Santiago Ramón y Cajal, médico español en la guerra grande

Entre los años 1868 y 1878 ocurrió en Cuba la Guerra de los Diez Años también conocida como la Guerra Grande. En esta contienda bélica participó, como parte del Ejército Español, el doctor Santiago Felipe Ramón y Cajal. Nacido el 1o de mayo de 1852, en Petilla de Aragón, pequeña aldea de la parroquia del mismo nombre, diócesis de Jaca, localidad navarra dentro de tierra aragonesa; Cajal, se graduó de Licenciado en Medicina, en junio de 1873, en la Universidad Literaria de Zaragoza.

Por coincidencias históricas, un año después, en esa propia institución docente, José Martí se graduó de Licenciado en Derecho Civil y Canónico, y de Licenciado en Filosofía y Letras. Cajal, el 8 de septiembre de 1873, ya con grado de teniente médico, se incorporó a su primer destino, el Regimiento de Burgos. Siete meses después, en abril de 1874, recibe la orden de traslado a Cuba. Por aquella época la Sanidad Militar de la Península realizaba sorteos de personal para cubrir bajas de ultramar y Cajal fue uno de los designados por la suerte.

El traslado a la isla caribeña implicaba el ascenso al grado de capitán. Antes de partir el joven galeno hizo una visita turística a Barcelona para admirar el mar, que no conocía, donde luego iba a navegar dieciocho días seguidos. El miércoles 17 de junio de 1874 llegó el doctor Cajal a La Habana, tenía solo 22 años. Nunca mostró las cartas de recomendación entregadas por su padre, quien también era médico, para que fuera colocado en un buen lugar. Lo ubicaron en Vista Hermosa, sitio intrincado en la manigua de Puerto Príncipe, actual Camagüey.

En barco se trasladó el capitán médico a Nuevitas y en tren blindado a Puerto Príncipe, luego al Hospital de campaña de Vista Hermosa, según sus palabras: «un enorme barracón de madera, con techos de palma y capaz para unas 200 camas». Los pacientes que atendía eran en su mayoría enfermos de paludismo, heridos en la contienda bélica eran menos. Inicialmente el  joven médico atendía a sus enfermos y en sus ratos de ocio se entretenía con la lectura, el dibujo, la fotografía y el estudio del idioma inglés; luego se enfermó de paludismo.

Así lo escribió en su libro Recuerdos de mi vida: «había perdido el apetito y las fuerzas; el bazo se hipertrofiaba; la color tornose amarillenta; andaba premiosamente, y la anemia, ¡la terrible anemia palúdica!, se iniciaba con todo su cortejo de síntomas alarmantes. Al fin quedé postrado, siéndome imposible atender a los enfermos (…) al paludismo se agregó la disentería». Debido a las precarias condiciones se agravó la enfermedad, el doctor Cajal solicitó licencia y se marchó a la ciudad a reponer su quebrantada salud.

En Puerto Príncipe, el doctor Manuel Grau Espalter, jefe de sanidad, lo nombró provisionalmente miembro del cuerpo médico de guardia del Hospital de Puerto Príncipe. En ese período cumplía sus labores asistenciales y compartía con colegas que habían sido formados en la península; tenía amplia vida social, participaba en peñas de café, casinos y tertulias caseras. Como hombre de bien se alejaba del tabaco, el ron, el juego y las sacerdotisas de Venus, los cuatro vicios que él señalaba como depauperadores del espíritu, entereza, salud y bolsillo de la oficialidad hispana, la cual tenía un elevado índice de corrupción.

La situación provisional del galeno en la ciudad terminó al fallecer el médico ubicado en San Isidro, en la trocha del Este. El doctor Grau sin tener en cuenta que existían otros médicos disponibles y que Cajal no estaba recuperado de salud, lo designa para sustituir al fallecido quien había reemplazado también a otro médico caído en el cumplimiento del deber. Cajal aceptó a pesar de que no estaba contento con la designación, una vez más demostró su disciplina militar.

En San Isidro el médico español tuvo que asistir hasta 300 enfermos por día afectados de paludismo, viruela, úlceras crónicas y disentería. Su enfermedad continuó en progreso y le fueron denegadas en varias ocasiones las licencias que solicitaba. Decide entonces solicitar licencia absoluta del ejército la cual se le concede el 15 de mayo de 1875, con el diagnóstico de caquexia palúdica grave, incompatible con todo servicio. Retornó a Europa en el vapor España, compartió esos días de navegación con algunos repatriados, era tal el hacinamiento que se arrojaban al mar los cuerpos de los fallecidos en la travesía.

A su llegada a España, el galeno desarrolló una ascendente carrera científica que lo llevó a obtener, en 1906 junto con el médico italiano Camilo Golgi, el Premio Nobel de Medicina. Cajal, considerado el más ilustre de los científicos españoles de todos los tiempos, siempre recordaría de su labor en la isla caribeña, su paso por la ciudad de Puerto Príncipe, según él «la época más agradable de mi estancia en Cuba».

Tomado de: https://www.trabajadores.cu