Pedro Albizu Campos desde José Martí: la familia antillana
Por: Dr. Luis Toledo Sande

Luis_Toledo_SandeSi desde el punto de vista político, moral y afectivo Cuba ha rendido tributo de respeto y lealtad a Pedro Albizu Campos sobre la base de afinidades medulares, quizás investigativa y editorialmente esté en deuda con él, como otros pueblos. El líder puertorriqueño y sus familiares tuvieron o tienen con Cuba profundos vínculos, de presencia física incluso. Los nexos abarcan relación con figuras cubanas como Enrique José Varona, a cuya muerte dedicó Albizu un texto vibrante, y con personas más cercanas a él por edad y pensamiento, como Juan Marinello, Emilio Roig de Leuchsenring y Jorge Mañach, entre otras.

Sobre todo, el legado y los ideales del independentista borinqueño han tenido el apoyo constante del pueblo cubano, desde antes de la victoria revolucionaria de 1959, a partir de la cual pudo expresarlo de forma rotunda, por voz de su gobierno también, en foros internacionales, incluida la Organización de Naciones Unidas. Pero aún podríamos hacer más por el conocimiento de la vida y la obra del ser humano extraordinario a quien recordamos con ocasión de los ciento veinte años de su nacimiento.

Sería pretencioso, en unos comentarios como los presentes, plantearse revertir lo que pueda haber de déficit en la satisfacción de esa necesidad, y también sería un acto de soberbia por parte del autor suponer que puede dar lecciones sobre Albizu Campos al pueblo puertorriqueño. Apenas intenta esbozar una aproximación inicial al héroe puertorriqueño desde el pensamiento y la acción de José Martí: es decir, desde el legado de un héroe que nació en Cuba y le pertenece también a Puerto Rico, a la América Latina y el Caribe, a la humanidad toda.

La exploración halla estímulo en la circunstancia de que el año en curso lo marcan el aniversario 160 del cubano y el 120 del puertorriqueño. Como nacieron, respectivamente, en 1853 y en 1893, y murieron en 1895, el primero, y en 1965, el segundo, tanto entre sus nacimientos —en La Habana el de Martí, en Ponce el de Albizu— como entre sus decesos mediaron decenios redondos: cuatro y siete. Pero la legitimidad de la búsqueda se halla en razones de esencia, comenzando por la continuidad de propósitos fundamentales entre ambos luchadores.

Eso los vincula por encima de las diferencias que vienen del paso del tiempo, los contextos y las individualidades de cada uno de ellos. La verdadera relación, la más profunda, entre Martí y Albizu Campos, de apenas dos años este cuando murió el primero, se halla en el parentesco político y ético que tienen como integrantes de la familia de antillanos sembradores. No es fortuito que Martí cayese en combate, en Dos Ríos, luchando contra un imperio decadente para impedir los planes de otro, que ya acometía, y Albizu pereciera en San Juan, pero no de muerte natural precisamente, sino acelerada por la saña con que lo trató en la cárcel ese imperio en crecimiento, que procuró matarlo, y lo hizo poco a poco, minando su salud y tratando de menguarle su fuerza mental.

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