Sumario.–Estudio indispensable para comprender los acontecimientos venideros en los Estados Unidos.–Análisis del movimiento social, causas que lo producen y elementos que lo impulsan.–Influjo de las prácticas de la libertad política en el carácter de la guerra social.–El movimiento social está ya en actividad definitiva en los Estados Unidos.–Descomposición de los factores que han producido la presentación de un candidato de los obreros al corregimiento de Nueva York.–La historia viva.–La levadura de la Revolución Francesa fermenta en los Estados Unidos.–Causas especiales de la desigualdad social en Norteamérica.–La tierra y las ciudades.–Límite de acción de la libertad política: su eficacia y su deficiencia.–Razones del aspecto original del movimiento social en los Estados Unidos.–Influjo de la inmigración en el carácter del movimiento social.–¿Será la libertad inútil?–Problema nuevo en política: ¿los efectos de la educación despótica predominarán sobre los efectos de la educación liberal?–La libertad suaviza al hombre y lo hace enemigo de la violencia.–Aspecto presente del movimiento.–Fuerza definitiva del voto.–Los movimientos se concentran en los que poseen en mayor grado sus factores.–Razón de la candidatura de Henry George al corregimiento de la ciudad.
Señor Director de El Partido Liberal
Se pudren las ciudades; se agrupan sus habitantes en castas endurecidas; se oponen con la continuación del tiempo masas de intereses al desenvolvimiento tranquilo y luminoso del hombre; en la morada misma de la libertad se amontonan de un lado los palacios de balcones de oro, con sus aéreas mujeres y sus caballeros mofletudos y ahítos, y ruedan de otro en el albañal, como las sanguijuelas en su greda pegajosa, los hijos enclenques y deformes de los trabajadores, en quienes por la prisa y el enojo de la hora violenta de la concepción, aparece sin dignidad ni hermosura la naturaleza. Esta contradicción inicua engendra odios que ondean bajo nuestras plantas como la fuerza misteriosa de los terremotos, vientos que caen sobre las ciudades como una colosal ave famélica, ímpetus que arrancan a las naciones de su quicio y las vuelven del revés, para que el aire oree sus raíces. Y cuando ya parece que son leyes fatales de la especie humana la desigualdad y servidumbre; cuando se ve gangrenado por su obra misma el pueblo donde se ha permitido con menos trabas su ejercicio al hombre; cuando se ve producir a la libertad política la misma descomposición, ira y abusos que crea la tiranía más irrespetuosa; cuando se llega a ver vendido por un ciudadano de la República a cambio de un barril de harina o de un par de zapatos el voto con que ha de contribuir a gobernar su pueblo y mejorar su propia condición; cuando parece que va a venirse a tierra al peso de sus vicios, con un escándalo que resonaría por los siglos como resuena el eco por los agujeros de las cavernas, la fábrica más limpia y ostentosa que ha levantado el hombre a sus derechos, ¡he aquí que surge, por la virtud de permanencia y triunfo del espíritu humano, y por la magia de la razón, una fuerza reconstructora, un ejército de creadores, que avienta a los cuatro rumbos los hombres, los métodos y las ideas podridas, y con la luz de la piedad en el corazón y el empuje de la fe en las manos, sacuden las paredes viejas, limpian de escombros el suelo eternamente bello, y levantan en los umbrales de la edad futura las tiendas de la justicia!
¡Oh, el hombre es bueno, el hombre es bello, el hombre es eterno! Está en el corazón de la naturaleza, como está la fuerza en el seno de la luz. No hay podredumbre que le llegue a la médula. Cuando todo él parece comido de gusanos, entonces brilla de súbito con mayor fulgor, tal cual la carne corrompida brilla, como para enseñar la perpetuidad de la existencia, y la inefable verdad de que las descomposiciones no son más que los obrajes de la luz.
Sí: de esta tierra misma donde el exceso de cuidado propio sofoca en los hombres el cuidado público, donde el combate febril por la subsistencia y la fortuna exige como contrapeso y estímulo el placer acre, violento y ostentoso; donde se evaporan abandonadas las vidas de ternura, idea o desinterés que no han logrado la sanción vulgar y casi siempre culpable de la riqueza; de esta tierra misma, que cría con el grandor de sus medios y la soledad espiritual de sus habitantes un egoísmo brutal y frenético, se está levantando con una fuerza y armonía de himno uno de los movimientos más sanos y vivos en que ha empeñado jamás su energía el hombre.
Es hora de estudiarlo, hoy que se manifiesta en Nueva York con inesperado brío, sustentando un candidato ingenuo al puesto de Corregidor de la ciudad, de donde en manos de los políticos toda virtud parece haber huido. Vuelve a verse, para pasmo de intrigantes y soberbios, que en los grandes instantes de revolución y crisis, basta la voluntad de la virtud, tan tarda siempre en erguirse como segura, para acorralar a los que se disfrazan de ella. Un niño humilde, un aprendiz de imprenta, un grumete, un periodista, un mero autor de libros, ha estremecido con un volumen claro y sincero a toda la nación: y cuando los que se ven representados en él lo alzan por sobre su cabeza para que los conduzca en sus batallas, tiemblan a la simple presencia de este hombre sencillo los pecados públicos, el cohecho político, el falso sufragio, el tráfico en los empleos, el comercio en los votos, la complicidad de las castas favorecidas, la caridad interesada, la elocuencia alquilona, como viejos viciosos sorprendidos en su sueño por la luz del alba a los postres de una orgía. Se les ve por las calles despavoridos, cubriéndose las cabezas con los mantos, para que no se les descubra lo vil del rostro. Los formidables intereses ligados en paz criminal con los políticos de oficio, que prosperan con la venta y manejo del voto público, ven con estupor la aparición de un hombre honrado que les disputa el primer puesto de la ciudad, para inaugurar desde él las batallas ordenadas de votos y leyes que han de asentar la Constitución social de la República sobre nuevos cimientos de justicia.