Los afroamericanos en la mirada martiana.
Por: Dra. Marlene Vázquez Pérez

Marlene_VazquesNo es frecuente el hallazgo de referencias a los afroamericanos en las crónicas neoyorquinas del cubano José Martí. Otros grupos étnicos fueron más favorecidos en sus páginas, como los inmigrantes italianos, irlandeses, alemanes y chinos, que jugaban un papel mucho más activo en la vida social de la gran urbe.
Los negros aparecen casi siempre en sus páginas dedicadas a la Guerra de Civil, en las que critica la esclavitud en los Estados Unidos, más inadmisible aún que en cualquier otro lugar, pues los patriarcas fundadores, muy celosos de su libertad y amantes de sus derechos, no tuvieron en su hora de rebeldía la grandeza necesaria para dar la libertad a sus esclavos. Eso hace que el cubano ponga en tela de juicio a la independencia del país vecino, que aunque se liberó del yugo colonial británico, hubo de esperar casi un siglo para abolir la esclavitud.
Hay una crónica de 1889, referida a multitud de asuntos, en que la mirada a los afroamericanos es realmente interesante. En ella alaba la voluntad de un pueblo marginado, humillado, esclavizado durante siglos, para adelantar en el camino de su redención gracias al trabajo honrado y el esfuerzo propio. Cuando describe el paseo suntuoso de los ricos en la exclusiva Quinta Avenida, termina comparándola con su paralela:
Pero en la avenida de al lado es donde se alegra el corazón, en la Sexta Avenida: ¿qué importa que los galanes lleven un poco exagerada la elegancia, los botines de charol con polaina amarilla, los cuadros del pantalón como para jugar al ajedrez, el chaqué muy ceñido por la cintura y con las solapas como hojas de flor, y el guante sacando los dedos colorados por entre la solapa y el chaleco? ¿Qué importa que a sus mujeres les parezca poco toda la riqueza de la tienda, y carguen túnica morada sobre saya roja, o traje violeta y mantón negro y amarillo? Los padres de estos petimetres y maravillosas, de estos mozos que se dan con el sombrero en la cintura para saludar y de estas beldades de labios gruesos, de cara negra, de pelo lanudo, eran los que hace veinticinco años, con la cotonada tinta en sangre y la piel cebreada por los latigazos, sembraban a la vez en la tierra el arroz y las lágrimas, y llenaban temblando los cestos de algodón. Miles de negros prósperos viven en los alrededores de la Sexta Avenida. Aman sin miedo; levantan familias y fortunas; debaten y publican; cambian su tipo físico con el cambio del alma: da gusto ver cómo saludan a sus viejos, cómo llevan los viejos la barba y la levita, con qué extremos de cortesía se despiden en las esquinas las enamoradas y los galanes: comentan el sermón de su pastor, los sucesos de la logia, las ganancias de sus abogados, el triunfo del estudiante negro, a quien acaba de dar primer premio la Escuela de Medicina: todos los sombreros se levantan a la vez, al aparecer un coche rico, para saludar a uno de sus médicos que pasa.

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