Fundamentos del pensamiento regional: el antillanismo
Por: MSc. José A. Bedia Pulido

En Cuba y Puerto Rico, las dos últimas colonias de España en América, las actividades revolucionarias de los más destacados próceres de la independencia evidencian una línea de pensamiento político encaminada a luchar y obtener libertad mediante la integración insular: el antillanismo. Parte de criterios de identidad que aún sin invocar el término permiten apreciar que: “Nuestra América se afirma en defensa de los derechos americanos conculcados por los españoles peninsulares. […] en defensa de los derechos universales del hombre […] negados por el despotismo monárquico. Pero también se afirma en la especial interpretación que de nuestra historia realizan los españoles americanos”.[1]

En la década de 1860, cuando la España colonial retrocede en el Caribe y la expansión territorial de los Estados Unidos, una vez concluida su guerra civil suscita inquietudes y denuncias, hombres como Gregorio Luperón, Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos y José Martí advierten la metamorfosis de la dominación. Soberanía de España y de las ambiciones manifiestas por las nuevas fuerzas internacionales amenazan la identidad regional, y mancomuna sus obras. En Cuba y Puerto Rico se acerca el momento de combatir por su libertad, de homologar su condición con los pueblos libres del hemisferio. En aquel tiempo los pequeños territorios revelan un sinnúmero de hechos identificadores.

Entonces se reiteran las ideas de la unidad antillana como expresión de un patriotismo que pugna por la independencia. Hostos, en La Peregrinación de Bayoán (1863) comenta: “El patriotismo, que hasta entonces había sido sentimiento, se irguió como resuelta voluntad. […] si mi patria política era la Isla infortunada en que nací, mi patria geográfica estaba en todas las Antillas, sus hermanas ante la geología y la desgracia, y estaba también en la libertad, su redentora”.[2] Con profusión se opina sobre uno de los temas preferidos del antillanismo: la confederación de las islas. El coronel Francisco Van-Halem, en 1865, sostiene: “Cuando la isla de Cuba y Puerto Rico no pertenezcan a España, formarán ellas una confederación que servirá de contrapeso en América a los intereses europeos”.[3] Betances en la proclama “Patria, Justicia y Libertad”, del 16 de julio de 1867, señala: “¡Cubanos y puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la Independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la confederación de las Antillas”.[4]

Este esclarecido boricua, desde mediados de la década de 1860, proyecta la lucha por la soberanía de Puerto Rico estrechamente ligada con la de Cuba y República Dominicana y la defensa regional. De hecho, por su obra, se le conoce como El Antillano. Según la opinión del historiador boricua Félix Ojeda, Betances, “[…] desde sus inicios como revolucionario concebía la independencia de Puerto Rico como una cuestión antillana. Así dictaba el origen común de los problemas y recomendaba determinadas necesidades prácticas como la mutua colaboración entre puertorriqueños y cubanos”.[5] Si bien tomaron realce las ideas de integración insular en los años sesenta, las ideas libertarias con caracteres integracionistas no eran nuevas en la región.

A modo de recuento valga recordar al abate Pradt que, en 1802, había sugerido una “América emancipada y organizada”, postulado referido ulteriormente por Simón Bolívar en 1815 al redactar su Carta de Jamaica, y luego insistido en el Congreso de Panamá de 1826. Conclave en el que hace hincapié en esas ideas.[6] En esta última fecha, Alejandro von Humboldt en el Ensayo Político sobre la Isla de Cuba propone la “Confederación africana de los estados libres de las Antillas”.[7] Sin embargo, todos los planes unionistas no pasaron del plano de las ideas. Sobre ellos el historiador boricua Antonio Gaztambide distingue entre lo que denomina “identidad y hasta la solidaridad antillana” y los proyectos de una “confederación antillana”, señalando que, “las primeras atraviesan todo el siglo xix, mientras que los segundos parecen haberse fraguado en el contexto de la convulsa década de 1860”.[8] Precisando su opinión sobre la génesis del ideal confederativo en el área,[9] puntualiza:

[…] los proyectos para una Confederación de las Antillas se articularon para viabilizar las independencias de Cuba y Puerto Rico y para defender las de Haití y la República Dominicana frente a todos los imperios. Casi todos los proyectos coincidieron también […] en la promoción del latinoamericanismo para intentar conseguir apoyo regional para sus luchas antillanistas, basada en la amenaza a todos de parte del Coloso del Norte.[10]

La revolución que defienden nuestros próceres se encamina al rescate de la identidad y a la búsqueda de la libertad; son deudoras del legado revolucionario integracionista que les antecede. Se orientan a la emancipación de las islas y en defensa de lo que Martí llama “nuestra América”. Toman como paradigma a Bolívar en el sueño de: “formar de todo el nuevo mundo una sola nación […] que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres, una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase a los diferentes estados que hayan de formarse”.[11]

Distintos autores coinciden en señalar que el rescate bolivariano por parte de los antillanos se sustenta en: “la idea de la anfictionía de los pueblos de […] la América [y en] […] que las Antillas, una vez liberadas, deberían […] ser el fiel de la balanza en el agitado Caribe”.[12] Pues, el Libertador en su Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, antes mencionada, señaló: “[…] el destino de la América se ha fijado irrevocablemente […]// Las islas de Puerto Rico y Cuba […] [son] las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Más ¿no son americanos estos insulares? […] ¿No desean su bienestar?”.[13]

Ciertamente, Bolívar llegó a esbozar un proyecto de expedición hacia el Caribe con el objetivo de liberar las colonias españolas y luego establecer una confederación de pueblos hispanoamericanos.[14] Proyecto que, sin duda, es materia de inspiración para las generaciones que brindan continuidad a su pensamiento a través de los siglos. De modo que los fundamentos bolivarianos, respecto el Caribe insular, son consonantes con las necesidades independentistas en la segunda mitad del xix y, por esa razón, despertaron la imaginación revolucionaria de nuestros más ilustres próceres.

Sin embargo, los antillanos no pretendieron trasplantar una quimera de épocas anteriores, ni tampoco adoptar modelos foráneos. Bolívar es su ejemplo, pero siguiendo su legado: “[…] ni remotamente ha entrado [en ellos] la idea de asimilar la situación y naturaleza de estados […] distantes […]. Pues […] es […] difícil de adoptar […]. ¿No dice el Espíritu de las leyes que estas deben ser propias? […] ¡He ahí el código que debemos consultar y no el de Washington![15] Concuerdan con el Libertador, pero originalidad no falta a las obras de quienes encararon los cambios que representaba el emergente imperialismo en el área; acontecimiento que no pasó por alto al pensamiento político de la frontera imperial de Hispanoamérica. La singularidad en el independentismo de los patricios caribeños radica en las ideas que generan, en un contexto que asume un carácter anticolonial y antiimperialista:

En […] las Antillas hispanas, sin importar sus aisladas peculiaridades, […] la lucha contra la metrópoli hispánica estimulaba la formación de un universo ideológico homogéneo, radical y nacionalista. […] Hostos, Betances y Martí pudieron por ello realizar la transición del anticolonialismo al antimperialismo en un solo proceso ideológico […].[16]

Durante siglos había existido intercambio de hombres pensamientos y anhelos, en las Antillas. Pero en la segunda mitad del siglo xix estos nexos se ven reforzados al calor de las ideas revolucionarias manifiestas. Rescatando el legado libertario e integracionista, así como valorando la particular importancia política del área y su repercusión internacional. Los postulados de Betances, Hostos y Martí, reafirman su inclusión en lo que el historiador cubano Ramón de Armas denomina la Vanguardia Antillana del siglo xix y ha conceptualizado de este modo:

Una esperanza recorría todo el mundo antillano a partir de la segunda mitad del siglo xix: la idea de unión formal, unificación o confederación de nuestras islas caribeñas, como instrumento para el rescate, salvaguarda y defensa de su territorio y su nacionalidad en relación con las viejas potencias coloniales europeas, y en relación -también- con los nuevos peligros que, a partir del despojo mexicano por los Estados Unidos, comienzan a evidenciarse -y materializarse- en la América no sajona.[17]

Las faenas de aquellos hombres esclarecen cómo se fue logrando el sentimiento de identidad en las Antillas de habla hispana, de cómo ellos forman parte del génesis de nuestra conciencia regional, manifiesta con distintos matices, pero siempre implicando el reconocimiento del conjunto de islas. En esta área, la similitud histórica y los componentes étnicos prefiguran una equivalencia, que expresaron al sustentar la necesidad de libertad e integración, particularmente de Cuba Puerto Rico y República Dominicana.[18] Para Betances, Hostos y Martí es este un espacio bien definido, con singularidades dadas por un sistema de relaciones e identidades que favorecen tareas comunes y brindan sentido integrador.

Su comprensión de nuestras analogías no significa que se consideren ajenos a la Hispanoamérica continental, por el contrario, siempre manifestaron una conciencia de afinidad que trasciende los límites insulares. Justipreciaron nuestra historia, hermanándola con la gesta hemisférica. Al respecto apunta Martí en 1892: “Jamás reposó, en Cuba ni fuera, ni en Puerto Rico reposó jamás, el espíritu que con el principio de siglo comenzó a batallar por la independencia”.[19] Algo que por su parte Betances había sostenido en 1891 de este modo: “Cuba y Puerto Rico merecen figurar entre las naciones independientes de América y entre los pueblos civilizados del mundo. Defendamos la independencia y la civilización contra España y contra la América Sajona”.[20] Lo que Hostos enunció, en 1874, con similares presupuestos: “la independencia de Cuba significará para el Nuevo Continente: primero, la reconquista de un derecho; segundo, la satisfacción de una necesidad […] un auxilio poderoso a la obra ya comenzada en el nuevo mundo”.[21]

 

Los antillanistas opinaban que la independencia de Cuba no tiene sentido sin la de Puerto Rico, por eso al constituirse el Partido Revolucionario Cubano se dispone su misión en Borinquen. “Unas son el porvenir, como han sido unas en el pasado, el alma de Lares y el alma de Yara. Unas son hoy en la preparación, como fueron ayer en la cárcel y el destierro, los cubanos y los puertorriqueños. Unos han de ser en la acción, para acelerar con el esfuerzo doble la libertad común”.[22] Un señalamiento que evidencia los nexos de las islas encarando la tarea redentora, clara intención de aunar esfuerzos para triunfar.

[1] Ricaurte Soler, Idea y cuestión nacional latinoamericanas de la independencia a la emergencia del imperialismo, Editorial Siglo xxi, México, 1987, p. 41.

[2] Eugenio María de Hostos, “La peregrinación de Bayoán. Diario recogido por Eugenio María de Hostos”, Obras completas, vol. 1, Ediciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Puerto Rico, 1988, p. 71.

[3] “Informe del coronel de ingenieros Francisco Van-Halem, al mariscal José de Gándera (Montecristi 27 de enero de 1865)”, en “El antillanismo de Luperón”, ECOS (Universidad Autónoma de Santo Domingo), no, 1, 1993, p. 42.

[4] Reproducido por José Pérez Morís en Historia de la insurrección de Lares, Editorial, EDIL, Río Piedras, Puerto Rico, 1975, p. 297.

[5] Félix Ojeda Reyes, Peregrinos de la libertad, Editorial Universidad de Puerto Rico, San Juan, 1992, p. 133.

[6] La actividad independentista, siguiendo el ejemplo continental, había sido amplia en el Caribe durante la década de 1820. En 1822 se había preparado una expedición comandada por uno de los generales de Bolívar, Luis Ducoudray Holsein, a fin de fundar la República Boricua. En Cuba, la más famosa de las organizaciones revolucionarias de ese período fue los Soles y Rayos de Bolívar, dirigida por José Francisco Lemus. La propia insistencia del Libertador hizo que se considerara un proyecto de expedición a Puerto Rico y Cuba, para libertarlas del dominio español. Sin embargo, estos proyectos de integración sufrieron la oposición directa del presidente Adams, de los Estados Unidos. “Las condiciones a que se verían expuestas Cuba y Puerto Rico en caso de verificarse tal invasión y el riesgo de que por la misma causa cayesen en manos de alguna potencia europea que no fuese España, no permite que desatendamos estas consecuencias […] nuestros esfuerzos con referencia a ese interés, se dirigirán a conservar el actual estado de cosas, la tranquilidad de aquellas islas y la paz y seguridad de sus habitantes”, (véase de Philip S. Foner, Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, pp. 112 y 118-119. La cita de Adams es referida por Sergio Guerra Vilavoy en El dilema de la independencia, Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 210.

[7] Félix Ojeda Reyes, Peregrinos de la Libertad, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1992, p. 30.

[8] Antonio Gaztambide, “La geopolítica del antillanísimo de fines del siglo xix”, en Tan lejos de dios... Ediciones Callejón, San Juan, 2005, p. 3. (Versión digital, cortesía de su autor.)

[9] Gaztambide refiere que el antecedente más antiguo de confederación, en el área, se encuentra en la propuesta del cubano José Álvarez de Toledo al gobierno de Estados Unidos, en 1811, para atajar cualquier iniciativa británica. (“Proyecto de Confederación Antillana ideada para independizar a Cuba, Santo Domingo, y Puerto Rico y presentado a Monroe, Secretaría de Estado”, 1813. Citado por Carlos M. Trelles y Govín, “Discurso leído en la recepción pública, Academia de la Historia de Cuba”, 1926, p. 16. Thomas G. Mathews lo reproduce en The Caribbean History, Politics, and Culture, compiled and Edited by Ketty Rodríguez, 1999, p. 24), ibídem, p. 5, nota 6. Pero también existieron otros proyectos de confederación, por aquella época, como el que William Shaler presentó al Departamento de Estado de los Estados Unidos. Véase Joseph B. Lockey “An early Pan-American Scheme”, en Pacific Historical Review, vol. 2, 1933, pp. 440-447.

[10] Gaztambide, ibídem, p. 7.

[11] Simón Bolívar, “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, Kingston, 6 de septiembre de 1815, en Historia de América (selección de Lecturas), Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1984, pp. 168-169.

[12] Manuel Maldonado Denis, “Martí ante Bolívar”, en Ensayos sobre José Martí, Editorial Antillana, Puerto Rico, 1987, p. 20.

[13] Bolívar, ibídem, pp. 169-170.

[14] En el Congreso de Panamá de 1826 se había considerado “la conveniencia de combinar las fuerzas de las Repúblicas para libertar a las islas de Cuba y Puerto Rico del yugo de España”. Ver “El Congreso de 1826 en Panamá”, en Conferencia Internacional Americana, 1890, pp. 24-34. Referido por Philip S. Foner, ob. cit., p. 175.

[15] Indalecio Liévalo Aguirre, Bolívar, Cultura hispánica, Madrid, 1983, p. 47.

[16] Ricaurte Soler, ob. cit., 1987, p. 262.

[17] Ramón de Armas, “La vanguardia antillana de la segunda mitad del siglo xix y la estrategia revolucionaria continental de José Martí”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 16, La Habana, 1993, p. 107.

[18] Consúltese de Ramón de Armas, ibídem, p. 119.

[19] José Martí, “A nuestra prensa”, en OC, t. 1, 1975, p. 322.

[20] Ramón Betances, “Carta al Director de El Porvenir”, en Ramón Emeterio Betances, Colección pensamiento de nuestra América. Selección y prólogo de Haroldo Dilla y Emilio Godínez, Casa de las Américas, La Habana, 1983, pp. 248-249.

[21] Eugenio M. de Hostos, “El problema de Cuba”, en Eugenio María de Hostos. Obras, Casa de las Américas, La Habana, 1988, p. 360.

[22] José Martí, “El convite a Puerto Rico”, en OC, t. 1, 1975, p. 324.