La Universidad de La Habana de los años en que Fidel Castro era un estudiante de Derecho vivía en medio de múltiples contradicciones y convulsiones. En su interior coexistían numerosos grupos que respondían a orientaciones y alineaciones diversas y, en muchos de los casos, contradictorias. Además, proliferaba desde la década anterior el “bonchismo” −del vocablo inglés “bunch”, en su acepción de racimo o manada de gente− cuyos promotores intentaban dominar la Colina con sus amenazas y actos violentos. Este fenómeno marcó la imagen de aquel recinto y planteó un reto a los estudiantes que ascendían su escalinata con el afán de estudiar, no pocos de los cuales se vincularon a la lucha por una Universidad científica, moderna, limpia de tales males y que se insertara en la sociedad para cumplir su misión cultural.
Como señaló Alfredo Guevara en 1949:
Al nuevo alumno, como antes les tocó hacerlo a los de cursos superiores, se le plantea (no siempre conscientemente) una encrucijada. Puede unirse a los piratas de notas, pro-gangsters y aceptadores de prebendas, gentes inmorales y de innoble conducta, carente de programas, ideas y metas, o de lo contrario buscar el contacto y la relación con la gente sana y limpia de la Universidad, preocupada por los problemas y necesidades de la Colina y estrechamente ligada a la causa patriótica del anti-imperialismo y la lucha contra la corruptela pública entronizada por bandoleros sin escrúpulos.
(…)
Para completar el cuadro, de un tiempo a esta parte la Embajada Americana ha destacado sus agentes directos, pagando la actividad de alumnos traidores aspirantes a G-men o espías yanquis (…) fichan y reportan constantemente la labor de los dirigentes estudiantiles y de cuantos alumnos se destacan en la lucha contra las inmoralidades del gobierno, contra el imperialismo y por la democratización de la enseñanza.[1]
Fidel Castro ingresó en la Escuela de Derecho en septiembre de 1945 y pronto se insertó en las luchas estudiantiles. Desde su elección como delegado por la asignatura de Antropología, comenzó aquel joven a participar en la estructura de la FEU, llegando a ocupar el cargo de vicepresidente de la Escuela. Desde entonces estuvo vinculado a las causas más nobles que acometió la FEU, como la convocatoria a una Asamblea Constituyente Estudiantil en 1946, que buscaba crear el mecanismo propio que diera a los estudiantes representación en el Gobierno universitario y normara la elección directa, de primer grado, para todos los niveles de dirección de la organización; la solidaridad con la independencia de Puerto Rico, por la democracia en República Dominicana frente a la dictadura de Trujillo, por una organización de estudiantes latinoamericanos, contra la corrupción y la politiquería del gobierno de Grau San Martín, contra la discriminación racial y otras muchas batallas coyunturales que se libraron.
Como es sabido, el joven Fidel se involucró en la expedición de Cayo Confites para ir a combatir en tierra dominicana en 1947, pero al ser interceptados en el mar, se arrojó a la bahía y ganó la costa a nado. Aquella circunstancia le hizo perder los exámenes finales del curso, por lo que se vio ante la disyuntiva de repetir el año o pasar a la modalidad de estudiante por la libre o, como se denominaba, enseñanza privada, con lo cual no podía ser dirigente estudiantil al perder la categoría de estudiante oficial. Él optó por lo segundo pues criticaba a quienes eran eternos estudiantes y, por tanto, eternos dirigentes estudiantiles, por lo que en las elecciones de 1948 no podría ser electo nuevamente; sin embargo, esta condición no lo alejó de las luchas del estudiantado, independientemente de que no pudiera tener un cargo oficial.
Al comenzar el año 1949 Fidel Castro era un alumno de la enseñanza privada o por la libre, cuando desde enero la FEU se encontraba inmersa en batallas contra la subida del precio del pasaje de los ómnibus, en lo que se enfrentaba al Gobierno y a la dirección de la CTC mujalista, que habían aprobado el aumento de un 20%, a lo que se sumaba la reducción de salarios en un 40%. En este combate que incluyeron radio-mítines, actos en la escalinata y puesta de carteles que proclamaban “Cero aumento del pasaje”, hubo represión policial y allanamiento de la Universidad, con lo que se violaba su autonomía. El acto del 22 de enero dejó algunos heridos de bala y por golpes debido a la acción de la Policía.
En ese inicio de año hubo también protesta estudiantil cuando el senador Antonio Martínez Fraga propuso la ruptura de relaciones con la Unión Soviética. Entonces se publicó una declaración firmada por un grupo de dirigentes que llamaba a los estudiantes a estar alertas frente a tal proposición. El ambiente universitario, por tanto, en los primeros meses de 1949 era convulso y en ese contexto se produjo, el 11 de marzo, el ultraje a la estatua de Martí en el Parque Central de La Habana por unos marines norteamericanos, de lo cual hubo constancia fotográfica en la prensa al día siguiente.
La ofensa a la memoria del Apóstol tuvo especial impacto en la Colina, pues atentaba contra uno de los símbolos que durante décadas había inspirado las luchas del estudiantado universitario. Desde los tiempos de Mella, la figura de Martí se había convertido en un referente para los estudiantes del Alma Mater en sus esfuerzos por la transformación de la realidad nacional. El propio líder estudiantil en su artículo “Nuestro Credo” resaltaba que la asunción de los principios martianos impedía renunciar al combate que la nueva generación emprendía.[2]
En el efervescente contexto del proceso revolucionario de los años 30, las referencias al ideario del Apóstol se volvieron recurrentes dentro de la proyección del estudiantado universitario. En el Manifiesto del 30 de septiembre de 1930, en ocasión de la muy conocida Tángana estudiantil, se declaraba a Martí “como la expresión más alta y más pura del pensamiento político cubano”, al tiempo que se convocaba al combate contra el machadato desde el apotegma martiano “los derechos no se mendigan Se arrancan”.[3] Este espíritu se expresó nuevamente en el Informe oficial estudiantil sobre los sucesos del 30 de septiembre redactado por Pablo de la Torriente Brau. Para Pablo, en la realidad de la Isla se contraponía el “inútil recuerdo” del Maestro que promovían las instancias oficiales con la asunción por el estudiantado de la invocación de Martí a la lucha contra la arbitrariedad de la ley.[4]
[1] Alfredo Guevara: “Nuestra Universidad”, 1949, folleto, citado por de Armas, Torres-Cuevas y Cairo. Ob. Cit., T II, pp. 513-516.
[2] “Nuestro credo”, Alma Mater, noviembre de 1922, Año 1, no. 1, p. 1.
[3] Olga Cabrera y Carmen Almodóvar: Las luchas estudiantiles universitarias 1923-1934. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. pp. 269-272.
[4] Hombres de la Revolución. Pablo. Páginas Escogidas. Impresora Universitaria “Andre Voisin”, 1973, pp. 47-49.