Adelantos en México
Mejora y cruzamiento de caballos.–Varias razas.–Crónica de zootecnia
Recuerda México a un buen caballero de un libro encantador del inglés Bulwer Litton, admirable libro, llamado del nombre de su héroe “Kenelm Chillingly”, el cual caballero inglés, Sir Leopold Travers, luego que gastó con bríos de mozo, en querellas de amor y lujos sociales sus primeros años y dinero, vio una buena mañana que por aquel camino iba a ambas ruinas, y sin dejar de una vez el trato ameno y espacioso de las gentes cultas, que es para el espíritu como la sazón para los manjares, se dio muy buenamente a mejorar sus campos, apuntalar y reforzar sus agrietados caseríos, abonar y sembrar sus empolvadas tierras, y cruzar y embellecer sus animales. Y cuidaba con grandísimo amor su buena vaca Durham.
México, de vuelta ya de sus querellas de amor y nobles arrebatos del mocerío, ha puesto los ojos en su hacienda pingüe abandonada, que sin duda triplicará en valor, con el cuidado, como triplicó a vuelta de pocos años la de Sir Leopold Travers.
Ayer decíamos que México sembraba su valle; ahora diremos que México se ocupa activamente en la mejora y cruzamiento de sus ganados, en el modo de subir de alzada el nervioso y lindo caballo de Aguascalientes; y llevar nuevas yeguas a Guáname, Gavía y las Cruces, buenos criaderos donde ya escasean; y poner buena semilla en las receptoras afamadas de Tantoyuca.
Así como Guatemala, ganosa de mejorar la pobre especie de sus quinas, y de sembrar en profusión un árbol cuyo consumo aseguran las numerosas industrias que lo usan, llama a que reconozca la tierra y presida la siembra a un hacendado de Ceylán, de habilidad probada en estas labores,?así México pide informes sobre las razas caballares, y tipos que fuera conveniente cruzar, y sistema que ha de seguirse en el cruzamiento, a una notable persona, rica en conocimientos de Zootechnia.
La ciencia toda del cruzamiento cabe al decir de este informador, en una sola frase:?“que productores y receptores sean entre sí lo más alejados posible en sangre y genealogía”.?Y así los hijos heredarán los dobles caracteres salientes de ambos padres, que por no asemejarse entre sí no se funden en un hijo de cualidades pálidas y neutras.
Yeguas, no las hay mejores que las de Kentucky: y si tienen alguna sangre de aquella fogosa y pura de la Pampa, más apreciadas son todavía. Kentucky ha dado a los Estados Unidos esos caballos de veloces remos y de pechos anchos que hacen fruncir el ceño a los arrogantes criadores de Inglaterra, más de una vez vencidos por los nerviosos potros kentuckianos.
Y estas yeguas de Kentucky, podrían dar excelentes hijos si se les llevasen padres árabes, no el Kadischi de oscuro abolengo, y tal vez mal mezclado, ni el Attechi vulgar, ni el pesado Nedgedde, ni el Montific mismo, con ser noble y de casta probada, sino el Kochlani, soberano y esbelto, el leal y fogoso Kochlani, ala y amigo del corredor beduino, hijo de aquellas caballerizas afamadas del rey Salomón:?¡gran rey aquél que, sin monumentos y sin prensa, saca tantos codos por sobre los hombres y los pueblos de su tiempo que se le ve entero y como vivo todavía! ¡Oh, fama, sueño y entretenimiento de los niños!
Para las receptoras normandas, el informador mexicano quiere semilla de pampas, en cuya sangre ágil y briosa ponen óptima vida los suculentos jugos de aquellas yerbas vírgenes en que saca afuera su pujanza exuberante la tierra de la República Argentina.?Hijos diestros y recios a la par nacerán de la normanda de anchos cuartos y nervudos remos, poderosa tiradora, y el pampa centelleante y flexible, en cuyos ojos vivos se hallan a veces relámpagos de ojo humano:?no en Kentucky sólo; en Louisiana, Philadelphia, Ohio y California tienen por yeguas excelentes las que algo conserven del caballo pampa.?Gozan gran fama de ligeras trotadoras.
A la receptora bolonesa, madre de esos valientes y pundonorosos caballos de campo que como a hermano suyo cuida el labrador francés?vendría bien el semental inglés de sangre pura, el “Blood horse” aristocrático, de elástico músculo y remos alados.
A la andaluza de paseo, de fría y acabada hermosura,?el turcomano de fatiga, tan largo y desencajado como perspicaz y resistente.
Las peludas, ponderosas y colosales yeguas del Perche, madres de los percherones de gran pecho, velludo espolón, pezuña abierta y cuartilla corta,?debieran ser cubiertas, como las normandas que en sus usos campesinos y fuerza se les parecen, por los Kochlanis elegantes.
Las artilleras de Jerez, hijas de árabe y normando, mansas y duras, darían gallardos hijos, bellos y trabajadores, si las cubriesen los racers ingleses, de miembros férreos y delgados, competidores hábiles del viento.
Para la yegua franco-árabe, que da a los campos de guerra sus mejores corceles,?se aconseja el refinado Kentucky, en quien se concentran las razas opuestas.
A yeguas mexicanas, de variada índole, añadirían propiedades nuevas, mezcladas cuidadosamente en relaciones opuestas, los percherones poderosos; los berberiscos, hijos de árabe y númida, que han dado buena semilla a los criaderos de Inglaterra; y los enjutos e infatigables mecklemburgueses.
Las yeguas de Philadelphia, altas, recias y hermosas, casarían bien con los sufridos y nobles argelinos.
Es la hacienda para un pueblo como los aposentos de la digestión para un individuo;?y toda turbación o pobreza en aquélla trastorna al pueblo, como la falta de alimento o alimentación irregular trastorna y hace ineficaces o dañinos todos los demás órganos del hombre. Hasta en el exceso se parecen pueblo e individuo en ambas cualidades:?que cuando hay plétora de hacienda oscurécense la virtud y sano sentido en las naciones, como en el hombre el juicio cuando ha puesto en sí cantidad excesiva de alimento.
México, que hace tan bien en imitar al caballero Travers, y en arreglar cuidadosamente su sistema de creación y circulación de la riqueza, da prueba nueva de previsión y limpio entendimiento imitando a aquellos bravos caudillos feudales, menos románticos acaso de lo que pintan aisladas leyendas, que de sus guerras con mahometanos hallaban descanso en traer, como Ricardo Corazón de León, galanos caballos del Oriente, para mejorar las crías normandas, o en crear como “Juan sin tierra”, con cien sementales muy buenos de Holanda, al caballo de tiro valioso de que hoy se envanece Inglaterra.
Los pueblos, hombres magnificados, como los hombres tienen su edad de predominio de imaginación, y de predominio de razón. Caldea aquélla la máquina, que luego lleva a espaldas tren lujoso. Ya México prepara el tren de lujo.
Y hace bien, por cuanto es bueno pensar en la esencia de la vida al pensar en sus formas, y ver de mantener aquélla para que prosperen éstas,?hace bien en buscar modo de celebrar tratados eficaces y de inmediatos y equilibradores resultados con todas las naciones de la tierra, en la razón en que deben estar las receptoras con los sementales:?veinte a uno.
Lo cual no es fórmula cabalística; sino vital e interesantísimo consejo.
La América. Nueva York, [1884].