Cintio Vitier, entre los orígenes y la futuridad
Por: Dr. Luis Toledo Sande

Luis_Toledo_SandeNo pretenderá el autor de estas líneas trazar en tan magro espacio una imagen abarcadora de Cintio Vitier. Ni siquiera intentará repetir lo que ya escribió en un texto publicado, como el presente, en Cubarte.* La vastedad y la significación de la obra del creador de tantas páginas fundamentales requiere y tendrá —ha venido teniéndolos ya— estudios a la altura de su legado, tesoro de la patria. Todo momento será apropiado para rendirle homenaje, no solo cuando se han cumplido, el 26 de septiembre, noventa y tres años de su nacimiento, y el 1 de octubre llega un lustro de su muerte.

A la sobrevida en que él creía se suma, ante los ojos de todas las personas que sepan y quieran ver, la permanencia que hacia el futuro le aseguran una obra llena de riquezas y una vida marcada por la sabiduría, la trascendencia y la honradez. Aunque se tuvieran en cuenta solamente los títulos de sus libros, un somero recuento de su producción daría para un rico inventario. Baste recordar una labor poética que, en su primer cuaderno (Poemas, 1938), mereció llevar un texto de presentación de Juan Ramón Jiménez, y de la cual brotaron numerosos volúmenes, incluidas varias antologías hechas a lo largo del tiempo.

Una exploración de su labor ensayística repararía en títulos que pronto devinieron hitos: entre ellos Lo cubano en la poesía y Ese sol del mundo moral, y los dedicados al estudio de José Martí. Son textos afincados en una seria labor investigativa, que dio vida a logros tan importantes como Cincuenta años de poesía cubana, Poetas románticos cubanos y Flor oculta de poesía cubana, este último en labor compartida con Fina García Marruz, como no pocos otros frutos de su quehacer intelectual, y de su vida.

Cuando ya tenía largamente asegurado un lugar en la historia de la literatura y el pensamiento de la nación, y más allá de los lindes de esta, aparecieron volúmenes que mostraron también al narrador, siempre en hombros de la poesía y el ensayo. Lo evidencian las novelas De Peña Pobre, Los papeles de Jacinto Finalé y Rajando la leña está, llenas de testimonios vitales y de fértiles intelecciones.

Para dar idea, sin bordear una enumeración fatigosa, del reconocimiento alcanzado en su trayectoria, solo se requeriría apuntar que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara recibió el Premio Juan Rulfo por toda su obra, y que el Estado Cubano le otorgó las órdenes Félix Varela, Carlos J. Finlay y José Martí. Esta última, culminación en la merecida cadena de encomios ganados por tan eminente intelectual y ser humano, remite a la devoción mayor que, junto con la lealtad al cristianismo originario y justiciero, orientó sus actos y sus ideas: la que profesó por el autor de Versos libres y héroe de Dos Ríos.

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