Perspectivas del conocimiento para la realidad del Caribe
Por: Félix Valdés García

Agradezco a la organización del Seminario Internacional Papel de la cultura en el Caribe hoy: contextos y desafíos por la invitación a intercambiar con colegas y estudiosos de diferentes problemáticas de la inagotable región insular. No obstante, me disculpo por la ausencia física que implica que estas páginas sean leídas.

Cómo conocer nuestro mundo, parece una ingenua pregunta de la filosofía, mil veces trillada y aparentemente resuelta. No obstante comprender las realidades peculiares del Caribe, de islas diversas y semejantes, discontinuas y con un pasado, una fisonomía que les asemeja, una historia que les hace compartir un legado sumergido en el fondo del mar que le da nombre, nos lleva a sostener la necesidad de partir desde otros presupuestos del saber a los tradicionalmente aceptados por la infalible ciencia occidental.

Quiero referir cómo se han dado en la historia intelectual de la región la desconfianza, la duda, la puesta en solfa del saber, tanto desde perspectivas disciplinares como la historiografía, la historia, la economía, hasta las formas transdisciplinares que provocan rupturas con la episteme occidental, de raíz moderna ilustrada. Un primer caso paradigmático está en José Martí, quien inaugura el siglo XX caribeño, y el otro el grupo Nuevo Mundo conformado por intelectuales de las islas de dominación británica.

¿Cómo conocer el Caribe? ¿Cómo leerlo y aprehenderlo? ¿Sobre qué presupuestos? ¿Son suficientes las nociones dadas, los valores éticos, estéticos, las lecturas del pasado histórico, de las historias construidas por quienes las han consignado? ¿Será cuestión de inhabilidad o impericia de los insulares, de incapacidad conseguida suya para pensar y crear conceptos, como para ampliar el contenido de aquellos llegados allende el atlántico? Las respuestas nos obligan a ponderar, a valorar con equilibrio, que no significa medianía, sino la fuerza de lo individual que se constituye, lo particular que marca, la universalidad de una práctica histórica disímil y no la comodidad de lo dado como lo infalible.

La pregunta no es nueva, aunque ella no denota la duda metódica de René Descartes, ni se hace metafísica. La pregunta se hace por la necesidad práctica de conocer para transformar.

A finales del siglo XIX, José Martí dejaba en Nuestra América, un programa de reconstrucción de la acción y el pensamiento en el continente al sur del Río Bravo y su convencimiento en torno a la trascendencia de las ideas, los libros, la universidad americana, que se enraíza en nuestra realidad. El aldeano vanidoso cree que el mundo entero es su aldea, y da por bueno el orden universal”, aquel que es el suyo, mientras ignora a los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima” para hacer que despierte lo que queda de aldea en América. Y hacerlo es resultado de las armas del juicio y el papel de las ideas, esas que valen más que trincheras de piedra.

Martí advertía que no se pueden regir pueblos originales “con leyes heredadas” por siglos de práctica libre en los Estados Unidos y en Francia. Tampoco con un decreto de Hamilton se le para la pechada al potro del llanero, ni con una frase de Sieyés se desestanca la sangre cuajada de la raza india. Hay necesidad de partir de sí, hay que leer y hacer girar el punto de enunciación, el lugar desde donde se domina y conjetura, que la América que es nuestra, la que está al sur del río Bravo, incluidas las islas dolorosas del mar.

Para el pensador crítico cubano el libro importado ha sido vencido en Nuestra América y la universidad europea ha de ceder a la universidad americana. Hay que injertar en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas”. Ya se trasciende la imagen de América con pecho de atleta”, “manos de petimetre y “frente de niño”, y esa condición de “máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España”. Los inicios del siglo XX es un tiempo que impone ser otros a repúblicas que bordean un siglo de tentativa. Se abre un lapso para Cuba –la más caribeña de las islas antillanas– en el cual, si aparece en Cojímar un problema”, no haya que buscar su solución a Danzig”, pese a que aun las levitasson de Francia.

El pensamiento empieza a ser de América –asegura Martí, y los jóvenes se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor”. Entienden que se ha imitado demasiado, y que la salvación está en crear”, puescrear es la palabra de pase de esta generación”. Ya es tiempo de andar sobre nuestros pies y ello significa aprender desde otros referentes, con otras miras, justamente desde la realidad nuestroamericana que impone.

Los imperios metropolitanos sembraron en las colonias su visión, la naturalizaron e hicieron incuestionable. En septiembre de 1961, el pensador francés Jean Paul Sartre, al redactar con vehemencia su prefacio al manuscrito que Frantz Fanon le entregara en su corta visita a Italia, de lo que sería su notable libro Los condenados de la tierra, afirmaba que: En las colonias, la verdad aparecía desnuda”, pero las metrópolis la preferían vestida, pues era necesario –dice Sartre– “que los indígenas las amaran” y para ello, Occidente se dio a la tarea de formar elites indígenas, de adolescentes a los que les marcaban en la frente con hierro candente, los principios de la cultura occidentaly les introducían en la boca mordazas sonorasy grandes palabras pastosas. Los llevaban a la metrópoli y los regresaban falsificados a su tierra.

Pero ya se acabó aquello –reconoce Sartre–, y las bocas se abrieron solas, se abrieron en la Cuba que él y Simone recién acababan de visitar y se abrían en Argelia y en toda África, en el sur de los Estados Unidos. Se habrían para hablar entonces de humanismo, para reconocerse en su identidad arrebatada y para reprocharle a Europa por su impiedad, que les ha convertido en monstruos, desde un humanismo dado como de todos, como universal abstracto y que les particulariza con sus prácticas racistas.”

Si la realidad dada en las islas, resultado del devenir en su historia, de su ser que cuaja en ese caldo, en ese proceso de creolización, de mestizaje, de transculturación, en esa antillanidad que les distingue como resultante cultural en formación, la adopción de verdades y de filosofías ajenas debe ser tomada bajo sospecha. Una vez más ello vuelve entre los intelectuales de las islas de dominación británica, quienes desde finales de la década del cincuenta comenzaran a buscar nuevas formas de existir, de ser, de constituirse en sociedades con reconocimiento propio.

Uno de los movimientos de mayor connotación fue el grupo intelectual que hizo convicción la ruptura y los modos de divisar la carencia de certezas y la necesidad de desgajarse de los presupuestos ajenos y las epistemes metropolitanas, al mismo tiempo que formados en disciplinas académicas comenzaban a indisciplinar y a hacer historia, prefiriendo otros datos, leyendo otros registros de archivo, fundando su historiografía y disintiendo del humanitarismo inglés para hacer ver que desde las islas había salido en contado negocio, las riquezas que generaran la opulencia de vida en Bristol, Londres o las ciudades inglesas del desarrollo industrial de inicios del siglo XX. Con sangre esclava se habían amalgamado senderos y palacetes, caudales y holganzas, moralinas y esquemas, que luego regresaban para imponerse a quienes heredaban una identidad abatida.

Este grupo de intelectuales se conformó en los años de ensayo de una Federación de las West Indies, como de su negociada disolución en pos de la independencia cedida y jugada por Inglaterra. Pero unos y otros asumieron el reto de justificar y proponer para el cambio. Unos, como dice Lloyd Best, fueron al marxismo en sus versiones críticas, entre los cuales Clive Yoland Thomas en Guyana y George Beckford en Jamaica, sustentaron y pensaron del lado de Burham y Manley. Otros, apegados al nacionalismo prefirieron ir en la búsqueda de la soberanía epistémica, por formas de pensamiento independiente y por el nacionalismo que fue también político. Los unos y los otros colaboraron en su tiempo para empujar proyectos concretos que unían academia y acción.

La universidad de las West Indies fue su escenario inicial, un anhelado proyecto que surgía a partir del Colegio Universitario creado unas décadas antes, apéndice de la universidad de Londres, con profesores proclives al estatus colonial, blancos o blanqueados, asimilados por las verdades del imperio. Los jóvenes que llegaban a sus espacios en Mona, Kingston, o Saint Augustine en Trinidad a finales de los cincuenta y durante toda la fértil década del sesenta, eran intelectuales negros, enraizados en su mundo, auténticos defensores, comprometidos con la práctica, partidarios del dependentismo continental que revolucionaba las teorías económicas y sociales, o afines a un suceso que sorprendía el destino de sus días en la isla mayor: la revolución cubana.

En el proceso de cuestionamiento crítico, de búsqueda de presupuestos diferentes, el Grupo Nuevo Mundo (New World Group), –desconocido para los hispanoparlantes a pesar de la trascendencia para su contexto–, subvirtieron y cuestionaron la valides del saber occidental en tiempos que se hacía necesidad imperiosa estudiar y comprender su entorno, para implementar políticas concretas para el desarrollo futuro de la economía, la política, las sociedades emergentes del vetusto dominio colonial.

A ellos se deben conceptos como decolonización epistémica’, ‘soberanía epistémica’, ‘caribeñización epistémica’, y el afán por afirmar una cosmología pan-caribeña sin fronteras lingüísticas, enraizada en la experiencia, la historia y la práctica insular, como punto de partida para desarrollar una teoría de la sociedad antillana, con enfoque holístico, una vez que la teoría social comprendía la economía, la sociedad, la política y la cultura. El contenido de los conceptos estará estrechamente relacionado con la acción práctica, innovadora en las ciencias y en la inversión de las teorías y las prácticas concretas para asumir en los jóvenes estados-nación.

A partir de las exigencias por alcanzar la independencia, que consideran que también es epistémica, estos autores propusieron desarrollar un método, denominado de caribeñización epistémica”, el cual abarca el estudio minucioso de la historia y de la realidad contemporánea insular, libre de conceptualizaciones y formulaciones, teorías y dogmas importados de las metrópolis occidentales.

Según Norman Girvan, el fin de la colonia dejaba carencia de certezas en las verdades dadas y se necesitaba una especie de soberanía epistémica que garantizara y completara el proceso de la independencia. El grupo denominó a este proceso de deco¬lonización epistémica”, de descolonización intelectual”, antecediendo los atractivos reclamos del Grupo Modernidad-Colonialidad que por esta década se propone realizar un giro de-colonialque supere y complete la descolonización política y jurídica, y que impulse la heterarquía de las múltiples relaciones raciales, étnicas, sexuales, epistémicas, económicas y de género, que la primera descolonialización dejara intactas en Latinoamérica.

La caribeñización de los conceptos y los modos teóricos, para hacer una teoría caribeña autóctonay una metodología o teoría del conocimiento específicamente antillana era una de las posturas de Lloyd Best, líder teórico del NWG. Él quiso combatir el fuego con el fuego”, desmontar la trampa o forma peculiar de ver”, la visión imperial”, y ese modo colonizante de pensar”, al mismo tiempo que reclamaba no olvidar que la civilización occidental de quinientos años era resultado del intento de liberar a Europa del Islam, del feudalismo y de la iglesia cristiana, quedando como resultado el mundo caribeño “este artefacto histórico de la Europa Occidental”, que es su creación. Según L. Best los académicos insulares deben inventar una nueva familia de palabras, conceptos y significados, que permitan definir las realidades insulares y el punto de partida de cada disciplina, su perspectiva y aproximaciones debe ser el Caribe”.

Las propuestas de Best están estrechamente ligadas a la vida política inmediata y agitada, sobre la cual ellos desempeñaron un notable papel. Además de constituir una tendencia líder de la academia caribeña, sus integrantes devinieron partícipes de la vida real de cambios de los países independizados”, e intervinieron en la toma de decisiones de los gobiernos de Jamaica, Trinidad y Tobago y Guyana, a los cuales sirvieron con asesorías ad hoc –una vez que la teoría juega otro papel para ellos, y es esencial en el cambio social: “Las ideas son acción”, decía Best.

En estrecha relación con las propuestas epistémicas propusieron desarrollar un pensamiento independiente (Independent thought), pues el pensamiento en la región, o bien se ha refugiado en un cientificismo estéril, o en un populismo barato. Y siendo quienes somos, lo que hacemos y donde, ello es determinante desarrollar un pensamiento de este tipo significa ser independiente de los presupuestos y teorías metropolitanas, de las perspectivas vigentes; mientras en política significaba ser nacionalista y a su vez, distante del marxismo en su versión conservadora, dogmática, como de otros compromisos políticos regionales.

Entre su crítica a las posiciones teóricas de occidente está la crítica al positivismo, al desarrollismo tercermundista y al marxismo, que para su parecer se daba como forma de pensamiento evangélico y doctrina autoritaria que liquidaba movimientos democráticos populares y socava el surgimiento de un cuerpo de pensamiento relevante para el Caribe. Mientras el cambio social reclamaba reconsiderar las condiciones de la región de arriba abajo y era necesario repensar la realidad que generaba un nuevo tipo de movimiento político, el marxismo no escapaba de una propuesta de reevaluación.

No obstante, para los jóvenes intelectuales, el estrenado proceso cubano servía de norte, amén de las contradicciones visibles, sobre todo por la presencia soviética, como lo hacen notar C.L.R James, G. Bekford, Ll. Best y otros. El prestigioso intelectual del New World Group, luego editor de Abeng, fue sancionado por visitar en 1965 a Cuba y escribir de las políticas sociales revolucionarias, los cambios en la educación y las reformas en el campo.

Uno de los rasgos propios de los intelectuales que enfrentaban con fuego el fuegofue su adecuada comprensión del papel de las ideas en la acción, en la práctica y el papel del intelectual en los procesos de cambio social. Lloyd Best aseveraba que las ideas son acción”. Aquello que es real para la colectividad–afirmaba–, lo es en la medida que es significativo para la políticay hacer de ello un bien público, un bien común, constituye la tarea de los intelectuales de este mundo nuevo tras la independencia. Tanto su labor intelectual como su caótico desenvolvimiento en la política hicieron de ellos un grupo desalienado, ajeno a las posturas de la academia y siempre activos intelectuales, con una finalidad práctica, un compromiso, lo cual es común a todos los intelectuales críticos, a los pensadores caribeños.
Para emprender la transformación social en las islas convertidas en Estados nación, en sus pequeñas sociedades y economías, las ideas serían esenciales y estas debían salir, enraizarse en ella. De la noción tradicional de la relación entre la teoría y la práctica, enfatizan el papel de la primera para el desarrollo de la segunda, y le atribuyen un papel esencial al desarrollo de la conciencia, la cual debe ser forjada (y a lo cual el intelectual debe contribuir, justamente a elevarla y crear consenso). La acción, si no es ciega, presupone la teoría, afirma Best. “Si le dedicamos atención a la producción de libros, panfletos y revistas, y si lo hacemos bien, sería suficiente–añade–.

Pero, uno de los requerimientos –según Best–, consiste en comprender la historia, el pasado que se desconoce, en la medida en que no se aprecia el lugar de la conquista, la trata, la esclavitud, el azúcar, hasta la derrota moral del estado libre asociado”, el lugar de la plantación y toda su herencia en los líderes fundadores. La ignorancia de la experiencia histórica es dañina y este fenómeno necesita ser corregido, demorarlo podría tener un costo elevado, como lo reconoce Best.

Desde estos enfoques el NWG desarrolla una de las ideas de más amplio reconocimiento. Se trata de la consideración del Caribe como un sistema de plantación, que deviene resultado del diálogo entre historiadores, sociólogos, antropólogos sociales, y que convierten en un paradigma para su estudio, en un marco teórico para el conocimiento del pasado colonial, y del presente, fundamentalmente de las West Indies que ellos tienen ante sí como realidad inmediata: el Caribe anglófono y las islas lindantes a este, no así, en mucho, a las antillas hispanas.

Como consecuencia se desarrolló por Lloyd Best y Kari Polanyi Levitt, la teoría de la economía de plantación, una lectura no solo económica, atiborrada de datos empíricos”, sino que comparte la idea fundacional del grupo de considerar la plantación como modelo teórico que permita aprehender y estudiar la realidad insular, lo cual le atribuye su especificidad y su marca, su desenvolvimiento estructural, institucional, social, antropológico, cosmovisivo.

El presente recorrido, o el hacer notar la advertencia en distintos tiempos de sus intelectuales por volver sobre la región es una de las cuestiones que nos motiva a pensar en los desafío que presenta el conocimiento de la región y las pautas en el establecimiento de redes de estudiosos, redes del conocimiento.

Hay que partir de diversas premisas, hay que sostener determinados presupuestos. La realidadobjeto de estudio prefiere sus rasgos que le distinguen. Ella misma impone sus límites al conocedor advertido y formado en los cánones clásicos. Lloyd Best, inconforme con estudiar al Caribe tal como se estudian otras regiones a las que se le aplican herramientas ajenas, decía que la realidad caribeña es nueva, única y diferente, y una región de excepcionalismos históricos”.

A pesar de la diversidad fenoménica, se comparten rasgos, portados por los sucesos y la realidad discontinua, que hace de todas ellas, sociedades en proceso de fundición cultural, volubles y dinámicas, como “laboratorio del mundo”, y de las cuales se levanta esa especie de “pensamiento archipiélago”, con conceptos que permiten pensar los encuentros de las culturas, donde “se han forjado estos lugares caóticos”, y esta “estética nueva”, esa realidad apagada, ahogada por enormes y suntuosos sistemas de pensamiento, como refiere Édouard Glissant.

El intelectual martiniqueño, hábil formulador de la complejidad insular, decía en Jamaica en 1976, durante el festival Carifesta, que en la profundidad de las aguas del Atlántico y el Caribe quedaron sembradas “las cadenas de lo invisible”, que convergen subterráneamente y enseñan que no es la trascendencia ni la universalidad sublimada de otros, sino la transversalidad de las raíces y de la unidad submarina, las que darían a los caribeños un sentido no lineal, jerarquizado de la historia.

Derek Walcott de igual modo, al recibir su premio Nobel en 1992, volvía sobre la idea de Kamau Brathwaite de la unidad submarina del Caribe, y en su discurso en Estocolmo refería la fragmentación del archipiélago, el cual hecho añicos por la historia, resulta “sinónimo de pedazos desprendidos del continente originario”, con una historia común, donde “la unidad es submarina” y el mar es historia”. Brathwaite ya había sugerido la necesidad de sumergirse en las corrientes insondables para encontrar los lazos de unión de un mundo fragmentado y describir la realidad caribeña.

Los autores del Elogio de la creolidad, justo cuando caía el muro de Berlín y se avizoraba la caída de un símbolo político que había marcado la historia del siglo XX, apuntaban desde la primera línea de su manifiesto, que no somos “ni europeos, ni africanos, ni asiáticos, somos creole –una nueva humanidad, un nuevo estar, un ser particular que esta vez se define desde sí mismo, desde dentro, o desde su exterioridad”. Ellos apuntaban hacia la existencia de “una ontología diferente. Para sus autores –discípulos del cuestionamiento crítico caribeño– la sociedad creole es el resultado de la interacción, la transacción, la transversalidad, que pone en diálogo a todos los mundos puestos bajo el mismo sol.

Rex Nettleford apunta a un dato innegable: la condición de exclusión, de no reconocimiento, de marginalidad o “subalternidad” de la realidad caribeña. El estudioso jamaiquino considera que la labor intelectual en el Caribe debe caracterizarse por una preocupación particular: la batalla por el espacio, que es el espacio de la marginalización instituida por el poder de cuatro siglos de dominio colonial europeo, pues siglos de marginalización, van a poner al caribeño en la periferia de la existencia, haciéndole despreciar grandes energías para entrar en el mainstream que le restituya como seres humanos, la capacidad de participación en la determinación, precisamente de su mainstream, para superar la marginación como meta principal de los propósitos creativos de la filosofía, las artes y la intelectualidad, de la marginalidad provocada por Europa”.

La realidad antillana posee las marcas históricas de los diferentes modelos de dominación colonial, dada diacrónicamente en el espacio-tiempo Caribe, del cual no ceja en decir Yolanda Wood en este centro, pues ello ha sido norma de la realidad histórico-cultural, de pueblos y culturas que se funden en una sociedad criolla, transcultural, diversa, atravesada por el ejercicio sistemático del poder y la violencia física, simbólica e ideológica.

Como coinciden en señalar muchos poetas e intelectuales, el Caribe comparte una historia común de lava, tormentas, terremotos, coral, y las memorias de Atlantis, Atahualpa y Ashanti y son escenario de plantación y cimarronaje, de azúcar y exilio, de cricket, baseball y limbo, de ritmo y sumersión, de mestizaje y mímesis, de enajenación y, también de rebeldía y revolución.

De este modo, se asumen los retos en el conocer, en el abordar y aprehender a un “ser caribeñoque no es dado ahora y ahí, petrificado y detenido en sus retratos, y descrito por las ciencias humanas –aunque no hay proceso humano que efectivamente así se dé– sino es un ser en devenir, en proceso de estar siendo. Como asegurara el filósofo alemán Federico Hegel, “el ser está contenido en el comienzo en la medida que el no-ser es ya ser, pues lo que comienza, “va hacia el ser se aleja del no-ser, lo elimina,… como a un contrario…”. Y este devenir es lo que Kamau Brathwaite entendiera como proceso en curso de creolization o del estar siendo del ser caribeño; es ese color cubanoen devenir mestizo de Nicolás Guillén; y que Fernando Ortiz describiera como ese caldo de Cuba que se cuece con hervores de ajiaco y deviene en esa personalidad colectiva y nación que nos falta, que va en formación, de lo cual dijera Jorge Mañach.

Para la obra crítica intelectual a partir de la Revolución haitiana, ha quedado establecido que lo caribeño no puede ser resuelto ya más, en términos racistas ni dogmáticos, de modo abstracto, ni acorde a las representaciones de la etnología, la antropología o las ciencias fisiológicas y sociales occidentales, sino que ha comenzado a ser el criollo, el negro, el mulato, el beké, el emigrado y el migrante en la diáspora, el colono y el colonizado, el sujeto obligado a la mímesis y al arrinconamiento en la historia. Su ser es el medio socio-cultural vivo y en desarrollo que hereda, en su proceso de acriollamiento, todo su acumulado histórico.

Al mismo tiempo, esta asunción dada por los pensadores insulares, no implica caer en particularismos exacerbados ni nacionalismos fundamentalistas, ni quedar atrapado dentro de formas agresivas y autolimitadoras de particulares, como de universales abstractos y descarnados, de reduccionismos europeos, como reclamaran Césaire, Fanon, Glissant, Depestre; pues en sus textos hay una adecuada comprensión de lo individual como lo universal en el sentido aristotélico, donde este solo existe en conexión que conduce a lo universal, y lo universal existe en lo individual y a través de ello. Para la intelectualidad crítica, todo individual es universal, como todo universal es fragmento, un aspecto o la esencia de lo individual y abarca a los objetos individuales.

No es voluntad de voceros, de repicadores de ideas tantas veces tratadas, pero pensar en las formas de conocer, nos trasladan a la constatación de algunas ideas, muchas veces debatidas entre los organizadores de este coloquio. Es siempre saludable la reflexión sobre los modos y las herramientas que permitan conocer y ampliar a este fragmento de la realidad con ojos inquisidores, no los de búhos que levantan el vuelo al anochecer, para ver con ojos entumecidos y ajenos, sino de calandrias que cantan al amanecer y auguran un mundo en devenir.

 

Ver: Frantz Fanon. Los condenados de la tierra. La Habana: Ediciones Venceremos, 1965, p. 11. Norman Girvan. “Lloyd Best and the Birth of the New World Group”. Trinidad and Tobago Review. Abril, 2007. Norman Girvan. “New World and its Critics” en: The Thouhgt of New World. The Quest for Decolonization. Ian Randle Publishers. Kingston, 2010, pp. 8, 9, 16. El Grupo Modernidad-Colonialidad surgió a inicios de 2000 y comparte las ideas de Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Enrique Dussel en torno a la colonialidad del poder, del saber, la transmodernidad, así como las ideas de I. Wallerstein, M. Foucault, el marxismo, la filosofía y la sociología latinoamericanas, los estudios poscoloniales, entre otros. Como dijera Arturo Escobar en 2002, su propósito es buscar “un mundo mejor y un proyecto epistemológico nuevo”. Lloyd Best, Kari Polanyi Levitt. La teoría de la economía de plantación. Una aproximación histórica e institucional del desarrollo del Caribe. La Habana: Casa de las Américas, 2008, p 2. Independent Thought and Caribbean Freedom: Essays in Honour of Lloyd Best. Editado por Selwyn Ryan. St. Augustine, Trinidad: SALISES, 2003. p. 16. Las propuestas en el campo epistémico, de ruptura y enraizamiento en la región se da en tiempos críticos, no solo en el espacio insular que salía de la Crisis de Octubre de 1962 y la ocupación de Rep. Dominicana en 1965, sino que es también el tiempo de la descolonización en África, la guerra en Vietnam, sucesos en Europa y de movimientos sociales y de contracultura en Norteamérica. Eran instantes de radicalización de los procesos políticos y sociales, como de máxima expresión de la Guerra Fría. Ello generó una posición crítica, escéptica, de los intelectuales insulares frente a perspectivas ajenas a la realidad insular, al mismo tiempo que se sumaban a la crítica radical a las formas clásicas de saber. Lloyd Best. “Independent Thought and Caribbean Freedom”. Ponencia presentada en la Conferencia de Asuntos Caribeños. Montreal, 1966. La misma fue publicada en New World Quarterly, Vol. 3, Nro. 4, 1967 y en otras selecciones de texto como: Reading in the Political Economy of the Caribbean, compilado y editado por Norman Girvan y Owen Jefferson. Jamaica: New World Group, 1971, pp. 7-28; y en Independent Thought and Caribbean Freedom: Essays in Honour of Lloyd Best. Ob. cit. Ver: Independent Thought and Caribbean Freedom: Essays in Honour of Lloyd Best. Ob. cit., p. 25. Kari Polanyi Levitt, Profesora de Mérito de la Universidad McGill, en Montreal, Canadá, fue una activa colaboradora del NGW y coautora con L. Best de la teoría de la economía de plantación. En una entrevista realizada (inédita), considera que su reclamado pensamiento independentista significaba ser independiente de las nociones metropolitanas, incluido el marxismo, pero al mismo tiempo era expresión de su nacionalismo, compartido con otros. Además, Polanyi valora sus innegables aciertos académicos como economista y acucioso investigador, sin embargo, reconoce sus torpezas en el plano de la política, en el grupo y en el partido Tapia, creado por él con posterioridad. Brian Meeks. “The People and the Road not Taking in 1970”. En: Independent Thought and Caribbean Freedom: Essays in Honour of Lloyd Best. Ob. cit., p. 80. Trevor Monroe, secretario del Partido Comunista de Jamaica, considera de idealista, en el sentido hegeliano a L. Best y de ideólogos burgueses a los miembros del NWG, aunque los reconoce influyentes en el entorno académico insular. Ver: Trevor Monroe, “Bourgeois Idelism and Commonwealth Caribbean Intellectuals: The Case of New World”, Jamaica: UWI, 1971. Si bien Cuba es central en la perspectiva de los intelectuales caribeños y fue faro visible, si vieron con sospecha la influencia y el alineamiento con la URSS, el compartir su hegemonía por razones de estrategia en el mundo bipolar; pero, sobre todo, se hizo más agudo el cuestionameinto tras los sucesos de Granada en 1983 y el giro contrarrevolucionario posterior dado en el Caribe. Ídem, p. 27. Ídem, p. 26. La propia investigadora Kari Polanyi Levitt reconoce, en la mencionada entrevista, su escaso conocimiento del Caribe hispano y sus conclusiones, en ocasiones, por pura aproximación. Lloyd Best. “Reflections on the reflections”, en: Independent Thought and Caribbean Freedom: Essays in Honor of Lloyd Best. St. Augustine, Trinidad y Tobago, Sir Arthur Lewis Institute of Social and Economic Studies, pp. 423-441. E. Glissant. Une nouvelle région du Monde. Esthétique I. Paris: Gallimard, 2006, pp. 36-37; 187. Jean Bernabé, Patrick Chamoiseur y Raphaël Confiant. Éloge de la Créolité. Paris: Gallimard, 1989. Rex Nettleford. Inward Stretch, Outward Reach: A voice from the Caribbean. N.Y.: The MacMillan Press, 1995, p. 36. Edward Kamau Brathwaite. Caribbean Man in Space and Time. A Bibliographical and Conceptual Approach. Kingston, Jamaica, Savacou publications, 1974, p. 23. G. W. F. Hegel. Ciencia de la lógica. Argentina: Solar/Hachete, 1974, t. 1, p. 68. Cfr. Kamau Brathwaite, Contradictory Omens. Cultural diversity and integration in the Caribbean. Jamaica: Savacou, 1974.

  •  Esta conferencia fue la última de las ofrecidas durante el Seminario Internacional, que sesionó del 29 de septiembre al tres de octubre de 2014, en la casa de las Américas.
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