New York, abril 22, 1886
New York, abril 22, 1886

Sr. Nicolás Domínguez Cowan

México

Mi querido amigo:

¿Conque todavía me hace V. la merced de acordarse de mí, que sólo en apariencia lo he olvidado? Vivo en unja especie de espanto de espíritu, que ni para escribir a los que más quiero me deja fuerzas. No me argumente que traduzco y escribo para diarios: ese es el pan ganar, para el que la honradez da fuerzas: precisamente lo mezquino de esas ocupaciones, en la forma incompleta en que las tengo, me pesa como una culpa, y padezco de lo poco que hago. Pero a V. le ha parecido bien Misterio, que me ha venido pesando como un delito, y me le ha hecho el honor de leerlo en familia; de modo que ese pecado no debe ser más que venial, y arrepentido de haberlo tenido por mortal, me levanté después de recibir su carta, a acariciarle el lomo al libro; y ya me es precioso, pues me trae el perdón de uno a quien tengo como muy bueno entre mis mejores amigos. Va por fin Ismaelillo, que sólo no le había mandado por ser mío. Me lo hizo imprimir un mal amigo, y aún tengo toda la edición en mis cajones. Para venderlo no está hecho: esas son cosas del palma; y para regalarlo ¿a quién, sino a los que como V., conozcan bien el recodo íntimo en que nacen esas flores? Lo colecciono, y tal vez por este mismo correo le mande un estudio mío sobre Grant, que ha sido bastante leído. Lo encontrará tal vez cansón, sobre todo en la parte de guerras, a que el asunto me obligaba: pero V. verá entre las páginas leas experiencias recientes y dolorosas que me ayudaron y acaso me movieron, a escribirlo. No crea tampoco que fine obra de sosiego, sino carta de diario, escrita sobre la baranda del vapor. No se lo mando por el estudio en sí, sino por mandarle lo que tengo y por darle prueba de cariño. Y de V. qué me deja ver? Que vive en paz ya lo veo en su arrogante letra y en sus anchos renglones, pero V. está hecho para algo más que para vivir en paz, V. está siendo un grandísimo pecador, con no sacar afuera todo lo que tiene en sí. ¡Pero al fin, está V. en México! Yo de esta tierra me estoy muriendo. ¿Qué me cuenta de la excelente Mariana y de su Papasito, que de seguro va a ser un hombre de provecho? Carmen y el niño recibirán sus cariñosos recuerdos en Cuba a donde está ahora, de temporada de patria: no me pareció justo privarles por algunos meses de ella. ¿Y de nuestros paisanos, de Vázquez, de Zambrana, qué me dice? Ya ve lo que le ha traído escribirme: a mí su carta me dio un vivo placer, que le ruego no me escatime. Déjeme decirle que le quiere muy bien su amigo

José Martí