Homenaje a Martí en el aniversario de su caída en combate

Este 19 de mayo de 2020 se cumplen 125 años de la caída en combate de José Martí.  Esta es, para los cubanos de bien, una fecha trascendental de nuestra historia, que se conmemora siempre con sentimiento, gratitud y optimismo, porque como escribió el propio Martí, “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. “[1]

En circunstancias normales, en días cercanos a la fecha hubiese tenido lugar el Coloquio Internacional “Los Estados Unidos en la pupila de José Martí”, en el que se habría rendido homenaje al prócer, a la vez que se generaría un jugoso debate a partir de ponencias y conferencias centradas en diversos ejes temáticos.

Hoy, en medio de la difícil coyuntura epidemiológica que enfrenta la Humanidad, solo es posible rendir tributo a su memoria a partir de nuestra presencia en los medios, especialmente en el Portal José Martí, del Centro de Estudios Martianos. La familia cubana, esa que Cintio Vitier definiera como “camino hacia la Patria,” está ahora cumpliendo el sagrado deber de sobrevivir, practicar la solidaridad humana y educar desde casa a las nuevas generaciones. A esa familia solicitamos que deje testimonios de su homenaje a Martí en este aniversario especial, y que continúe actuando con la valentía, responsabilidad y disciplina que demanda el momento presente.

A los investigadores, editores, profesores, estudiantes, los convocamos a debatir con nosotros sus opiniones en torno a cualquier tema relativo a la vida y la obra de José Martí, especialmente lo que atañe a su mirada hacia los Estados Unidos, en la sección Comentarios al final de esta nota. No se trata sólo de su pensamiento antimperialista, aspecto medular de su legado y de gran actualidad en nuestros días. Urge conocer a fondo sus magníficas Escenas Norteamericanas, en las que cuajó la mejor prosa española del XIX. Con ellas fundó el Modernismo y expuso su ideario emancipador. A través de ellas es posible acceder a una visión cultural, en el sentido amplio del término, del país norteño, aprehendido en todas sus complejidades e interioridades, que abarcan desde lo histórico, lo social, lo político, lo económico, lo artístico y literario, hasta la vida cotidiana en toda su diversidad.

Urge releer su poesía toda, desde textos como “Amor de ciudad grande”, tan vinculado a su periodismo neoyorquino, hasta sus Versos sencillos, escritos en aquel “invierno de angustias”, en que se cernía sobre nuestro continente la avalancha de promesas, de engaños, de seducciones, de amenazas, de la Conferencia Panamericana. Leamos su discurso dirigido a los delegados latinoamericanos a ese cónclave, en el homenaje que les rindió la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York, el 19 de diciembre de 1889, y que ha pasado a la historia como “Madre América”. No olvidemos la enseñanza ejemplar que dimana de él, en ese análisis paralelo del Norte y el Sur del continente, que explica desde los orígenes las diferencias de desarrollo histórico y socioeconómico de las dos regiones, y apuesta por la fidelidad a los orígenes: “Pero por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”.[2]

Repasemos “Nuestra América”, punto más alto del ensayo latinoamericano, y texto indagador, como ningún otro, en los problemas acuciantes que debía resolver el continente a finales del XIX. Ellos, amén de las obvias diferencias epocales, siguen siendo hoy casi los mismos. No releguemos páginas menos conocidas que las citadas, pero verdaderamente trascendentes, como “La verdad sobre los Estados Unidos”[3]  o “¿A los Estados Unidos?”,[4] en los que sintetiza de manera ejemplar su credo antimperialista.

Vayamos a su epistolario, donde está el hombre entero, palpitante de pasión, de convicción revolucionaria, de afectos familiares, de devoción a la amistad, de sentimiento patriótico. Constatemos la limpieza y coherencia de su ser, en esa cuartilla tan personal, que no estaban destinadas al gran público en el momento en que fueron escritas. Disfrutemos otra vez La Edad de Oro, ese clásico de la literatura para niños y jóvenes, grato y revelador en cualquier etapa de la vida.

Hagamos nuestras, en la quietud del hogar, estas piezas cenitales. Meditemos en su alcance y utilidad, intercambiemos nuestros criterios, compartamos lecturas y opiniones con amigos y familiares en las redes sociales, y sobre todo, seamos martianos, lo cual significa no claudicar, hacer el bien, y  tener fe “[…] en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud […].”[5] Ese es hoy el mejor homenaje y la flor más hermosa.

Centro de Estudios Martianos

[1] José Martí. “Pilar Belaval.” OCEC, t. 3, p. 163.

[2] JM: “Discurso pronunciado en la velada artístico-literaria de la Sociedad Literaria Hispanoamericana”, 19 de diciembre, 1889, OC, t. 6, p. 134.

[3] Texto publicado en Patria el 23 de marzo de 1894. Véase: José Martí En los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892. Edición Crítica. Coordinación de Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez. Colección Archivos- Casa de las Américas, 2003.

[4]Apareció en La Doctrina de Martí, Nueva York, 15 de agosto de 1897. OC, t. 28, pp. 289-290.

[5] JM: Dedicatoria a Ismaelillo. OCEC, t. 14, p. 17.