De cómo el aprendiz de constructor de carruajes, de piel oscura e ideas claras, se convirtió en el Delegado del Delegado y en el alumno más aventajado del Maestro, son cosas propias solo de una historia como la nuestra, que demuestran que en estas tierras las oportunidades se hacen con el esfuerzo y la constancia de los sentimientos.
Juan Gualberto Gómez nació el 12 de julio de 1854, vino al mundo libre, gracias a que sus progenitores Fermín y Serafina, integrantes de la dotación del ingenio Vellocino, en Sabana del Comendador, Matanzas, compraron su libertad antes de nacer.
A fines del año 1878, en el bufete de Nicolás Azcárate conoció a José Martí y nació entre los dos una amistad muy estrecha, basada en la admiración mutua cimentada en el reconocimiento al talento y el profundo convencimiento de que nunca sería suficiente el sacrificio, cuando se trataba de la libertad de Cuba.
El hijo de españoles pobres y el descendiente de esclavos se involucraron en la conspiración de lo que hoy conocemos como la Guerra Chiquita, por lo que ambos fueron deportados a España, por sus actividades revolucionarias.
Juan Gualberto marcó un hito en el periodismo nacional y se distinguió por un estilo muy propio, marcado por la claridad del lenguaje, la habilidad en la exposición y la serenidad en la polémica, peregrinando entre el ataque incisivo y el sarcasmo hiriente y mordaz.
Con la fundación del Partido Revolucionario Cubano por el Apóstol, Juan Gualberto se convirtió en el representante en Cuba del Delegado José Martí y en el ejecutor de todo lo previsto en los planes de alzamiento de 1895, figura fundamental en la consecución de las aspiraciones martianas y factor clave en su consecución.
Pensó en él José Martí, cuando subrayó que el periodista tiene mucho de soldado, porque el prócer supo relegar la pluma e irse a la manigua, el 24 de febrero de 1895, para encabezar el frustrado levantamiento de la zona de Ibarra, en Matanzas.
En la neocolonia quisieron sobornarlo con puestos bien remunerados y condecoraciones suntuosas, pero era insobornable. Al contrario, devino crítico severo, contra generales y doctores, denunció los desmanes de José Miguel Gómez en la Presidencia de la República y se enfrentó a los crímenes del machadato.
Juan Gualberto Gómez, el mejor alumno del Maestro murió pobre, admirado por su pueblo, el 5 de marzo de 1933, a los 80 años de edad. Por méritos propios, el hijo de esclavos conquistó un sitio venerable en el altar de la patria, ese lugar destinado solo a unos pocos, de sueños indomables y esfuerzo incansable.