigentes políticos o jefes de estado estadounidenses, salvo el caso excepcional de Henry Kissinger en tiempos recientes,[i] que haya mencionado siquiera el principio del equilibrio en las relaciones internacionales, salvo para señalar su ineficacia.
En realidad, Martí escribió poco del tema, aunque lo aplicó como estrategia de lucha, cuando se hallaba inmerso en la organización de un proceso revolucionario en Cuba, excepcionalmente complejo por la cercanía a una gigantesca nación, cuyos círculos de poder se empeñaban en convertirla en un imperio. El modelo martiano, salvando la diferencia en el tiempo y las circunstancias, se inspiró en las ideas de Simón Bolívar.