Congreso forestal

Congreso forestal

He aquí una cuestión vital para la prosperidad de nuestras tierras, y el mantenimiento de nuestra riqueza agrícola. Muchos no se fijan en ella, porque no ven el daño inmediato. Pero quien piensa para el público, tiene el deber de ver en lo futuro,–y de señalar peligros. Mejor es evitar la enfermedad que curarla. La medicina verdadera es la que precave.

La cuestión vital de que hablamos es ésta: la conservación de los bosques, donde existen; el mejoramiento de ellos, donde existen mal; su creación, donde no existen.

Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las echan al río,–hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor, y los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen país productor.

Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo que no hace un pueblo práctico, o que goza fama de tal, no es práctico. Y las verdades suben de punto, cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las repiten labios norte-americanos.

LA AMÉRICA, que sabe cuán cruel y locamente se cortan en los países hispanoamericanos sus magníficos bosques de maderas ricas; que ve cómo, a pesar de una que otra ley desobedecida o mal cumplida, casi en parte alguna resiembran lo que arrancan, sin pensar que, como en algunos lugares acontece, las maderas son la única riqueza de la comarca; LA AMÉRICA, que ha venido aconsejando el cuidado y resiembra de los bosques, y acaba de celebrar a México por ello,–ve ahora con gozo que como ella piensa el Congreso Forestal Americano, reunido recientemente en el Estado de Minnessota.

Tal importancia se da a este asunto, que para estudiarlo bien, y resolver en él con prudencia, se ha reunido, y no por la primera vez, un Congreso.

Preocupa a los hombres cuerdos congregados en la ciudad de San Pablo, el alarmante decaimiento de la riqueza forestal en los Estados Unidos, que adscriben a la tala brutal y avariciosa de los especuladores, que no ven que la fortuna rápida que hoy acumulan criminalmente, y a expensas de la fortuna pública, arrebata a la nación una fuente de riqueza permanente, no tanto por la esencial que traen en sí los bosques de buenas maderas, cuanto por la protección y amparo que dan los bosques a las comarcas agrícolas.

Se quejan los diputados al Congreso de la falta de Academias Forestales, que enseñen a cultivadores instruidos el modo de cuidar y resembrar los bosques.

Y como es inútil señalar el mal, lo cual es tarea fácil que a todos se alcanza, si no se da aparejado el remedio, lo cual ya no se alcanza a tantos, los del Congreso recomiendan el establecimiento de estaciones forestales para experimentación; acuerdan rogar calurosamente a las Legislaturas de los diversos Estados que sin demora funden estas estaciones, y busquen modo de hacer saber el peligro que se corre con el corte desordenado de los árboles; y desean que en las nuevas estaciones se imite el plan de la de Ohio, que está dando excelentes resultados.

Solicita además el Congreso la creación de un centro forestal de experimentación en los colegios de agricultura, y pide que, como guardianes de la prosperidad pública, se nombre un cierto número de comisionados que atienda de una manera especial y directa al cuidado de los bosques.

La América. Nueva York, septiembre de 1883.