Legítimamente orgulloso de su historia y de sus próceres, el pueblo cubano sabe que el mejor tributo a esos hombres y mujeres es el cumplimiento callado y constante de las tareas correspondientes a cada cual.
La Patria, más que elogios, necesita que sus hijos trabajen bien, sean fieles a los principios y no se cansen de estudiar, para encontrar soluciones efectivas a todas las situaciones.
En esos caminos, debe conocerse en profundidad el ejemplo de personalidades como Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, muerto en combate el 27 de febrero de 1874, cuando se enfrentó solo, revólver en mano, contra una tropa española.
Nacido en Bayamo, el 18 de abril de 1819, Céspedes inició en el país la época de las revoluciones, al convertir en hechos el ideario independentista, el más avanzado de su tiempo en la Isla.
Se afirma que pensó a la nación haciéndola, porque en medio de una guerra sin cuartel y con muy escasos recursos de su parte, fue dibujando los perfiles de una república democrática, solidaria, progresista y radicalmente libre, tanto de la opresión externa como de la esclavitud.
El 10 de octubre de 1868, primer día de la libertad en Cuba, proclamó la independencia absoluta de la mayor de las Antillas; quitó las cadenas que ataban a los esclavos de su ingenio, los nombró ciudadanos y los invitó a pelear por la soberanía y la igualdad.
En el manifiesto leído aquella mañana afirmó: «Nosotros creemos que todos los hombres somos iguales; amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y propiedades de todos los ciudadanos pacíficos aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio. «
«Admiramos el sufragio universal, que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación, gradual y bajo indemnización, de la esclavitud, el libre cambio con las naciones amigas que usen de reciprocidad, la representación nacional para decretar las leyes e impuestos«, agregó.
Y resumió: «En general, demandamos la religiosa observación de los derechos imprescindibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente, porque así cumple a la grandeza de nuestros futuros destinos, y porque estamos seguros de que bajo el cetro de España nunca gozaremos del franco ejercicio de nuestros derechos.»
Estas palabras demuestran que ya Céspedes era un revolucionario irreductible, maduro y culto, forjado en décadas de estudio, viajes, trabajo, debates, conspiraciones y destierros.
Era, sin dudas, la principal figura de una generación que sumaría ética y acción a los conceptos independentistas.
Por eso pudo forjar las tradiciones combativas de su pueblo, desde los perfiles de líder político constantemente actualizado; guionista, director y actor de teatro; poeta, narrador, compositor musical, periodista, traductor, abogado, deportista, y conocedor de los idiomas inglés, francés, latín e italiano.
Tan temprano como el mes de julio del año 1870, advertía que el gobierno de los Estados Unidos «a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación.»
En 1871 afirmaba: «El patriotismo y la unión son nuestros baluartes y bajo su amparo seremos invencibles. «
José Martí, el Héroe Nacional cubano, escribió sobre él: “Sé bendito, hombre de mármol”.