Durante sus casi quince años de residencia en Nueva York, el cubano José Martí dedicó una buena parte de su obra a dar testimonio de la trayectoria vital de muchos estadounidenses notables. Así, en sus envíos regulares para la prensa latinoamericana, podemos encontrar una formidable galería de retratos biográficos que él mismo llamó Norteamericanos, y que recomendó cuidar especialmente, y publicar en tomo único en su carta conocida como testamento literario. Así, le decía a su discípulo y colaborador Gonzalo de Quesada en carta fechada el 10 de abril de 1895:
De norteamericanos: Emerson, Beecher, Cooper, W, Phillips, Grant, Sheridan, Withman. Y como estudios menores y más útiles tal vez, hallará en mis correspondencias a Arthur, Hendricks, Hancock, Conkling, Alcott, y muchos más. […]Entre en la selva y no cargue con rama que no tenga fruto.
La inmensa mayoría de estos retratos o semblanzas biográficas tienen carácter de obituario, pues Martí se había propuesto estudiar la dinámica interna de la sociedad norteamericana y para ello dedicó atención, entre otros asuntos, a los hombres públicos, pues como él mismo dijo en su semblanza “El general Grant”: “Culminan las montañas en picos y los pueblos en hombres.”
La trayectoria vital concluida le permitía un acercamiento definitivo al individuo en cuestión, y así se lo planteó desde que comenzó a escribir regularmente para los diarios más prestigiosos de la América del Sur. Es por ello que le dice a su amigo mexicano Manuel Mercado, cuando le explica los diferentes recursos que nutren su actividad periodística en la urbe norteña: “Muere un hombre notable, estudio su vida.”