No creo que pueda sorprender a la representación de esta notable institución las últimas informaciones de nuestros africanistas. Mis propias investigaciones, dadas a conocer en obras y artículos, tienen fecha del siglo pasado. Si puedo afirmar responsablemente, si quisiera ahorrarles el tiempo de disquisiciones ya conocidas por todos, que si se desea resumir la influencia de África en nuestro continente, yo diría que Cuba y casi toda América Latina no existirían como hoy los conocemos sin la influencia decisiva de África, y sus pueblos, sus dioses y su liturgia, sus tradiciones orales, su arte, su talento musical, sus danzas, canciones, artes plásticas, mitos, medicina natural, fábulas, proverbios y su proverbial alegría de vivir. Esta influencia, parte del no menos importante influjo cultural europeo, no pudo sino dejar en Cuba una marca indeleble en su integración nacional y cultura, en proporción directa a la densidad de su población africana. Y así surgió en Cuba una nueva sociedad y pueblo, unido a sus homólogos del Caribe y América Latina, cuya existencia enriquece a la humanidad. Que todo haya resultado de un inhumano proceso de explotación de los esclavos es un tributo a las excepcionales cualidades humanas de los africanos que resistieron el intento de convertirlos en meros instrumentos de trabajo.
Baste apuntar que entre 1518, fecha de la más antigua referencia documental de un embarque registrado antes de la abolición de la esclavitud (de la costa de Mozambique), transcurrieron 355 años de trata. Cuando finalmente terminó y se abolió la esclavitud, 9.5 millones de africanos, según algunos investigadores, 12 millones según otros, habían sido arrancados por la fuerza de África (Angola, Congo, Nigeria, Senegal y otros países) y asentados en América, en la más grande migración coercitiva que la historia haya conocido. Lo peor es que se calcula que unos 30 millones murieron en la resistencia a la esclavización (135 millones según los últimos cálculos). Toda la costa occidental de África fue privada de la mano de obra de artesanos y artistas, que fueron a parar a las colonias y países de Iberoamérica, donde se les obligó a trabajar en un sistema carcelario en cinco tipos principales de plantaciones: algodón, azúcar, tabaco, arroz y café, en la minería, en la extracción de oro, plata, hierro y cobre.
Uno de los fenómenos menos estudiados en Cuba fueron los informes de los griots, criollos, acerca de lo que parecían viajes imaginarios de grupos de libertos de regreso a África, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX. Los informantes reiteraron a Fernando Ortiz y Pedro Deschamps Chapeaux las informaciones de hombres y mujeres que insistieron en el casi imposible sueño de regresar a sus tierras maternas. El problema era hallar la evidencia en el contexto yoruba de los descendientes de esas familias. ¿Dónde estaban los restos de una presencia “cubana” por ejemplo en la arquitectura, o tal vez las costumbres?