José Martí Pérez, el Apóstol cubano, cayó en el combate de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895. Su cadáver tuvo un largo peregrinar por cinco entierros; en el propio campo de batalla, el doctor Juan Gómez Valdés, médico con grado de mayor perteneciente a la columna española que comandaba el coronel Ximénez de Sandoval, diagnosticó la muerte. Después el cadáver es colocado atravesado en el caballo del prisionero Carlos Chacón hasta la finca Demajagual, donde se deposita al pie de un jobo.
Al amanecer del 20 de mayo las tropas españolas reinician la marcha hasta el poblado de Remanganaguas, en cuyo cementerio local se cava una fosa y a las tres de la tarde se produce el primer entierro, directo en tierra, debajo del sargento español Joaquín Ortiz Galisteo.
Mientras el cadáver —ya en plena tierra— iniciaba su proceso de descomposición; en Santiago de Cuba, su comandante general, el general de división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, enviaba al doctor Pablo Aureliano de Valencia y Forns, al lugar de los hechos, poniendo por condición que lo acompañara solamente José Ortega Navarro. El médico iba con dos propósitos fundamentales: comprobar la identidad de los restos y embalsamarlos para su posterior traslado a Santiago de Cuba.
Al atardecer del 23 de mayo, aproximadamente a las cinco y treinta de la tarde, después que el cadáver ha permanecido más de setenta y dos horas en contacto directo con la tierra, se procedió a la primera exhumación. Diez soldados con cubos de agua fenicada lavaron el cuerpo, el agua fenicada o agua fénica es una solución acuosa de fenol al 5 % utilizada como desinfectante debido a sus propiedades antisépticas y bactericidas. Inmediatamente el galeno le realizó una incisión lineal en tórax y abdomen y le extrajo las vísceras, las cuales fueron enterradas en el propio cementerio. Luego lo rellenaron con algodón y desinfectando sus despojos lo trasladaron en una camilla al fuerte.
La conservación temporal del cadáver para detener en lo posible el avance de la putrefacción, la realizó el propio doctor Valencia. En consecuencia, le puso 302 inyecciones de solución de bicloruro al 1 por 600. El bicloruro o cloruro de mercurio es un compuesto de mercurio y cloro que sirve como desinfectante, fungicida e insecticida, y se usa para conservar. Después con una solución de alumbre y ácido salicílico hecha en agua hirviendo, se le dio por todo el cuerpo una especie de barniz. El alumbre tiene propiedades antisépticas y antimicrobianas las cuales contribuyen a eliminar las infecciones y favorecen la conservación del cadáver. Con este proceder el médico dio por terminada su labor.
El 26 de mayo, de regreso en Santiago de Cuba, el doctor Valencia redactó un documento conocido en la historiografía como «Certificado de Defunción» donde describió las lesiones encontradas. En la tarde de ese mismo día, en un vagón de carga que venía añadido al tren de pasajeros, procedente de San Luis, llegaba a Santiago de Cuba el ataúd que contenía los restos del Maestro.
Al amanecer del 27 de mayo en el cementerio de Santa Ifigenia, el doctor Joaquín Castillo Duany, fue el galeno que identificó al prócer cubano. El olor desagradable por el estado de putrefacción le hizo colocarse un pañuelo que le cubría la nariz, y ahí expresó: «No hay dudas alguna, es Martí». El ayuntamiento de la ciudad concedió, para el segundo entierro, un permiso por cinco años para colocar el tosco ataúd en el nicho 134 de la galería Sur de la necrópolis santiaguera, lugar donde reposó hasta casi 12 años después.
El 24 de febrero de 1907 se realiza la segunda exhumación y el tercer entierro. En el proceder médico legal fue realizado por tres médicos, los doctores Pedro Hechavarría Sánchez, Guillermo Fernández Mascaró, ambos coroneles del Ejército Libertador, y Antonio Illás Portuondo, jefe local de sanidad. Abierto el nicho 134 los tres galenos extrajeron los restos de Martí, el peso del cráneo lo obtuvo el doctor Pedro Hechavarría y ascendió a 773 gramos. Todos los huesos componentes del cráneo se encontraban en perfecto estado exceptuándose la cara anteroexterna del maxilar superior, así como el cuerpo de la escápula izquierda que se encontraba en parte destruido por la putrefacción cadavérica. El acta notarial, número 293, del distrito de Santiago de Cuba, quedó como constancia del examen de los restos.
Durante esta segunda exhumación también estuvo presente el doctor Juan Moreno Zambrano, odontólogo —como se llamaba en la época al estomatólogo—, el cual describió públicamente las características del aparato dental de Martí. Luego hubo un intercambio epistolar entre el doctor Guillermo Fernández Mascaró y el doctor en cirugía dental Virgilio Zayas Bazán, quien había tratado a Martí en Nueva York.
Zayas Bazán aseguró: «los dos laterales superiores eran dientes muertos y fueron tratados por mí en aquella fecha y el central superior izquierdo lo había perdido anteriormente».
Otro médico estuvo entre los asistentes a la segunda exhumación, aunque no participó directamente en el proceder, el doctor Ambrosio Grillo quien asistió en su condición de presidente del Consejo Provincial. Entre los presentes también se encontraban el hijo de Martí, capitán de artillería José Francisco Martí Zayas Bazán y el general Saturnino Lora Torres.
Terminado el reconocimiento se procedió al tercer entierro, los restos se colocaron en una caja de plomo en la que también se depositó una copia del acta, escrita en pergamino, colocada en un tubo de cristal al cual se le grabó la palabra «Martí».
Herméticamente soldada la urna de plomo y colocada dentro de otra de caoba, con una sola inscripción: «Martí», se depositó en el mismo nicho número 134. La jornada patriótica concluyó en horas de la noche con una velada fúnebre en el club Maceo. Allí, Emilio Bacardí, Ambrosio Grillo y Antonio Bravo Correoso, pronunciaron emotivas palabras alusivas al Héroe de Dos Ríos.
Cuarenta años después, en septiembre de 1947, sucedió la tercera exhumación y el cuarto entierro al trasladare provisionalmente los restos del Apóstol al Retablo de los héroes, mientras se construía el monumento. En el retablo permanecieron hasta el 29 de junio de 1951, cuarta exhumación, en que fueron llevados a la sede del Gobierno provincial para iniciar los honores del quinto entierro, ceremonia luctuosa a la que fueron convocados, junto al pueblo santiaguero, todas las fuerzas políticas, el cuerpo diplomático, masones y personalidades de la cultura. En los dos últimos entierros los médicos no tuvieron una participación directa.
El 30 de junio de 1951 se efectuó el entierro cubano de José Martí. Desde el gobierno el cortejo fúnebre partió en un armón de artillería que, con solemnidad emotiva, recorrió las calles céntricas de Santiago de Cuba hasta el monumento actual en el cementerio de Santa Ifigenia donde se efectuó el quinto entierro. A su paso por las calles de la ciudad el pueblo conmovido, entre los que se encontraban numerosos médicos, lanzaba al féretro rosas blancas.
Tomado de: https://www.trabajadores.cu