La victoria decisiva de nuestros mambises sobre el ejército español se produjo el 28 de agosto de 1897, cuando las tropas del Mayor General Calixto García les asestaron a los ibéricos un contundente revés, que culminó con la toma e incendio de Las Tunas.
A esa conclusión arribó el investigador Rolando Rodríguez, Premio Nacional de Historia, en su libro “La toma de Las Tunas: derrota definitiva de las armas españolas en Cuba”, al revisar documentación relacionada con el tema en los archivos del Instituto de Historia y Cultura Militar de España.
En una reseña del libro, el historiador de Las Tunas, Víctor Marrero, dice que la derrota le confirmó a España la superioridad militar insurrecta, por lo que el gobierno colonial comenzó a negociar un estatuto de autonomía para la Isla, con el objetivo de no perderla definitivamente.
Por su privilegiada posición estratégica, Las Tunas fue siempre una plaza a la que España le otorgó particular atención durante las guerras independentistas del siglo Diecinueve. Por esa causa, la protegió hasta el detalle con sistemas defensivos interiores y exteriores, numerosos fuertes, fortines, fosos, alambradas y centenares de soldados bien armados y listos para entrar en acción.
El Mayor General Calixto García estaba al tanto de todo eso. Aun así, decidió propinarle un golpe letal a los colonialistas y al amanecer del 28 de agosto de 1897, asaltó con sus fuerzas la ciudad. Contó para ello con el apoyo de María Machado, agente secreta de los cubanos e hija del general español Emilio March. La valiente muchacha le facilitó al alto oficial insurrecto toda la información para llevar a cabo el ataque.
En aquella batalla que duró tres días, los mambises estrenaron un cañón de dinamita, uno de cuyos artilleros fue José Martí Zayas-Bazán, hijo del Apóstol, a quien el ruido de las explosiones le afectó sus facultades auditivas. En la acción murió en combate el coronel Ángel de la Guardia Bello, el joven que acompañaba al Héroe Nacional cuando cayó en Dos Río el 19 de mayo de 1895.
En las primeras horas de la mañana del 30 de agosto, el cuartel de infantería depuso su resistencia. Los españoles tuvieron más de 300 bajas, entre ellas casi 200 muertos. Les fueron ocupados mil 200 fusiles Máuser, dos cañones Krupp, casi un millón de proyectiles de diferentes calibres, medio millar de machetes, granadas, ropa, víveres y medicinas. Las tropas cubanas, por su parte, registraron más de un centenar de bajas, entre ellas 25 caídos en combate.
El doctor Rolando Rodríguez, ha dicho que en aquella acción «los españoles se batieron bravamente y solo cuando les fue imposible continuar la lucha, sin haber obtenido apoyo ninguno del exterior, pactaron la rendición. Calixto García les garantizó la vida a todos y los trató con los honores que los cubanos dispensaban a los vencidos».
La toma de Las Tunas, en agosto de 1897, fue una de las operaciones artilleras más importantes en la guerra de 1895. Tuvo gran impacto en la opinión pública internacional, al punto de que las autoridades coloniales perdieron la confianza en su hombre fuerte, Valeriano Weyler, a quien sustituyeron por el general Ramón Blanco.