A los agricultores
RASTRILLO PULVERIZADOR DE “ACMÉ”. UN RASTRILLO EXCELENTE Es uno de nuestros propósitos ir explicando a nuestros lectores hispano-americanos los instrumentos agrícolas de que puedan sacar verdadero provecho.
No hay en agricultura acaso cosa más importante que preparar bien la tierra para la siembra. La tierra más fértil necesita preparación. Aun en países exuberantes, se distingue el fruto cosechado en tierra cuidada del fruto sembrado en la tierra dejada a sí propia.
Entre los instrumentos que preparan, el más importante es el rastrillo.—Y de los rastrillos conocidos, en buena fe decimos que no sabemos de ninguno superior al de acero y hierro fundido, y doble hilera de cuchillas revolventes que se conoce con el nombre de “Rastrillo Pulverizador de Acmé”.
Desmenuza la tierra sin desvirtuarla; la remueve, y no la quiebra; al mismo tiempo que la limpia, la desterrona y desgrana. Con la barra inflexible que lleva al frente, y que como es enteriza, no cede a terrones ni pedriscos, deshace y arrolla éstos, que la doble hilera de rejas oblicuas que lleva el rastrillo fijas a su parte de atrás, revuelve, alza, expurga y pulveriza. Como que las rejas forman ángulo con la línea de tiro y con el horizonte, la tierra no queda rota al paso del rastrillo, sino movida con una especie de revolución lateral y espiral.
En el rastrillo “Acmé” puede ir sentado el hombre que lo guía, como en los arados modernos,—o un muchacho, cuando el suelo sea tan blando que el peso del hombre resulte excesivo. Hay suelos tan blandos que ni el peso del muchacho soportan,—y en éstos no debe sentarse el conductor en el rastrillo.
Pero la gran ventaja del “Acmé” está en que se puede con él trabajar la tierra a la profundidad que se quiera, y alzar o hundir la reja en el suelo según se desee, por medio de una palanca, colocada cerca del asiento. Si se quiere hacer un trabajo recio, y desterronar y pulverizar completamente el terreno, puede darse a las rejas toda su profundidad, y es seguro que muchas veces quedará el suelo tan bien removido que no se necesitará ya ararlo:—y siempre sucederá que con dos pases del “Acmé” quedará la tierra mejor preparada que con cuatro del mejor rastrillo.—El “Acmé” deja las tierras ordinarias de cultivo tan bien desgranadas y dispuestas como la tierra mejor de los jardines.
Para que las cuchillas de las rejas no se gasten, el rastrillo está construido de manera que el filo de la cuchilla está del lado donde no oprime la tierra: ésta choca con la reja en el lado interior de la curva de modo que la cuchilla halla menos resistencia, y corta el terreno ya recto por la barra niveladora y desmenuzado por el lado interior grueso de la reja.—Si se amellan los filos, lo cual es raro, porque la tierra misma, blanda ya cuando llega a la cuchilla, las aguza,—cualquier herrero puede afilarlas. La barra niveladora es fija, y la palanca hace subir o bajar sobre ella el rastrillo: con echar la palanca hacia delante queda el rastrillo de manera que es facilísimo hacer en él cualquier reparación.
El “Acmé”, pues, combina condiciones que rara vez van juntas: ligereza y fortaleza. Es un instrumento doble, porque no sólo desmorona los terrones, sino que limpia los rastrojos y pulveriza perfectamente el suelo.
Es tan sencillo, que lo puede conducir y manejar con toda precisión un niño campesino.
La América. Nueva York, enero de 1884.