Cubanos en Nueva York. Homenaje a Cirilo Villaverde en su bicentenario
Por: Dra. Marlene Vázquez Pérez

Marlene_VazquesEl narrador y periodista Cirilo Villaverde (1812-1894) no fue uno más entre los muchos cubanos ilustres que poblaron la ciudad de Nueva York en la segunda mitad del siglo XIX. Se había radicado en la urbe en 1849, después de huir del presidio donde había sido confinado por sus actividades separatistas contra el gobierno español. Con breves períodos de estancia en Filadelfia y en La Habana, residiría en las riberas del Hudson hasta su muerte, ocurrida el 23 de octubre de 1894.

Cuando partió al exilio, atesoraba ya una obra literaria respetable, y también se había dedicado al periodismo, a la traducción y al magisterio. Sus novelas El ave muerta, La peña blanca, El perjurio y La cueva de Taganana habían sido publicadas en la Miscelánea de útil y agradable recreo, una revista habanera. Fue un asistente asiduo a las tertulias literarias de Domingo Del Monte, uno de los espacios de debate y promoción literarios más destacados en la historia de la cultura insular; allí fortaleció su natural talento literario, amplió el horizonte de sus lecturas y se relacionó con otros intelectuales cubanos de su tiempo. Paralelamente continuó publicando sus narraciones y textos críticos en diferentes publicaciones periódicas, como Aguinaldo Habanero, Recreo de las Damas, Flores del Siglo, La Siempreviva, La Cartera Cubana, La Aurora, El Artista, El Álbum, Revista de La Habana, entre otras. Fue miembro de la redacción del Faro Industrial de La Habana, en el que publicó los cuentos «El ciego y su perro» (1842) y «Generosidad fraternal» (1846).

En Estados Unidos se dedicó a dar clases de idioma español, a la vez que trabajaba como periodista, sobre todo al servicio de la propaganda contra el sistema colonial español que oprimía su patria. En Nueva York fue primero colaborador y posteriormente director del periódico separatista La Verdad. Publicó El Independiente en la ciudad de Nueva Orleans durante un corto período de tiempo. Se trasladó a Filadelfia en 1854. Allí continuó su labor como maestro y al año siguiente se casó con la activa conspiradora cubana Emilia Casanova.

Respaldado por una amnistía concedida por el gobierno español, viajó a Cuba con su esposa en 1858, radicándose en La Habana durante dos años. En la capital cubana colaboró en Cuba Literaria y en otras publicaciones. A su regreso a Nueva York trabajó como redactor en La América (1861-1862) y en el Frank Leslie’s Magazine. Dirigió el periódico El tribuno cubano (1876) y las revistas La Ilustración Americana (1865-1869) y El Espejo (1874-1878). Al estallar la Guerra de los Diez Años, en 1868, se sumó a la junta revolucionaria establecida en la ciudad norteña, y apoyó desde allí a la causa de la independencia de Cuba. Dirigió el periódico El Espejo desde 1874 y colaboró en La Familia, El Avisador Hispanoamericano, El Fígaro y Revista Cubana. Además, con la colaboración de su esposa abrió su propio colegio y continuó cultivando la traducción literaria.

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