[México, marzo-mayo de 1875]
Rosario.–
Decía yo anoche la verdad. Tristezas como sombras me anonadan a veces y me envuelven. Y tienen estas pequeñeces tan real grandeza, y crezco yo en ellas tanto y más muero yo tan bien, que– aunque yo no soy más que una perenne angustia de mí mismo–todavía tengo una extraña sonrisa para mis locos dolores, y pensamientos de cariño para estas invencibles tristezas que me envuelven.
Parece que debía yo contestar a V. ahora sus letras de V.–De tal manera estoy yo ahora envuelto en pena que, aun creyéndolo yo verdad, sería mentira cuanto dijese a Vd. de esto.–Una vez más ha querido V. contener su corazón enfrente de mí: más me hubiera dicho V. que lo que en sus letras me dice; pero yo sí que las amo como son, y las amo más cada vez que las veo, y pocas y cortas, todavía perdono a V., a despecho de mi exigente voluntad, y en estas letras pudorosa o calculadamente frías, gozo y leo y amo al fin.–
Amo en las letras que V. escribe. Esto podría llegar a ser el principio de toda una plenitud en el amar.
Amor en mí,–y vierto aquí toda la creencia de mi espíritu,–es cosa tan vigorosa, y tan absoluta, y tan extraterrena, y tan hermosa, y tan alta, que en cuanto en la tierra estrechísima se mueve no ha hallado en donde ponerse entero todavía.–Probablemente–amarguísimo dolor–se habrá ido de la tierra sin completarse y sin ponerse. Angustia esto, de sentirse vivísimo y repleto de ternuras y de delicadezas inmortales, y de gemir horas enteras,–sin que mi alma severa me permita el derecho de exhalar gemidos,–en esta atmósfera tibia, en esta pequeñez insoportable, en esta igualdad monótona, en esta vida medida, en este vacío de mis amores que sobre el cuerpo me pesa, y que a él lo abruma, y a mí dentro de él me sofoca perennemente y me oprime. Enfermedad de vivir: de esta enfermedad se murió Acuña.–
Rosario despiérteme V., no como a él a una debilidad, disculpable en alteza de alma, pero débil al fin e indigna de mí.–Porque vivir es carga, por eso vivo: porque vivir es sufrimiento, por eso vivo:–vivo, porque yo he de ser más fuerte que todo obstáculo y todo dolor.–
Pero despiérteme V. a la agitación, a la exaltación, a las actividades, a las esperanzas, a todo cuanto pudiera hacerme posible la excusa y el olvido de la vida.–
No hay inmodestia en las supremas angustias de mi espíritu.–Rosario, vivo en ellas, y cuando yo hubiera vencido todas las miserias vitales que me agobian, sufriría yo mucho, Rosario; sufriría yo más, sufriría yo siempre de estos mis nobles dolores de no hallar vida y de vivir.–
Esfuércese Vd.,–excédase Vd., vénzame Vd.–Yo necesito encontrar ante mi alma una explicación; un deseo; un motivo justo, una disculpa noble de mi vida.–
De cuantas vi, nadie más que Vd. podría.–Y hace cuatro o seis días que tengo frío.–
JOSÉ MART