Franco, firme y abierto, como el retrato, que en esta página publicamos, lo enseña, es Grover Cleveland, Gobernador actual del Estado de New York, escogido ahora por la Convención de Delegados del partido demócrata como candidato del partido en la elección de Presidente de los Estados Unidos, que ha de quedar hecha en Noviembre. Tiene Grover Cleveland cuarenta y nueve años; y es alto y corpulento. Su espíritu es virtuoso; su naturaleza activa e impaciente; y su carácter disciplinado. Se ama a sí propio, y procura su adelanto; sin lo cual no hay a la larga encumbramiento ni fortuna, ni se va a grandes puestos públicos; pero preferirá, como ya una vez ha preferido, poner en riesgo su elección para Presidente de la República, a lisonjear las preocupaciones de los electores acatando un acuerdo de la Legislatura contra un compromiso expreso del Estado. Está el peligro de las democracias en que los funcionarios, amigos del poder que los mantiene en fama y bienestar, procuran, para asegurarse en el mando, halagar con sus actos a las muchedumbres que han de encumbrarlos o abatirlos con sus votos: Grover Cleveland es de aquellos hombres que con entereza igual arrostra la ira de los acaudalados que le solicitan para amparar sus malas empresas, que la de los obreros revueltos y enconosos que no entienden que haya más justicia que la que permite la satisfacción de sus deseos. Con retirarle sus votos para la Presidencia le amenazaron las asociaciones trabajadoras, si en los dientes de un contrato del Estado que lo impedía, no aprobaba el acuerdo en que reducía la Legislatura a cinco centavos el precio de diez que ahora cuesta, en las horas del día que no son las de ir y venir la gente obrera, el pasaje por los ferrocarriles elevados:–pero Cleveland, luego que vio claramente que la ley, que en su puesto es llamado a hacer cumplir, no estaba de parte de los obreros, en los dientes de su cólera desaprobó el acuerdo de la Legislatura.
Tammany Hall es el nombre de una poderosa organización del partido demócrata en New York. Son como los caciques del voto; y sus compromisos tan estrechos como los de una sociedad secreta. Ya repartiendo pequeños destinos, ya manteniendo agentes que vierten determinadas ideas y azuzan especiales odios, ya pagando o ganándose la voluntad de las personas de influjo y cabecillas de los barrios, Tammany Hall hace de manera que en época de elecciones la ciudad es suya. Y como del amor exclusivo a sí propio, que caracteriza a nuestro tiempo, y en especial a las ciudades mercantiles, viene el lamentable abandono de las urnas electorales por los ciudadanos independientes, este poder de Tammany Hall es mayor, por no hacer esfuerzo por derribarlo los únicos que podrían balancear su influjo. Como el que sirve a Tammany tiene puesto seguro en el gobierno y administración de la ciudad, los logreros y rufianes, que son siempre los más, hallan fácil el premio y grata la ocupación de servirle. Y como no hay cosa más ciega y levantisca que las preocupaciones, y es tan fácil encender el ánimo de las clases pobres en estas ciudades que las ofenden con su fausto ostentoso, los servidores de Tammany se hacen pronto de grande influencia y la perpetúan, avivando entre la gente humilde y páupera los rencores y apetitos que la mueven.–De manera que salir al paso de Tammany Hall, es como firmarse con la propia mano, aquí donde todo depende del voto, un decreto de muerte política.–Los barrios enteros votan como Tammany manda: Tammany elige Senadores, Gobernadores y Presidente; Tammany les impone luego, en cobro de la influencia con que los ha elegido, las personas, impuras casi siempre, a quienes por paga o por complicidad en los provechos, tiene señaladas para ocupar los más pingües empleos públicos.–El corcel está en la casa del Gobernador; pero las riendas, las espuelas y el látigo están en Tammany.–Grover Cleveland se ha puesto en pie, y se ha decidido, para vindicación de las instituciones democráticas amenazadas de gusano, a arrancar de cuajo las raíces de Tammany.
Esta es su significación en las elecciones: no la guerra de Cleveland contra la asociación de demócratas impuros que le acusa y le niega su apoyo; sino la de los demócratas honrados de que Cleveland es vigoroso representante, contra los vicios políticos que han venido poniendo en descrédito las prácticas viriles de la democracia.
Y como los republicanos eligieron para candidato de su partido a la Presidencia a un hombre que no ve las cosas de la Nación con más escrúpulos que aquel con que Tammany mira las de la ciudad; como al lado de Blaine han prosperado camarillas de ferrocarriles y otras empresas que le remuneraban con acciones y dinero el empleo de su influencia en el Senado y altos hombres públicos,–mientras que Cleveland ha cortado el vuelo, con sus vetos serenos y atrevidos, a todas las tentativas de ese género que en su tiempo alcanzaron apoyo o complicidad en la legislatura de su Estado; como Blaine cree, con doloroso disgusto de los norte-americanos sensatos y leales, que no es desvergüenza usar de la fuerza cuando se la posee, y ahora es la ocasión de que los Estados Unidos asienten la mano, y la claven, por todos los lugares de la tierra adonde les llegue la mano poderosa,–y Cleveland piensa, con aplauso entusiasta de la gente honrada de la República, que el que viola el derecho, la paz y la independencia de la casa ajena, es como un bandido y rufián de las naciones a la que lo de cesárea y omnipotente no quitaría la mancha de criminal y de villana; como de un lado está Blaine, que trae al pueblo que ha sido hasta ahora albergue del derecho y decoro humanos en toda la tierra ofendidos, aquel desdén del hombre, ejercicio de la fuerza e ímpetu de conquista que los lastiman y violan,–y de otro lado era preciso poner a quien por lo discreto, digno y sesudo dejase a los Estados Unidos en su puesto de nación de hogar y casa de los hombres, y con el respeto a los demás y el goce pacífico de sí, perpetuara el magnífico ejemplo de la eficacia y salud de la libertad que los Estados Unidos vienen dando;–la Convención de los demócratas escogió, de entre todos los candidatos del partido, a aquel que cuida más de gobernar honradamente su casa que de ir a perturbar la ajena; a aquel que no quiere abrir a las furias de la guerra y al vocerío de los mercaderes este templo maravilloso que sobre columnas de hombres prósperos y buenos por encima de toda la tierra se levanta.–Quien ha sabido preservar su decoro, sabe lo que vale el ajeno, y lo respeta. Y el pueblo que ha sido la casa de la Libertad, no ha de convertirse, no por Dios! en dragón en que cabalgue la conquista, ni en nueva tumba del hombre, como los pueblos despóticos o corrompidos que han dominado y envilecido el universo.
Seso y decoro pide la gente buena de este pueblo a sus Presidentes; y no quiere que se tenga en mucho el seso, si no va acompañado del decoro. Porque el talento, la naturaleza lo da y vale lo mismo que un albaricoque o una nuez; pero el carácter no; el carácter se lo hace el hombre; y con su sangre lo anima y colora, y con sus manos lo salva de tentaciones que como sirenas le cantan, y de riesgos que como culebras lo vahean; el carácter sí es motivo de orgullo, y quien lo ostenta, resplandece. Como mármol ha de ser el carácter: blanco y duro. Y esto tiene de magno Grover Cleveland; que en época de política corrupta ha traído virtud a la política; que lisonjeado, cortejado y puesto en peligro, ha salvado su carácter entero y sencillo de tentaciones y de riesgos. Por eso apoya también fervientemente su candidatura gran parte del bando republicano.
La América, Nueva York. julio de 1884.