Tanteos iniciales del antillanismo en Patria
Por: MSc. José Antonio Bedia Pulido

José Martí y un grupo de patriotas en los trabajos previos encaminados a fundar el Partido Revolucionario Cubano, organización para luchar por la libertad en las dos últimas colonias de España en América, coinciden en la necesidad de fundar un periódico. Así surge Patria el 14 de marzo de 1892. En él trabajarán boricuas y cubanos, entre los primeros: Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado y Francisco Gonzalo Marín, junto a ellos los cubanos: Gonzalo de Quesada, Benjamín Guerra, Abelardo Agramonte, Rafael Serra y Juan Fraga, por solo mencionar algunos nombres.

Múltiples serían las tareas de la publicación, entre ellas resulta primaria la expresión de una propuesta socio-política antillana, capaz de articular los caracteres propios de la región insular con los del continente. Así, el antillanismo expuesto en las páginas del impreso insiste en los nexos geográficos, históricos, culturales, sociales y políticos de las islas con el continente.

Para rastrear esa huella en la publicación es imprescindible revisar las páginas de sus números. Un universo afín transcurre desde la fundación del periódico hasta que el semanario de cuenta de la noticia de la muerte de José Martí, el 25 de junio de 1895. Ese lapso podemos fragmentarlo atendiendo al énfasis de los temas publicados; con anterioridad otros autores han planteado esos momentos en la vida de Patria. Aquí acepto la periodización establecida por Ibrahim Hidalgo Paz.[1] El reconocido autor advierte un primer instante entre marzo y octubre de 1892, del cual señala: “[este período] presta especial atención a Puerto Rico, lo que se refleja desde su primera entrega, en la que aparece el manifiesto ‘Al pueblo puertorriqueño, del Club Borinquen’; en las sucesivas ediciones serán publicados artículos, comentarios, noticias, análisis históricos y crónicas de diversos autores de la isla antillana”.[2]

Desde el primer número de Patria se aprecia el interés en estrechar los vínculos cubano-puertorriqueños con el concierto de pueblos latinoamericanos a partir de la afinidad de las ideas de libertad e independencia en la región, arista fundamental del antillanismo de la publicación. La mayoría de los artículos del número inicial del semanario los refiere de forma paradigmática, por lo que podemos señalar que de todos los publicados en vida de Martí ese será el número que refleja en mayor cuantía dichos conceptos.[3] Tomemos ese énfasis como una alerta para considerar adecuadamente la importancia del antillanismo en el programa revolucionario de un periódico que anima el movimiento independentista insular y que está dirigido por alguien con una vastísima cultura política, comprometido por sobre todas las cosas con la redención humana.

Patria favorece la memoria de las comunidades y puntos de contactos interamericanos a modo de estrechar vínculos, por lo que expone reiteradamente un antillanismo que refrenda los valores insulares, vinculados a una misión fuera de sus fronteras geográficas. Martí y sus colegas esgrimen como herramienta política la divulgación de la historia, evocan la epopeya independentista continental del primer cuarto del siglo xix, y sus relaciones con las islas que la intentan en la década de 1890.

En consecuencia, tasan la obra revolucionaria cubano-puertorriqueña en su valor humano, alcance estratégico y compromiso con Hispanoamérica. Definen la existencia de un área a liberar del coloniaje español, y revelan así que su cumplimiento incluye un compromiso trascendente: la liberación de Cuba y Puerto Rico ha de servir como valladar a las pretensiones hegemónicas de las potencias del orbe sobre las islas.[4]

El periódico esclarece los propósitos del nuevo proyecto redentor para las Antillas españolas. Las “Bases del Partido Revolucionario Cubano”, texto reimpreso una y otra vez,[5] siempre en primera plana, encarna el sumario de los principios rectores de la organización independentista, aún en gestación en el instante que ven la luz los primeros cuatro números. Más allá de un conjunto de enunciados a aceptar u objetar advierten los objetivos y determinaciones del Partido; en las “Bases …” encontramos una fuente raigal para entender la misión antillanista de la revolución y de cómo los implicados en el proyecto entienden su compromiso con el continente.

Su artículo primero precisa: “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”.[6] Breves líneas revelan novedosos aspectos del quehacer político de la organización recién fundada: no hay compulsión, la clave del éxito radica en conseguir los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad. Congrega a partir de un espíritu democrático, sin imposición, evade cualquier deformación caudillista, elemento nocivo en nuestras gestas previas –como lo fue también en las repúblicas latinoamericanas.[7]

Ese enunciado, de forma implícita, asume críticamente una lección histórica: las luchas, proyectos y reveses del independentismo cubano e hispanoamericano; intenta superar las fallidas experiencias de la década de 1880 en su tierra natal. Establece un diálogo con aquella comunicación de Martí en que puntualizaba: “No hay intereses que adulen, ni camarillas que excluyan, ni hombres que quieran ponerse sobre los demás”.[8] La coherencia de pensamiento en la obra del revolucionario es uno de sus elementos más representativos. El antillanismo que esgrime Patria, en buena medida de la pluma de Martí, no escapa de ello. Múltiples textos de etapas anteriores revelan su intertextualidad con los publicados por el semanario.[9]

La historia funge como hilo conductor en el discurso del periódico, la política se convierte en el arte de aglutinar esfuerzos, cultura y tradición subyacen en todos sus planteamientos, es el medio de engarzar la doctrina independentista. El antillanismo manifiesto en Patria discurre bajo esa fórmula: en respuesta a problemas de su contemporaneidad teje el futuro a partir del conocimiento y asunción de los compromisos anteriores. Las “Bases…” intentan superar los viejos escollos al conseguir el acuerdo de todos, aspecto a ganar en la labor diaria, sin imposiciones. Era necesario publicar insistentemente los fundamentos políticos de la empresa liberadora, explicar a todos los dispuestos que serían recibidos sin diferencia. Se impulsa la unión de voluntades, el acuerdo exento de supremacías, evadiendo faltas del pasado.

Hay un segundo aspecto en el propio artículo primero de las “Bases…”, él establece tareas diferentes en una y otra isla, aun cuando el fin era uno: la libertad insular. La consecución práctica de ese logro dispone su dislocación en Cuba y Puerto Rico, aspecto que superficialmente puede resultar contradictorio, pero que es la expresión condensada de un sólido realismo político. Los reunidos al calor del nuevo llamamiento, los dispuestos a retomar las armas, debían atesorar un recio conocimiento histórico-político, saber que aunque una y otra isla buscan la independencia absoluta, ese objetivo está mediado de pasos: La mayor de las Antillas solo tiene que cohesionar las voluntades existentes. Borinquen requiere previamente de generar una ideología capaz de cimentar un futuro alzamiento. De ahí el enunciado requisito de fomentar y auxiliar la causa en la isla hermana. Era evidente que en un territorio el itinerario resulta más dilatado que en otro, la bifurcación de procedimiento se avala en una historia que durante el siglo xix manifestó equivalentes anhelos, pero que en su avance fue diferente.

La experiencia combativa de los cubanos supera inconmensurablemente la de los boricuas que solo tienen en su haber el alzamiento de Lares, rápidamente sofocado en el otoño de 1868. En la mayor de las Antillas el Ejército Libertador y la población civil, colaboradora o no, sufrió los embates de una campaña dilatada diez años en gran parte de su territorio. El revés del Zanjón no menguó su ímpetu combativo y pronto los cubanos reanudan la lucha en 1879, alzamiento que también fracasa, pero que abrió una década de expediciones y levantamientos que mantuvieron en vilo a las autoridades coloniales.[10] Fueron tantos aquellos afanes anticipados que el propio Martí buscó un punto de inflexión: “Refrenar es lo que nos cuesta trabajo, no empujar: lo que nos cuesta trabajo es convencer a los hombres decididos de que la mayor prueba de valor es contenerlo […] Las manos nos duelen de sujetar aquí el valor inoportuno”.[11]

En Puerto Rico la historia fue diferente, el levantamiento del 23 de septiembre de 1868 fue sofocado en pocos días, una carta del entonces Capitán General de la Isla Julián Pavia al ministro español de Ultramar, del 11 de octubre de 1868, declara: “Toda la Provincia incluso Lares y su jurisdicción disfruta de completa tranquilidad”.[12] No tuvieron igual suerte los dos alzamientos; los independentistas puertorriqueños se vieron obligados a vivir en el exilio. Borinquen aguarda las prometidas Leyes Especiales en lo que vegeta bajo el atropello durante la década de 1870; en los años ochenta no logra cohesionar pasos más allá del boicot económico de la sociedad secreta La Torre del Viejo y las violentas agresiones entre los bandos políticos Incondicional y Autonomista, el llamado contracomponte.[13]

La desigual historia acredita las diferencias estratégicas precisadas en las “Bases …”, el elemento dispar a tener en cuenta y resolver por el Partido Revolucionario Cubano. Pero a Patria no le corresponde la fría exposición del recuento histórico, tiene el imperativo de avivar los espíritus revolucionarios en una y otra isla, de evidenciar la existencia de los intereses comunes en alcanzar la libertad. El semanario establece, a partir del encuentro de las aspiraciones independentistas en Cuba y Puerto Rico la exigencia de conseguir una meta común; fundamentan su opinión los numerosos esfuerzos de sus libertadores a lo largo del siglo xix.[14] En las propias “Bases…” recalca ese empeño. Al refrendar la voluntad de lograr la independencia de los dos territorios mediante esfuerzos comunes, remarca que no hay en el nuevo proyecto olvidos del extenso trayecto de cercanías insulares en busca de la libertad. Defensor de nuestra identidad ve indispensable el recuento.

El artículo tercero de las “Bases…” destaca otro aspecto fundamental de la organización, el compromiso ético asumido por el Partido Revolucionario Cubano para consagrarlo a la obtención de la libertad: “sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno […] a fin de fundar […] una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos y de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala”.[15] Apunta dos distinciones dependientes y siempre interrelacionadas en la organización: la moral y la política. La primera declara el empeño de construir una obra sin tacha, la honra caracteriza el desempeño de sus líderes, no resulta mera parafernalia para ganar el apoyo de seguidores, sino el intento de realizar una empresa transparente, con perspectivas de futuro para el pueblo cubano-puertorriqueño, tras un cuarto de siglo de intentos redentores.[16] Ese aspecto a su vez está relacionado con el papel de las islas dentro del concierto de naciones del hemisferio donde se pretende establecer una nueva república. Bajo el concepto de nación. Patria tiene el objetivo de subrayar la unión de Cuba y de Puerto Rico como comunidad socio-política singular.[17]

Ese polisémico término lo usa con el fin de agrupar a personas de una cultura. Recordemos que nación, en un sentido estricto tiene dos acepciones: la jurídico-política que explica la soberanía de un Estado determinado, y otra, recurrente en Martí, de ámbito histórico-cultural, subjetivo, que define a una comunidad con características propias delimitadas por las raíces históricas que les unen. Ese aspecto aglutinador de contornos indeterminados que permite al semanario utilizar, sin aferrarse de forma ortodoxa, a los conceptos país, nacionalidad, tierra natal y patria, indistintamente y siempre con un mismo fin: enfatizar los vínculos de un grupo humano con un cúmulo de parentescos legendarios y afectivos, principio indispensable para juntar el ideal político liberador esgrimido por el Partido.

A partir del concepto de nación, Martí introduce una novedad política apartada de las tradicionales ideas federativas y confederativas, reiterada por varios independentistas antillanos a lo largo del siglo xix.[18] Lo manifiesto en Patria puede resultar más concreto que la propia federación, si aceptamos el término nación en su acepción de gobierno propio. Pero el semanario solo invoca los términos, no explica su significado, deja el campo abierto a la inferencia. Su discurso es político, no académico, por ello utiliza la polisemia de las categorías consciente de la inclusión de varios componentes en ellas, pero enfatiza el aspecto cultural, aceptado sin tanta beligerancia y que al cabo representa un pueblo y su anhelo: la identidad indispensable. Concretamente, el periódico no propone ningún tipo de integración material para las Antillas. Se cuida de hacerlo, con los ojos puestos en la política hemisférica tasa la desproporción entre las dos facciones continentales a la altura del diecinueve finisecular, evalúa el peligro que ello entraña.[19]

La libertad de las islas, una vez obtenida, responde en la vida política del continente a los deberes que impone su situación geográfica y que en la década de 1890 emergen agudos. Patria articula la comunidad insular y continental a partir de la responsabilidad, ese es el camino que discurre el antillanismo en la publicación.

 

[1] Ibrahim Hidalgo Paz: “Patria: ‘órgano del patriotismo virtuoso y fundador’”, en Incursiones en la obra de José Martí, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989. Las etapas que este autor demarca son las siguientes: primera, de marzo a octubre de 1892; segunda, de noviembre de 1892 a diciembre de 1893; tercera, enero de 1894 a enero de 1895; cuarta, de febrero a junio de 1895.

[2] Ibídem, p. 146.

[3] Ver anexo 1, pp. 187-193, en José Antonio Bedia: El Antillanismo en Patria, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2017.

[4] Los Estados Unidos, en un acelerado proceso de industrialización toman una posición hegemónica sobre América Latina. Martí temía que hicieran de Cuba una base para extenderse por el Caribe y la América nuestra. Su carta inconclusa del 18 de mayo de 1895 es paradigmática al respecto: “ya puedo decirle con […] orgullo y obligación […] estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, […] de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. (JM: “Carta a Manuel Mercado”, Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895, en Epistolario, t. 5, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, p. 250. [En lo adelante Epistolario]) Sobre este particular consúltese de Ramiro Guerra: La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países hispanoamericanos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 10-11, y 308-316. También de Rodolfo Sarracino: “América Latina y Europa en el equilibrio martiano”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 25, La Habana, 2002, pp. 108-124.

[5] Las “Bases del Partido Revolucionario Cubano” se publicaron en la mayoría los números hasta que el semanario dio fe de la muerte de José Martí, excepto en el número 2, de 19 de marzo de 1892; el número 153, de 18 de marzo de 1895; el número 162, de 18 de mayo de 1895; el número 163, de 23 de mayo de 1895 y el número 167, de 25 de junio de 1895.

[6] JM: “Bases del Partido Revolucionario Cubano”, en Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892, no. 1, p. 1, col. 1, pár. 2, en OC, t. 1, p. 279.

[7] Recuérdese que concluida la gesta independentista continental sobrevino en Latinoamérica una larga etapa comandada por caudillos militares conservadores que, incapaces de valorar la cuantía política de la obra, impusieron en las nuevas repúblicas prácticas heredadas de la colonia y estancaron el alcance de la revolución. En Cuba, durante la guerra de 1868 a 1878, también se gestó caudillismo, fenómeno nocivo en la campaña y luego extendido en los múltiples y fracasados intentos militares, sobre todo en la década de 1880.

[8] JM: “Carta a los cubanos”, Nueva York, oct. de 1891, en Epistolario, t. 2, pp. 314-315.

[9] Al respecto pueden verse una serie de textos referidos en el trabajo de José Antonio Bedia Pulido: Hostos y Martí: antillanismo liberador, Centro de Estudios Martianos y Ediciones Boloña, La Habana, 2013.

[10] Finalizada la Guerra Chiquita, diversos fueron los intentos armados para revivir la lucha en Cuba durante toda la década de 1880. Consúltese al respecto, de Pedro Pablo Rodríguez y Ramón de Armas: “El inicio de una nueva etapa del movimiento patriótico de liberación nacional”, en Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba. Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales 1868-1898, cap. 7, Editora Política, La Habana, 1996, pp. 342-346.

[11] JM: “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868, en Masonic Temple, Nueva York, 10 de octubre de 1887”, OC, t. 4. p. 222.

[12] Referido por José Antonio Bedia Pulido en Hostos y Martí: antillanismo liberador, ed. cit., p. 36, nota 69.

[13] Sobre este particular consúltese de Germán Delgado Pasapera: “Sociedades secretas, boicot y represión oficial”, en Puerto Rico sus luchas emancipadoras, Editorial Cultural, Puerto Rico, 1984, p. 386.

[14] Sobre este aspecto, consúltese de Paul Estrade: “Betances, Martí y la Independencia de las Antillas en el siglo xix”, en www.adital.imagen/ProgramasdeRadio, consultado el 27 de marzo de 2014.

[15] JM: “Bases del Partido Revolucionario Cubano”, en Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892, no. 1, p. 1, col. 1, pár. 3, OC, t. 1, p. 279 (énfasis del autor).

[16] Si bien el Partido fue organizado en la emigración, debido a la libertad de acción que el exilio brindaba, la organización debía fundamentar el proyecto político y social de la mayoría de los cubanos, pues a ellos respondería la revolución concretada en república. Según Diana Abad: “Martí los calificaba [a los núcleos del exilio] como la representación del pueblo libre de Cuba […] los hombres aleccionados por la historia; los que conocen en carne propia, todas las divisiones, intrigas y vicisitudes, errores y fracasos, no obstante, el derroche de heroísmo […]”. Diana Abad: “El Partido Revolucionario Cubano: organización, funcionamiento y democracia”, en De la Guerra Grande al Partido Revolucionario Cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, p. 155.

[17] El concepto de nación usado por Martí es social. Las ideas sobre la nación en Cuba gozan de un largo trayecto precedente del cual inferimos que Martí reevalúa criterios. Véase al respecto de Sergio Aguirre: “De nacionalidad a nación en Cuba”, en: Nacionalidad y nación en el siglo xix cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, particularmente las páginas 87-89 y 94-96. El criterio de nación, como identidad, que expresa, coincide con el formulado por Norberto Bobbio y Nicola Matteucci en su Diccionario de Política. Redactor: Gianfranco Pasquino, Redactores de la edición en español Jost Arico y Jorge Getula, Editorial Siglo xxi, México, 1981, t. 2, pp. 1075-1080.

[18] Una solución muy referida por los patriotas antillanos, a lo largo del siglo xix, con la finalidad de conseguir y asegurar la independencia de las islas fue la de establecer federaciones o confederaciones entre ellas. En extenso, esa temática es abordada por Carlos Rama en El ideal de la Federación Antillana en los independentistas del siglo xix, Ediciones Librería Internacional, Río Piedras, Puerto Rico, 1971.

[19] Recuérdese el sello que imprimió en Martí su conocimiento del acontecer de la Conferencia Internacional Americana, de 1889 y La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América de 1891. Aleccionador al respecto es su prólogo a los Versos Sencillos, cuando advierte de la primera de estas reuniones: “Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que […] se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos. […] el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la América […] la agonía en que viví”. José Martí. Obras Completas. Edición Crítica, t. 14, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 297.