La tercera clase del curso de posgrado “Martí, escritor”, impartida el pasado miércoles 5 de noviembre en el Centro de Estudios Martianos por el Dr. David Leyva, permitió a los asistentes descubrir el universo del Martí (dramaturgo) que, de pequeño, sin temor alguno, compraba a un precio mucho más bajo los asientos número trece de los teatros.
Por si quedase alguna duda del genio precoz del Apóstol, cabe recordar que con tan solo once años ya se lanzaba a traducir Hamlet, de William Shakespeare, y con dieciséis conformó su propia obra maestra del género: Abdala. Leyva señaló que, en dicha pieza, se halla el primer héroe negro del teatro cubano, y este es solo uno de sus valiosos aportes. El teatro martiano, que con Abdala inicia, suele estar escrito en verso endecasílabo y tener un carácter autobiográfico. De hecho, cuando apareció este primer texto en el periódico Patria Libre, el autor adolescente se llevó un buen regaño por parte de sus padres, quienes, como la progenitora de Abdala, no entendían por qué su joven hijo arriesgaba tanto por una causa que consideraban de menor importancia que su supervivencia.
En España Martí comenzó su crítica actoral y escribió su única obra dramática en prosa, Adúltera, donde usa nombres parlantes alemanes para los personajes y presenta como conflicto principal los celos y el engaño. A pesar de su importancia, nunca se escenificó. Tiempo más tarde, ya en México, bajo el seudónimo de Orestes –como el personaje de Esquilo–, creó Amor con amor se paga, una pieza metateatral, su primera obra completa –que sí pudo representarse– y ganó muchas admiradoras, entre ellas la propia Carmen Zayas Bazán, quien se convertiría en su esposa. En Guatemala, el Héroe Nacional de Cuba publicó su último drama, Patria y Libertad, de tono más serio; aquí aparece por primera vez la voz del pueblo.
Además del teatro martiano que sí vio la luz en su día, llevado a escena o solo como escrito, existe el teatro martiano sin publicar, proyectos escritos desde 1880 hasta 1894. Entre estos encontramos, por ejemplo, la historia del fracaso de un matrimonio, anécdotas de hombres de mala reputación o dudosos valores y la disyuntiva de quien tiene que elegir entre sus seres queridos o su Patria. En medio de la clase, discutimos lo curioso que resulta que, incluso después de la muerte de José Martí, se hayan escenificado pocos de sus trabajos, solo en contadas ocasiones. Quizás se piensa que la responsabilidad es muy grande, o quizás se les presta mayor atención a sus textos narrativos, poéticos y periodísticos, impartidos usualmente en las escuelas, desde la primera enseñanza, a diferencia de sus piezas teatrales, con excepción de Abdala.
Estudiar la vida y obra completa del Apóstol es, sin dudas, una tarea titánica; no obstante, le debemos una investigación más profunda y, sobre todo, una representación justa de sus dramas, incluso de aquellos que no alcanzó a hacer públicos. Seguramente, así lo hubiese querido ese niño que comprobaba los asientos “malditos” para disfrutar con mayor frecuencia de los espectáculos y nutrir, de este modo, su alma de creador.
© Olivia Busto Legrá