Pocos como José Martí describieron en su momento los acontecimientos que en Estados Unidos condujeron a los sucesos del Primero de Mayo de 1886.
Publicado originalmente en el periódico mexicano El Partido Liberal, el Apóstol de la independencia de Cuba denuncia la explotación a que son sometidos los trabajadores en el país de las grandes oportunidades.
Tres artículos anteriores lo habían acercado para siempre a la triste realidad de los obreros norteamericanos, inmigrantes en gran parte, explotados todos por el monopolio naciente que «está sentado como un gigante implacable a la puerta de todos los pobres».
Cuando en noviembre de 1887, Martí vuelve a escribir desde Nueva York sobre los sucesos que habían protagonizado los obreros de Chicago en mayo del año anterior, afirma que: «La república estadounidense, por el culto desmedido a la riqueza, ha caído, sin ninguna de las trabas de la tradición, en la desigualdad, injusticia y violencia de los países monárquicos».
Con ello el luchador independentista cubano cierra un ciclo vital para su propia aprehensión del problema social de la poderosa nación del norte, en tránsito del capitalismo de libre concurrencia al imperialismo, a los trabajadores oprimidos y a los capitalistas opresores.
Por eso no nos extraña la manera entusiasta y alegre en que le escribirá, en 1894, a su amigo Fermín Valdés Domínguez a propósito de aquellas primeras celebraciones por el Primero de Mayo en Cuba: «Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas; y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo.
Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. (…) Muy bueno, pues, lo del Primero de Mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso»